NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Lena caminaba de un lado a otro con su pequeña bebé en brazos, cantándole aquellas canciones que aprendió en el Norte.
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A estas alturas, Joseph ya dormía plácidamente en la cama de su madre ignorando el caos que se desataría próximamente. Eso era lo que Lena siempre se preocupó en ocultarle. No quería que sus hijos supieran a tan corta edad lo dura que era una guerra, algún día lo sabrían, no podía evitarlo. Pero mientras quería que vivieran su infancia con tranquilidad. Allister ingresó a la habitación anunciándose con dos golpes en la puerta justo cuando la reina recostaba a Elia sobre la cama.
— Todo está listo para partir. —aviso el caballero, caminando hacía ella.
— Bien. —dijo ella.
El equipaje estaba listo, sólo era cuestión de llevarlo al carruaje y esa era la razón por la que Allister estaba ahí. Al menos eso era lo que ella creía. Sintió su mano tomar su muñeca cuando estaba a punto de tomar una cobija para sus niños.
— Lena, hay algo que debo decirte. —dijo, con notable nerviosismo. Lena reaccionó igual, pero era porque tenia al menos una idea de lo que estaba por escuchar. Shae le había dado ciertos indicios, pero hasta ahora había ignorado todos— Tengo que confesarte que desde hace mucho tiempo estoy enamorado de ti. Te jure mi espada pero quiero jurarte mi vida. Te amo, y no hay nada que pueda cambiar eso.
La Reina lo miró con pena. Allister había estado a su lado siempre, llevándolo a considerar su más fiel servidor y un buen amigo. Por eso mismo se sentía tan mal al no poder corresponderle.
— Allister, siempre has estado conmigo, y me has seguido a donde sea que voy. Has puesto mi seguridad como prioridad aún poniendo en riesgo tu vida. Todo eso te lo agradezco. Y te quiero, de verdad lo hago, pero no como esperas.
Sus palabras eran sinceras, aún así trató de rechazarlo de la manera más delicada posible. Él no merecía ese dolor, pero tampoco podía aceptarlo cuando no había sentimientos de por medio, eso sólo le haría más daño.
