• | O 1 | •

1.8K 158 8
                                    

【 Calle, sangre y droga】


Gotas de sangre caían al frío cemento de aquella solitaria calle y un cuerpo se desplomó sobre el mismo dejando escuchar aquel sonido tan familiar.

Paso su antebrazo sobre su boca buscando quitar los restos de sangre, sacudiendo su mano un poco al finalizar, con la intención de que más gotas rojas impactarán en su encuentro con el suelo.

Observo como el cuerpo se movió. El Alfa se levantó del suelo en un solo movimiento con notable molestia, su rostro rojo, su respiración brusca y sus ojos injectados en furia, con una sola intención, golpearlo de nuevo. Pero él fue más rápido. Tomó su brazo y lo dobló rápidamente, de modo que quedase en su espalda para posteriormente utilizar su propio peso y empujarlo al suelo nuevamente.

¿Te rindes ya?

El Alfa solo emitió un gruñido y estuvo a punto de tirarlo a un lado para levantarse, tal movimiento provocó que lo empujase con más fuerza contra el suelo, decidiendo entonces su mejor opción en ese momento, tomando rápidamente su cabeza y estrellándola en el suelo, tirando de sus cabellos y golpeándolo las veces necesarias para desmayarlo, era todo lo que necesitaba. Lentamente retiró sus manos de su cabeza asegurándose de que efectivamente estuviera inconsciente, solo entonces se sentó a unos cortos metros de distancia.
Tomo aire y miro sus manos ensangrentadas, su ropa rota, sus heridas.

Él se había salvado.

Debe estar por aquí.

Dijo que esté es el lugar.

Seguro lo acabó.

Su mirada vago a un lado, en el cruce de ambas calles, y lo vio, lentamente sus ojos se abrieron en una sorpresa tardía al ser encontrado por el grupo de amigos del Alfa.

Mierda.

Fue lo único que logró susurrar antes de correr despavorido del grupo de Alfas golpeando sus rodillas en el duro suelo, arrastrándose antes de tomar impulsó para correr. Era fuerte, sí, pero no era estúpido y sabía que podía con un Alfa, a duras penas podía contra dos Alfa, con un grupo de tres saldría completamente herido, o muerto en el peor de los casos. Los Alfas eran agresivos y si portaban armas con ellos no dudarían en utilizarlas contra él.

Corrió lo más rápido que pudo, pero la suerte nunca estuvo de su lado.
Tiraron fuertemente del cuello de su vieja y desgastada chaqueta, todo fue muy rápido, y sin esperar un poco más fue sujetado por uno de ellos y golpeado por otro. Golpearon en su estómago, en su rostro, lo patearon y escupieron antes de dejarlo agonizando de dolor en el suelo.

Se abrazó a si mismo quedándose allí, solo, sin importar el tiempo o el clima en el que se encontraba. Era lo que menos le importaba en esos momentos. Solo esperó hasta que sus heridas mejoraran antes de tratar siquiera de levantarse.

Conocía el dolor. No había sido la primera vez que había recibido una paliza. No sería la última. Pero poco a poco comenzaba a comprender que cosas debía hacer en qué circunstancias.

Llegó a su casa por la madrugada, a eso de las tres. No hizo mucho ruido, a pesar de que sabía que su madre estaba despierta, esperando por su llegada. Y no se equivocaba, cubierta en una manta, sus ojos rojos, tal vez por lágrimas, tal vez por sus drogas, no lo sabía, no le importaba.

Llegué.

La mujer le dio un fuerte bofetón en la cara, lo que produjo que escupiera algo de sangre.

Estas no son horas de llegar, un día tu cuerpo aparecerá completamente destrozado y todo esto será tu culpa.

Sería beneficioso para ti, volverías con... Padre. ¿O no? —No creía que fuera cruel. Él no se consideraba cruel. Simplemente le gustaba hablar las cosas con claridad. Y aunque su madre no fuera la mejor, y la quisiera, no mediría sus palabras.
Caminó hasta la pequeña mesa de la sala y tomo aquella mediana bolsa, la cual abrió para tomar su contenido y armar un pequeño porro que encendió y fumo. —Ellos me molestan, no dejaré que lo hagan más, pensé que había quedado claro.

Claro como la paliza que te dé. Tú no puedes morir hasta tu mayoría de edad. Te mantuve vivo todo este tiempo y ni siquiera lo agradeces.

Pudiste dejarme morir —Sonrió, una pequeña sonrisa inocente que pasó a resentida y llena de odio en segundos. —Después de todo, solo soy un error y un defecto.

Limpia la sangre y ve a dormir. Todo es mejor cuando duermes.

Gruñó cuando la vio salir de la sala encaminandose al pasillo, directo a su habitación.

No soportaba que lo tratará de esa forma. Entendía que solo tenía quince años y que de algún modo buscará cuidarlo pero estaba claro que había destruido la vida de la mujer y que guardaba resentimiento contra él.

Nuevamente gruñó cuando bajó su mirada y descubrió que su porro se había apagado. Lo arrojó al pequeño cenicero y cubrió su rostro con sus manos antes de que la cólera se apoderará de su cuerpo y golpeara fuertemente la mesa, rompiendo ésta en el proceso.

Pero no le quedó más que hacer caso, y él odiaba hacer caso.

Limpió la sangre y el desorden, acostándose aproximadamente a las cinco.

Lastimablemente sólo alcanzó a dormir una hora antes de que tuviera que levantarse para prepararse y comenzar su día escolar. Porque si, aún iba a una escuela.

La manada era algo pequeña, pero sanguinaria y despiadada desde hace unos diez años, cuando unos Alfas de revelaron y tomaron el lugar para llenarlo de drogas, alcohol y sexo.

Los niños iban a uno de los pocos institutos que quedaron y no era más que una guardería.
Ellos no aprendían nada, solo peleaban y vendían droga entre ellos. Y aunque trató de alejarse de aquello terminó rindiendose por la marihuana.

Siempre se consoló a sí mismo repitiéndose "No eres débil como los demás, tu fumas cuando quieres, no por necesidad. Pero no te metas nada de eso." Si bien sus palabras eran ciertas, muchas veces de vio tentado a inyectarse o esnifar algo.

Pero algo en su interior le decía que no lo hiciera. Y no lo hacía.

Eso solo era, un día más en su vida.

Su asquerosa y simple vida.

SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora