NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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— ¿Estás segura de esto? —preguntó por tercera vez, porque aún seguía pensando que no era buena idea.
— Si, claro. Será divertido. —insistió.
Robb intercambió miradas con su hermana y su madre, las cuales miraban la escena con una expectante sonrisa. Catelyn sostenía a Joseph en brazos. Lena estaba frente a él con espada en mano dispuesta a tener un verdadero combate, ya que después de sus anteriores derrotas su orgullo había quedado ligeramente lastimado, por lo que recurrió a él.
— No tienes que demostrar nada. —trató de persuadirla— Tú ya eres increíble.
— Vamos, Brienne no quiso entrenar conmigo porque cree que me voy a romper. —la mujer rubia desvió la mirada nerviosa, después de haberla rechazado durante diez largos minutos. Podrick rió a su lado— Eres mi última esperanza.
Robb seguía dudando, pero normalmente no podía negársele por mucho tiempo, así que al final acepto.
— Esto será interesante. —murmuró Sansa, sintiéndose interesada en un combate por muy extraño que eso fuera.
Las espadas chocaron una y otra vez. Era una escena interesante que iba atrayendo a más personas del castillo, no todos los días podían ver a los Reyes en el Norte enfrentarse entre ellos. Por más que Robb intentara no ser muy violento con ella, sabía que Lena sería capaz de irse a otra habitación si se enteraba que la dejó ganar. Así que, por más que no le gustara la idea, chocó su espada contra la de ella con más fuerza haciéndola retroceder unos pasos.
Gendry ahogó una exclamación. Nunca espero que su hermana mayor peleara de esa forma. En toda su vida solo había conocido a una chica que era capaz de enfrentarse a un hombre sin una pizca de miedo. Hace tanto tiempo que no la veía, que ni siquiera sabía en donde estaba ahora.
Cuando salió de sus pensamientos, su hermana aún sostenía la espada en su mano, sólo que ahora su pecho subía y bajaba con rapidez y su cabello estaba ligeramente despeinado. Todos aplaudieron.
— Fue una buena pelea, linda. —aseguró Robb, igual con la respiración agitada.
— Realmente admirable, mi reina. —alagó Brienne.
— Unos días más y podrás vencer a cualquiera fácilmente. —aseguró Oberyn, y a su lado Bronn soltó una pequeña risa.
— No lo creo, tiene brazos delgados. Cuerpo débil. —dijo Tormund— Necesita leche de gigante, yo la bebí a los diez años. Por eso es que crecí tan fuerte.
