11. Wounds.

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Dicen que hay una luz al final de cada túnel oscuro. Que todo tiene un final. Que después de cada tormenta sale el sol, pero, pienso yo, ¿Todos somos merecedores de aquella luz, aquella paz de la que todos hablan? ¿Qué pasa si tu túnel no va hacia arriba, sino hacia abajo? ¿Cómo saber si mereces la luz o la oscuridad?

Nunca me formulé esa pregunta hasta que me encontré suspendida en la nada. Jamás en mi vida me consideré creyente de un lugar donde las almas viven eternamente. Podría deberse al hecho de que nunca hubo ese “alguien” que me salvara de la pesadilla que era mi vida. La fe debe ser alimentada por algo, pero no puedo contar las noches en las que me dormía rogando por “alguien” que me ayudara. Nadie vino. Así fue como mi fe murió antes de siquiera existiera.

De pronto, despojándome de mi océano de pensamientos, una luz helada me comenzó a rodear.

Esto es bueno, pensé.

El cielo es brillante, ¿no es así? Pero debería ser cálido. Quizá soy una de esas tristes almas condenadas al purgatorio. De cualquier modo no puedo quejarme.

Ah, eso dolió. Bien, quizá si pueda quejarme.

El dolor comienza a aparecer, punto por punto. Recordándome como me desvanecí. Me entumece y me hace querer llorar. Es insoportable. Lucho por el aire cuando me siento escupir lo que me queda de vida, bien, metafóricamente.

Lo primero que veo es el rostro de Spencer, luego nada, de nuevo Spencer.

“No cierres los ojos.” Me pide, pero ¿quién se cree para alejarme de mi paz eterna? “Quédate conmigo, Evelyn, por favor.” ¿Quiero quedarme con él? “Ya viene la ambulancia.” Si, niño bonito. No creo que ninguna ambulancia llegue lo suficientemente rápido.

Me vuelvo a fundir en la oscuridad en pocos segundos. Y esta vez no siento nada.

Lo siguiente que registro es el frío antiséptico de un hospital, y vaya que los conozco bien. Sé que estoy en una pieza, ¿en la morgue, quizá? El psicópata me abrió la garganta de lado a lado, ¿no?

La primera cosa estúpida que hago al abrir los ojos es llevar mi mano a mi cuello. Está rodeado en gasa y cinta. Al menos mi cabeza sigue pegada a mi cuerpo. En mi estómago hay una cobertura similar. Así que, lamentablemente, de esta salgo con vida.

Mis ojos logran enfocar las baldosas del techo, luego una bolsa de suero que se conecta a mi intravenosa. Y después a Spencer.

Él está sentado en la esquina, leyendo lo que parece ser mi informe médico. “¿Puedes tomar una pluma y doblar mi dosis de morfina?” Pido, apenas soy capaz de formular frases elocuentes. “Digo, eres doctor, y en mi opinión de paciente, no quiero sentir mis dedos por lo menos en una semana.”

“Estás bien.” Dice, más para sí mismo. “¿Cómo te sientes?” Balbucea, mirándome con el ceño fruncido.

“¿Te refieres a cómo me siento, ahora? ¿Incluyendo las apuñaladas y una garganta semi abierta? La mitad de bien de lo que me sentiría si me doblaran la dosis de morfina.” Él me da una sonrisa ladeada y suspira pesadamente. Algo en su mirada cambia antes de continuar, lo que me da a sospechar que va a tocar algún tema que yo no quiero discutir.

“El informe dice que la primera herida fue alrededor de hace diecisiete horas, la coloración del moretón me lo confirma, es violeta oscuro.”

“Claro, violeta oscuro, debo verme especialmente adorable con ese color.” Un pinchazo de dolor en el estómago me impide seguir bromeando. “Juro que podremos seguir hablando tan pronto como deje de sentir como si mi estómago fuera a empacar sus maletas y salir volando por mi boca.”

“Eh, si… Iré por el doctor.”

Cuando dejó la habitación, me permití sentir algo más que dolor.

Traición.

Sé que era tonto sentir algo tan egoísta, dado que era él quién me había salvado, pero si él se hubiera presentado esa noche, no hubiera sido atacada en primer lugar, o probablemente hubiera tenido más oportunidades de salir intacta si él hubiera estado allí. No podía culparlo. No podía convertirme en mi madre.

El doctor accedió amablemente -después de casi amenazarlo con el arma de Spencer- a darme un poco más de analgésicos. Y luego comenzaron a entrar los demás miembros del equipo a la sala.

“Te ves terrible.” Fue lo primero que me dijo Morgan. Le sonreí, sin poder realmente reír debido al dolor.

“Cumplido aceptado, tendrás que ayudarme a ponerme en forma para evitar que esto pase de nuevo.” Lo reté. Supuse que se lo tomó a broma, pero prometió hacerlo en cuanto estuviera en condiciones. Inmediatamente después se acercó Jennifer, con sus gestos de madre protectora, y Penélope, hecha un manojo de nervios. Me dijo que Rossi y Hotchner estaban con Peter Wright en la UAC, quién había sido capturado a unas calles de mi apartamento, y no estaban teniendo un atisbo de piedad con el desgraciado. Agradecí la información y el doctor los escoltó afuera para que yo pudiera descansar.

Pero no me sentía físicamente cansada como debería, era algo más bien emocional.

Miedo, decepción, ira.

Miedo, de que esto pueda ocurrir de nuevo si no soy lo suficientemente fuerte.

Decepción, quizá de mí misma, o de Spencer.

Ira, de no ser capaz de tener mi mierda junta por una vez en la vida.

Me recuesto de lago y dejo un par de lágrimas deslizarse por mis mejillas antes de caer en otro largo y perturbador sueño, donde es Spencer quien sostiene el cuchillo contra mi cuello.

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Son las diez cuarenta y cinco, ¿les molesta que me tome un descanzo para cambiar el look de mi wattpad y andar en tumblr un ratito? Comenzaré a escribir el siguiente capítulo a las once. ¡Comenten!

Fear of the Dark - Spencer Reid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora