Los siguientes dos días fueron de saludos en los pasillos, Emilio tomaba sus prácticas con Mario mientras que Miriam se encargaba de instruir al más joven.
Hasta que llegó el tercer día, había una reunión muy importante en la que Miriam y Mario tenían que estar presentes.—Joaquín, necesito favor.–Ángela grito justo cuando vio entrar al castaño.–Dile a tu amiga que venga también.
—¿Graciela?–el chico asomó la cabeza por la puerta, ella seguía parada ahí afuera pero hacía señas de súplica para que no le pidieran que se quedara.—No está aquí, supongo que Betty la necesita con urgencia.–mintió.
—Bien, entonces te tocará ir solo.–sacó un carrito en donde metían las sábanas, toallas y todo lo que necesitaban para arreglar las habitaciones y comenzó a llenarlo con lo necesario.—Necesito que vayas a llenar los cuartos del piso cinco, tres y uno.
—¿Puede ayudarme alguna ama de llaves?
—Lamento decirte que no, ahorita solo se encuentra Anais y Dora, hay mucho trabajo y no van a poder ayudarte.–respondió mientras llevaba un segundo carrito.
—¿Y Luz?
—Está ayudando a Anais, tienen que pasar las habitaciones también.–terminó de llenar el carrito.—Miriam y Mario están en una junta, necesitamos tener esto listo antes de que se acabe el turno.–Joaquín asintió.
Entonces, entró, lucia aburrido, su traje estaba mal forjado y su cabello era un revoltijo.
—¿Ya se terminó la junta joven?–preguntó la mujer al chico de rizos.
—No, solo que me he salido, todo esta muy aburrido, necesito moverme.
—Excelente.–el rostro de Ángela brilló de felicidad.—Puedes ayudar a Joaquín. Ándale muévanse.–empujó los carritos hacia donde se encontraban los chicos.
Ambos salieron de la lavandería y se dirigieron al elevador de empleados, como pudieron metieron los carritos y a ellos mismos en aquel pequeño ascensor.
—De nuevo compañeros, ah.–el rizado rompió el silencio que reinaba en aquellas cuatro paredes de metal.
—Si.–le respondió el más joven, la puerta se abrió, empujaron los carritos y salieron de ahí.
Ambos caminaron hacia el cuarto en el que guardarían las cosas. Joaquín abrió la puerta y comenzaron a acomodar todo. En verdad se trataba de tener paciencia, sacaron las camas reclinables, los carritos de las empleadas y comenzaron a acomodar las sábanas, almohadas, toallas y colchas.
—Bien, creo que es todo.–el castaño sacó el carrito y comenzó a meter las cosas de nuevo.
—Déjame te ayudo.–Emilio tomó el carro de ama de llaves y miró unos chocolates.—Mira.–tomó el dulce en sus manos.—¿Ahora si puedo tomar uno?
—Nop.–le quitó el chocolate.—anda, mejor vete yendo al elevador, yo terminaré de guardar esto.–el rizado asintió y se marchó.
Joaquín tomó dos chocolates y los guardo en su bolsillo.
Así siguieron con el tercer y primer piso. El último, era en donde el rizado se hospedaba.
—Bien, creo que aquí me quedaré yo.–avisó el mayor, deteniéndose en la puerta con el número 106.
Joaquín hubiera jurado que el se hospedaba en alguna de las habitaciones del quinto piso, bien pudo checar en la computadora, pero la verdad nunca fue algo que le interesara investigar.
—¿Qué pasa?–preguntó el rizado cuando vió al castaño tan pensativo.
—Nada, solo pensé que te hospedabas en alguna habitación del quinto piso, o mínimo en la habitación 110, es un poco más grande que las normales.–Emilio negó y rió.—¿Qué te causa gracia?–el castaño frunció el ceño.
—Que todos piensan que mi padre me tiene aquí con todos los lujos y no es así.–pasó la tarjeta por la puerta y esta hizo un ruido avisando que podía entrar.—¿Quieres pasar?–ofreció. Joaquín miró hacia ambos lados, el pasillo estaba vacío.
—No creo que se correcto.
—Bien.–se limitó a decir Emilio y abrió por completo la puerta para entrar a su habitación.—Nos vemos luego Joaquín.
—Espera.–lo detuvo el más joven.—Toma.–le extendió 6 chocolates.
—¿Qué es esto?–preguntó Emilio mientras recibía los dulces.
—Chocolates, ¿No es obvio?
—Si, pero...–fue interrumpido.
—A veces cuando vengo a los cuartos a surtirlos, me robo chocolates.–sonrió y comenzó a caminar dejando a Emilio parado en la puerta.
Después de mirar los chocolates en su mano, Emilio cerró la puerta y dejó los chocolates en el buró, se lavó las manos y tomó uno, saboreando los sabores que éste le provocaba. Mientras se deleitaba abriendo más chocolates y comiéndolos, su celular sonó.
—¿Bueno?–atendió al número desconocido.
—Estoy aquí.–habló la voz del otro lado de la línea.
—Pensé que esto lo hablarías con mi hermana.–respondió el rizado un tanto molesto.—Les dije que no me metieran en sus pedos.
—Ni tu hermana y mucho menos tu papá quieren verse conmigo, eres el único que se que lo hará y más porque se donde esta y tu muy bien sabes lo que soy capaz de hacer.–amenazó.
—Chinga tú madre.–la cólera estaba invadiendo el cuerpo de Emilio.
—No será la primera ni la última vez que me lo digas.–una carcajada sonó del otro lado.—Te espero, ya sabes dónde.
—No puedo salirme de aquí.
—Si puedes, si tanto la quieres, si vas a poder, me comunico después contigo.
La persona del otro lado de la línea colgó, dejando a Emilio con un coraje y un mal sabor de boca que ni siquiera los chocolates que tenía en su buró podían quitárselo.
Holaaaa
Vengo a molestarles y decirles que tengo otra historia en mi perfil por si gustan leerla, se llama Hotel California, como eso era todo, nos leemos luego:)
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O' Hotel (Emiliaco)
Fanfiction-Dime que quieres Emilio ¿Qué quieres para poder tenerte feliz?-preguntó el hombre ya enfadado. -Algo que el dinero no puede comprar. -No existe nada que el dinero no pueda comprar, ya dime que es lo que quieres. Necesito a mi hijo de nuevo, te quie...