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-En serio Jennie, ya no sé qué hacer. Todos los días me acompaña hasta la recepción y se queda detrás mío mirándome hasta que tomo el autobús.

Jennie se cruzó de brazos, apoyándose contra la pared de su oficina. Comenzaba a hartarse de que el idiota de su jefe actuara como un maldito psicópata con Irene.

Sobre todo porque odiaba ver a su amiga llena de angustia cada día.

-Te juro que si algún día te llega a poner un dedo encima, mataré a ese infeliz.

Irene no la escuchó, estaba con la mirada perdida en el suelo, pensando en su problema.

-De verdad que siempre trato de evitarlo, soy cortante cuando tengo que hablar con él y trato de hablar con su secretaria para no tener que enfrentarlo, pero sigue sin llegar a entender que no lo quiero cerca de mí. Te prometo que jamás he tratado de provocarlo o algo por el estilo.

Cuando sus ojos se humedecieron, Jennie se acercó a ella y la abrazó. Le acariciaba el cabello mientras Irene descargaba sus emociones llorando en su hombro.

-Cariño, sé que tú jamás harías algo como eso, mucho menos ahora que estás con Seulgi. No escuches lo que esos idiotas están diciendo sobre ti.

Ese era otro problema con el que su amiga tenía que lidiar. La mayoría de sus compañeros de trabajo creían que en realidad era ella la que estaba detrás de su jefe todo el tiempo, principalmente, porque según los rumores Irene quería su dinero. Pero Jennie sabía muy bien que los rumores habían nacido a raíz del rechazo que Irene siempre había tenido a sus compañeros que habían intentado algo con ella alguna vez en el pasado, sin éxito alguno.

Pero lamentablemente, aquellos comentarios, por mucho que Irene tratara de evitarlos, convertían cada día de trabajo en un infierno. 


Irene terminó de guardar sus cosas para marcharse, encontrándose con la sorpresa de que Jennie la estaba esperando en el elevador.

-Si me hubieras contando antes sobre que el idiota te acosaba a la salida, te hubiera esperado cada día -Jennie entrelazó sus brazos y la hizo entrar junto a ella al elevador.

Cuando se abrieron las puertas en el piso de la recepción, no fue sorpresa para Irene verlo ahí. Pero a diferencia de días anteriores, hoy estaba esperándola en uno de los sofás de la recepción y no fuera del edificio. 

-Solo ignorémoslo y sigamos de largo -susurró Jennie, apegando a su amiga contra su cuerpo. 

Irene iba con la mirada centrada en sus tacones mientras caminaban hacia la salida e hizo una mueca cuando escuchó aquella voz que le revolvía el estomago. 

-Señorita Kim -el hombre miró su reloj de pulsera y luego le dio una mirada extraña a Jennie- Pensaba que su piso ya se había retirado hace media hora.

-Me quedé terminando un papeleo -respondió Jennie, sin dejar de caminar junto con Irene- Hasta mañana señor Hyuk. 

Pero no alcanzaron a dar más de tres pasos cuando el hombre volvió a hablar.

-Señorita Irene espere.

-Lo siento, tenemos prisa -se excusó Jennie pero sintió un jalón cuando su jefe tomó a Irene del brazo y la hizo detenerse.

-¿Envió los archivos que le pedí está mañana?

Ambas chicas lo miraron con intriga, Jennie porque no terminaba de creer que el idiota en verdad haya tironeado a su amiga, e Irene lo miraba porque estaba segura de que su jefe en ningún momento le pidió algo como eso, o al menos no ese día.

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