【Él es...】
Llevaba un rato sentado en las escaleras de la casa observando el camino por el que ya se habían ido. Se había quedado pensando en las cosas que sucedieron en tan poco tiempo. Fue como si del día a la mañana fuera una persona diferente con una vida diferente en su totalidad.
Culpaba a Kyle, él le había hecho todo aquello y ahora simplemente se alejaba como si nada hubiera sucedido.
—¿Ya vas a entrar?
—En un momento.
El Alfa se sentó a un lado y lo observo tratando de decirle sin palabras algo como "¿Te invite?"
—Kyle esta castigado por un mes pero tú podrías ir a visitarlo.
Su rostro cambio. Él probablemente estuvo exagerando un poco, pero no era su culpa. ¿Desde cuando los castigos se obedecían? La idea de no verlo por un mes era agobiadora para él. No porque tuviera miedo o algo por el estilo, pero realmente estaba incómodo en un lugar donde, por más familia que fueran, no conocía. Al Alfa por lo menos lo conocía desde hace un tiempo y a su lado, las cosas eran completamente diferentes.
—¿Puedo?
—El castigo era para él y las palabras exactas de nuestro padre fue "No podrás venir a verlos por un mes" nunca se dijo que no podías ir a verlo.
—Tienes razón, entonces, ¿Vamos?
—¿Ahora? —El Alfa se rió cuando vio la emoción pintada en el rostro de Keanu, el cual, poco a poco dejo de sonreír al escucharlo burlarse. —Olvídalo, tú no puedes salir de aquí hasta que pase un tiempo. Tienes que acostumbrarte mínimamente a vivir aquí antes de comenzar a viajar.
¿Este idiota quiere morir acaso?
Ignoró sus impulsos, no sería conveniente, aún.
—¡Alan!
Ambos miraron hacía el interior de la casa y sin pensarlo se levantaron para correr a la cocina, que era donde se encontraba Sam. El gritó de éste había preocupado a ambos y no duraron un instante en correr a él, encontrándolo con el teléfono de la casa en mano y totalmente relajado.
—Es Blaise, dice que se llevó tu teléfono celular y quiere hablar algo contigo.
Ambos relajaron sus hombros y suspiraron a la vez, para luego mirarse y evadir la mirada casi al instante. El Alfa tomó el aparato y se dedico a hablar mientras él se alejaba del lugar, siendo seguido por el Omega.
—¿Keanu?
Volteo para mirarlo unos momentos antes de hablar.
—¿Sucede algo?
—¿Quisieras acompañarme a comprar las cosas para la cena? Podría enseñarte la manada también. —Se congeló unos momentos, él no tenía dinero, no podría comprar nada, pero, él parecía tener dinero para comprar, ¿Debería ayudarlo con eso? —Si no quieres esta bien, debes estar...
—Quiero. Pero no tengo dinero.
—¿Dinero?
—Para la cena.
¿Era normal que su sonrisa le hiciera sentir cálido?
—Tengo el dinero suficiente para eso. Trabajo y recibo una ayuda económica por parte del Consejo.
—¿Ayuda?
—Es como una compensación por los años en que estuve fuera.
Decidió no preguntar más y asentir, rápidamente salió para verlo salir a los minutos.
—¿Él no viene?
—Blaise tiene unas cuantas cosas que decirle. Pero no tardaremos mucho.
Esa era la primera vez que compraba junto a una figura paterna. Nunca antes nadie lo había acompañado a hacer las compras, y eso también lo hacía sentir ansioso. Se sentía ansioso por cada cosa, sin saber que hacer, como actuar, que decir, nada. Lo veía de reojo, ambos tenían casi la misma estatura, siendo él solo un poquito más alto que su padre. Apreció silenciosamente como era, sin haberlo notado tampoco. Pero de esa forma observo su cabello de algún color entre rubio, castaño o cobrizo tal vez, sus ojos oscuros, sus facciones finas y a la vez, marcadas. Estaba algo pálido y probablemente, más delgado de lo que debería. Se cuestiono si era naturalmente delgado o había sido un mal cuidado para su persona de su parte. Sus ojos eran profundos y brillaban, pero podía ver las ojeras oscuras bajo sus ojos.
Tuvo un sentimiento de culpa, como si fuera completamente su culpa el estado del Omega, y junto a ese sentimiento de culpa llegó la necesidad de cuidarlo.
—¿Qué vamos a comprar?
—Solo algunas cosas, pero todo esta en el mismo lugar. Así que tendremos un poco de tiempo para ver el lugar.
Ya cuando estuvieron en el lugar se cruzaron con algunas personas, las cuales para su sorpresa, la mayoría saludó y se acercó al Omega para preguntar por él. ¡Inclusive niños!
Todos se alegraron y lo abrazaron cuando Sam lo presentó como su hijo, y escuchar aquellas palabras proclamandolo sin titubear como su hijo lo hizo sentir completo, feliz inclusive.
Y mientras terminaban de buscar los alimentos, no pudo evitar preguntar.
—¿Cómo es que te conocen todos aquí?
—Cuando llegue aquí estaba asustado, por completo, no tenía idea de que sucedería conmigo una vez el Consejo me abandonará. Me entregaron a una familia, la cual se encargaría de ayudarme a estabilizarme. Encontré trabajo en una panadería al inicio, solo eran cinco días, y ya los fines de semana los tenía libres para mi, pero en cambio, me decidí a ayudar a las familias de la manada cuidando a los niños. Esto hizo que todos depositaran su confianza en mi, y ya después, todo siguió hasta lo que hoy es.
—¿Cuánto tiempo te llevó acostumbrarte?
—Casi un año. Nunca tuve una casa linda o personas que se interesarán por mi. Y una vez obtuve todo eso, no quería dejarlo.
—¿Crees que me acostumbre tan rápido como tú?
—Seguro que sí.
No se dio cuenta de cuando habían llegado, pero allí estaban. Acompañó a Sam a la cocina y dejó las compras en la mesada, compras que había decidido llevar para ayudar al Omega.
Terminaron cocinando los tres, y para su sorpresa no fue incómodo en absoluto, pero tanto el Alfa como él se sentían atraídos por los maravillosos aromas que el Omega lograba hacer al mezclar cada alimento, agregando cualquiera de las cosas que ellos estaban encargados de cortar o picar.
Tal vez se produjo una competencia entre ellos, cosa que Sam no tenía porqué saber.
Y allí estaba, luego de comer, frente a la habitación que le había sido asignada. La que su padre había guardado especialmente para él.
Encontró una manta sobre la cama tendida, la cual, sin pensar mucho tomo.
—Era tuya. Fue lo que nos guió por un tiempo. Por tu aroma. —Sam tomó aire, queriendo alejar las lágrimas. —Kyle solía olfatearla cada que venía, desde que era solo un niño. Usualmente era el que encontraba tu aroma.
—¿Él... Lo sabía desde ese entonces?
—¿Saber qué?
—Qué es mi destinado.