♔- LA LOBA DEL DESIERTO

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34 | LA LOBA DEL DESIERTO

34 | LA LOBA DEL DESIERTO

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Las horas transcurrían demasiado lentas para los que esperaban ansiosos afuera en los sofás rojos y dorados. Bronn iba por su tercera copa de vino a estas alturas, el alcohol había abandonado el sistema de Tyrion debido a la impresión. Solamente a Shae se le permitió ingresar a la habitación.

     Sobre la cama, con sudor en la frente y las mejillas rosadas, se encontraba Lena sintiendo su cuerpo desgarrarse por segunda ocasión. Su vista era borrosa por lo que apenas podía contar a las doncellas que se encontraban corriendo de un lado a otro. Con cada dolor y cada grito, apretaba la mano de Shae, pues ella era su único apoyo ahora. Y por eso mismo, fue ella quien notó que algo no andaba muy bien. Después de haber estado presente en el nacimiento de Joseph, pudo percibir algunos detalles fuera de lo común.

— Ella no está bien. —alertó.

— Hay mucha sangre. —informó la mujer mayor que atendía el parto— Si sigue así perderemos a ambos.

— No. —susurró la joven— Si tienen que escoger, salven al bebé.

— Eso no va a pasar, ¿escuchaste? —dijo Shae ya alterada— Vas a estar bien y vas a conocer a tu bebé, Joseph te espera allá afuera. —pero Lena apenas escuchaba, sentía su cabeza dar vueltas y sus ojos se cerraban poco a poco— Y usted, más le vale que salve a los dos, ¿entendió? Se lo advierto.

     La anciana frunció el ceño pero no tenía tiempo de discutir, tenía dos vidas que salvar. Luego de un largo rato, un desgarrador grito acompañado de un llanto resonó en los oídos de quienes esperaban inquietos. El bebé estaba fuera de peligro, pero la madre no reaccionaba.

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     Sus ojos estaban cerrados pero aún así podía escuchar algunos murmullos a su alrededor. ¿Qué decían? ¿Por qué sonaban tan alterados?
     Intento abrir los ojos, pero la luz que entraba por la ventana aún la lastimaba. También intento moverse pero era como si su cuerpo estuviera roto. Myrcella fue la única que escuchó su quejido, dejó a todos con la palabra en la boca y apresurada corrió hasta su hermana mayor.

— ¿Qué pasó? —preguntó débil.

— Te desmayaste, dijeron que era normal. —le respondió Trystane.

     Entonces miró nuevamente a su alrededor, todos estaban ahí pero algo faltaba y eso la hizo entrar en pánico.

— ¿Mi bebé? ¿En dónde está mi bebé? —cuestionaba alterada, intentando incorporarse.

— Tranquila. —le dijo Ellaria— Está bien, es tan fuerte como tú.

     La puerta se abrió, y a la habitación ingresaron el Príncipe Doran y Gendry, éste último llevaba un pequeño bulto en los brazos.

— Es idéntica a ti. —comentó Oberyn en cuanto dejaron a la recién nacida en brazos de su madre.

— Es hermosa. —dijo Lena conmocionada, al borde de las lágrimas. Era una preciosa niña con cabello tan negro como el cielo nocturno.

     Allister llegó con Joseph de la mano y Shireen del otro lado. Ambos menores saltaron a la cama para conocer a la nueva integrante de la familia.

— Conoce a hermanita, amor. —le dijo al niño de cabellos rizados, el cual la miraba como una cosa curiosa pero bastante interesado.

— ¿Cómo se llamará? —preguntó Jaime. Y entonces la voz de su esposo resonó en sus recuerdos.

"Si tenemos una niña, podemos llamarla..."

Elia. —dijo Lena— Elia de la Casa Stark.

     No sólo los Martell se emocionaron hasta las lágrimas al escuchar su nombre.

La loba del desierto. —declaró Oberyn.

     Y por los siguientes días, Dorne celebró como hace mucho no lo hacía. El vino, el banquete y los bailes en honor a la recién nacida loba del desierto. La música sonaba fuerte en cada rincón de aquel reino y muchos nobles llegaron a Lanza del Sol, con las manos llenas de regalos dirigidos a los niños Stark incluso para Shireen, aparte de buenos deseos para Lena.

     Pero de entre todos los nobles que en ese tiempo visitaron Lanza del Sol, destacaron dos en específico: La Casa Dayne reiteró su apoyo incondicional a la joven Baratheon por la larga amistad que tenían. La que más sorprendió y dió de que hablar, fue la Reina de Espinas, Olenna Tyrell.

Para nadie fue extraño cuando la mordaz anciana pidió hablar específicamente con Lena, en privado.

— Tienes unos niños maravillosos. —elogió después de darles un buen vistazo a los menores— Es una lástima. —expresó Olenna— Una edad bastante sensible para perder a su padre. Tan hermosa y tan joven para ser una viuda. Toda una tragedia.

— Si, toda una tragedia. —concordó ella, sin ganas de hablar más del asunto. No quería recordar nada de ese día— Quizá los dioses se están encargando de castigarme por mis pecados. Mi deuda ya debe estar saldada.

— Joffrey merecía lo que le hicimos. —simplificó— Y ambas lo hicimos por proteger a los que amamos. No hay un crimen en eso. Además, hasta ahora nadie se ha enterado que fuimos nosotras, bastante inteligentes para no dejar rastros.

— Y mi tío casi muere por eso. —se reprochó a sí misma.

— Si pero no lo hizo. —alzó sus hombros, como si de verdad no le importara— Este mundo está mejor sin ese monstruo.

     Lena asintió, y estiró su brazo hasta alcanzar el jarrón lleno de vino. Lleno ambas copas y dió un gran sorbo al líquido rojo.

— ¿Qué piensas hacer ahora? —indagó— Ya te has escondido bastante tiempo. Sería un desperdicio si dejas pasar tu vida. Sé que te duele y sé que es difícil, pero un millón de lágrimas no lo traerán de regreso.

— ¿Y qué espera que haga? —cuestionó, sabía lo que tenía que hacer, pero algo dentro de ella quería la guía de esa mujer para saber qué estaba haciendo lo correcto— ¿Que vaya a plantarme frente a Tywin Lannister y decirle: Aquí me tienes?

— Espero que dejes de huir y actúes como lo que eres.

— Nunca quise el Trono de Hierro, mucho menos ahora.

— No es por el trono, es por lo que te arrebataron. —aclaró— Todos los hombres de Westeros son ovejas, ¿tú eres una oveja? No, tú eres una leona, y lograrás atravesar la tormenta. —decía alentándola a todo. A dejar el miedo atrás, de usar todo ese odio en su interior y transformarlo en una resistente armadura— Amabas a tu esposo, y ellos te lo arrebataron, entonces véngalo. Amenazaron a tus hijos y a ti, obligándolos a huir y esconderse en las sombras.

     Si antes sabía lo que tenía que hacer, ahora estaba cien por ciento Segura, dispuesta a destruirlo todo con tal de hacerles pagar.

— La Casa Tyrell peleará a tu lado. —declaró Olenna, uniéndose a la declaración de guerra de la antigua Reina en el Norte— Es hora de que regreses.

2 | NUESTRA ES LA FURIA ♕ GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora