2. Devil's host.

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Me despierto con un dolor de espalda de mil infiernos. Por supuesto, me dormí en el sofá. Ocurre nueve de cada diez veces. La sangre de mi mano ya está seca, pero mi herida podría infectarse.

Camino mecánicamente hasta el fregadero del baño, donde lavo los restos de sangre seca de toda mi palma y muñeca. Me escoce el corte, por lo que utilizo el botiquín de primeros auxilios para desinfectar la herida. Envuelvo mi palma con vendaje desinfectado y queda listo. Me ducho lentamente, lavando mi cuero cabelludo con dificultad gracias a la venda. Las voces no me molestan en la ducha, no las escucho si estoy ocupada.

Salgo envuelta en una toalla y comienzo a escoger mi ropa. No tengo nada que hacer, así que me coloco una camisa de franela negra bajo una falda de corte alto en blanco y negro que cae a medio muslo, con unas medias negras y un suéter verde musgo. Y mis planes varían entre jugar 21 Blackjack en un sitio en internet, ajedrez contra mí misma en el parque o leer algo. Sola. De nuevo. Hasta que mi teléfono sonó. El identificador me indicó que era un Alexis Brennan. No conozco a ningún Alexis Brennan. “Carters.” Contesté.

“Evelyn Carters, habla Alexis Brennan, Supervisor de la Academia de Cadetes.”

Oh, vaya. “¿En que puedo ayudarle, señor?”

“Queremos que vaya a la UAC, en Quantico, esta tarde, necesitan una psicoanalista.”

Psico… Oh, Dios.

“S-si, eh, si señor, estaré ahí enseguida.”

¡Oh Dios!

Colgó. Pude haber celebrado, si no tuviera prisa. Tomé mi maletín, mi teléfono, y mis llaves rápidamente y salí volando. Pronto me di cuenta que no era buena idea ir en motocicleta usando falda, pero no tenía tiempo para cambiarme, así que tomé mi abrigo café largo y me lo coloqué, cerrando un par de botones. Eso cubriría suficiente.

Esquivé algo de tráfico en mi camino a Quantico. Era un edificio antiguo, casi como una jefatura, con múltiples camionetas negras y patrullas estacionadas en frente.

Me di prisa para entrar y proveí mi nombre en el registro.

“Soy Evelyn Carters, me llamó el Supervisor Brennan.”

“Un momento… ¿Señor Hotchner? Aquí está la señorita Carters.” Habló por teléfono el oficial en el escritorio. “Agente Carters, por aquél pasillo, el Jefe de Unidad la verá enseguida.” Me entregó una identificación de visitante y continuó con lo suyo.

Agente, guau, suena tan elegante. No me molesté en corregirlo, caminé por donde me encargó, viendo las miradas que recibía.

Tan acostumbrada a ser el centro de atención, y no en el buen sentido.

Presioné mis labios en una línea mientras analizaba todo a mi alrededor. Un gran espacio lleno de escritorios, la mayoría meticulosamente ordenados, todo mundo caminando de prisa, ruidos al nivel correcto. Todos saben lo que hacen, cómo lo hacen, y lo que los demás hacen. Un hombre alto, de traje y pelo oscuro corto de acerca a mí. Camina con seguridad, confiado y al mismo tiempo cauteloso. “Usted debe ser el agente Hotchner, Supervisor.”

“Así es, usted debe ser la agente Carters.” Sacudió mi mano amablemente.

Decidí dejarle en claro quién era. “No soy agente, y-yo, yo solo soy cadete de la Academia, no he pasado mis exámenes para ser agente así que técnicamente no puedo tener el título, sin embargo…”

“Agente Carters,” repitió. “No hay ningún error, la Academia la recomendó para el puesto que requerimos durante este caso, el único error que veo que hay es que no utiliza su título de doctora. Psicoanalista, recién graduada.”

“Oh, eso.” Me sonrojé un poco y miré alrededor. “Me hace sentir vieja que me llamen doctora, además es solo un doctorado, tampoco licenciada, creo que todos somos personas sin importar el título delante de nuestro… Ya, me callo, no, no uso el título.”

El hombre sonrió de lado y caminó lentamente frente a mí, yo lo seguí con precaución. “Me recuerda a alguien que conozco, luce joven, espero que no le moleste que le pregunte su edad.”

“No, está bien, acabo de cumplir veinticinco.” Esquivé una mesa por poco, y luego me llevó a una oficina.

“Ahora será una agente de la UAC, aquí las cosas son algo diferentes. No la recomendaron por sus habilidades físicas, eso es seguro…” Miré a un lado, avergonzada. “Pero posee conocimientos en áreas esenciales para el puesto, así que usted fue la primera opción, ¿Cree poder adaptarse a nuestra dinámica? Tenemos una reunión en cinco, le podré presentar al equipo entonces.”

Me bloqueé por un segundo antes de asentir. Equipo. Jamás he trabajado con nadie. Siempre he sido solo yo, desde niña.

Respiré hondo y lo seguí. Entró a una sala, pero no pude seguirlo. Me faltaba el aliento y me latía muy rápido el corazón. Conté los dígitos de Pi hasta que me sentí mejor y entré lenta y silenciosamente.

Quizá no suficiente, o me esperaban. Idiota.

“Aquí está ella, todo mundo, ella es nuestra nueva miembro, la agente Evelyn Carters, doctorado en psicoanálisis, licenciaturas en sociología, psicología y filosofía.” Me presentó el agente Hotchner. Solo entonces miré lentamente hacia arriba.

Seis rostros tenían sus miradas fijas en mí. Una mujer vestida muy llamativa con el pelo vibrante me sonreía, a su lado, otra muchacha rubia y alta hacía lo mismo. También había un hombre de color calvo y musculoso, un hombre de edad más avanzada, con barba y pelo negro canoso, una tercera mujer con el pelo negro lacio con un flequillo.

Junto a una pizarra llena de información había un muchacho alto y delgado, con corto cabello café y enormes ojos chocolate vestido de corbata y chaleco.

“Bienvenida, rojita.” Saludó la rubia vestida de extravaganza. “Hotch, sé bueno y preséntanos.”

Él frunció el ceño, “Carters, ella es Penélope García, nuestra técnico,” me señaló a la rubia amable. “Ella son las agentes especiales, Emily Prentiss y Jennifer Jareau,” Indicó a la morena de fleco y la segunda rubia respectivamente. “Agente especial y entrenador táctico Derek Morgan y agente especial David Rossi.” Me presentó con el hombre fornido y calvo y el que parecía mayor. El agente Morgan sonrió y comentó algo en voz alta.

“¿A alguien más se le hace familiar?” Algunos rieron por lo bajo, yo fruncí el ceño hacia Hotchner.

“Y este es el Dr. Spencer Reid, nuestro primer psicoanalista.” Le ofrecí una sonrisa de lado al joven y él hizo lo mismo. Morgan me ofreció una silla a su lado y tomé asiento con mi maletín sobre mi regazo. Él seguía con esa pequeña burla privada conmigo.

“Bien, el caso…” Comenzó Hotchner. “Un cuerpo por día, mas o menos, en la mayoría de los estados. Todos tienen casi el mismo estado de descomposición, lo que indica que fueron asesinados con antelación. Creemos que quiere que encontremos uno por día. No parece tener preferencias escogiendo sus víctimas, así que no son crímenes de odio hacia una raza o grupo étnico.”

Iba tomando mis notas mentales mientras revisaba el expediente del caso. Las víctimas tenían residuos de cinta adhesiva en las muñecas y la boca. Garganta abierta de lado a lado. Mujeres, hombres, jóvenes, ancianos. En treinta de los cincuenta estados. Aproximadamente uno por día desde el dieciséis de mayo. Cada uno en un estado demográfico diferente, a veces ni siquiera cerca.

¿Una iniciación a una secta de crimen organizado? ¿Qué tienen que ver los días?

“Treinta y dos hasta la fecha.” Murmuré para mi misma. “¿Pueden saber si compartían alguna ideología no religiosa?” Algunos me miraron con interés. “Como, saber si eran demócratas o republicanos, practicantes, o con alguna posición de trabajo que los obligara a mostrar tales creencias.”

“Enseguida te lo tengo, nena.” Anunció Penélope antes de dejar la sala.

Aclaré mi garganta cuando Hotchner no quitaba su mirada de mi. “Ah, ¿Eh, algún asesinato el día de hoy?, Digo, sé que hay cientos de asesinatos el día de hoy pero, ¿alguno que comparta nuestro M.O?”

“Habrá que averiguar.”

Fear of the Dark - Spencer Reid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora