3- Snowbaz - Fashion

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Ir a comprar con Baz era como descubrir un nuevo mundo. Existía el de los Normales, el de los Magos, y luego el de la Moda. Así, con mayúscula incluída. Era un mundo en el que Simon Snow nunca se había preocupado por conocer; su cartera y siendo el Elegido tampoco le daba muchas opciones de ropa. Además, la de Watford era gratis y cómoda, tampoco había tenido por qué preocuparse después de entrar en la escuela, dejando esa opción únicamente en verano. Cambió el peso de las bolsas de un brazo al otro, porque aunque sin sus poderes siguiera siendo bastante fuerte, aquello era constante y molesto, pero lo hacía por él. Por su novio.


Aún se le hacía raro llamarle de esa forma ya que aún se estaba replanteando su existencia después de todo lo sucedido con el Mago. Suspiró en parte de alivio por el cambio de peso, en parte por los pensamientos que seguían atormentandole. Le había prometido a Baz una tarde libre de torturarse, pero parecía que le era imposible como lo era dejar de quedarse embobado con cada nueva pieza de ropa que se ponía. Habría empezado a sentirse mal de vestir unos simples tejanos con una camiseta blanca sin mangas y una chaqueta de cuero sin nada que destacar si no fuera porque se perdía en la figura del chico. El modus operandi había sido Baz soltando largos discursos de por qué ciertos tipos de ropa le quedaban bien y qué colores no le favorecían del todo su pálida piel, y de mientras Simon simplemente embobado sin decir ni mú porque estaba demasiado embelesado o avergonzado de su propio comportamiento para siquiera decir nada. Merlín, parecía un adolescente de nuevo. No que lo hubiera dejado de ser en algún momento.


En algún punto de la tarde Simon se fijó en la poca gente que recorría el centro comercial y se soltó un discurso a sí mismo para por fin cogerle la mano a Baz con la que no llevaba todas las bolsas. Mantuvo la mirada en sus manos entrelazadas, Baz sin saber qué hacer exactamente. Tenía miedo de que, si se movía mucho, perdería aquello como le había perdido toda la tarde. Aún así, aquello no le detuvo mucho de soltar el siguiente comentario sarcástico.

— ¿Has vuelto? Pensaba que te había perdido en el primer cambiador. Parecías un fantasma detrás de mí sin decir nada.

Simon se encogió algo en sí mismo, dándose cuenta que realmente se había pasado la tarde perdido en él, pero para él realmente se había perdido. Volvió a colocar la mirada hacia delante, desviándola entonces hacia el lado contrario de donde estaba Baz para soltar aquello como si fuera un comentario de lo más normal.

— En ningún momento me he ido, si me hubiera perdido la fashion week que te has montado en apenas unas horas, no me lo habría podido perdonar.

Eso, viniendo de Simon, era mucho. Eran más de tres palabras juntas que apenas significaban nada. Eran palabras llenas de ternura y de un inocente motivo de por qué no había dicho nada; Baz le había quitado el aliento a suspiros. O así lo quiso interpretar. Sabía lo poco que le gustaban las muestras de cariño en público, no porque se avergonzara de él, sino porque aún no estaba cómodo con qué era. Baz simplemente sonrió una de aquellas raras sonrisas que siempre había guardado sólo para Simon y estrechó algo más su mano, acariciándola con el pulgar. Crowley, si iba a ser así cada vez que lo arrastrara de los rizos a llevarle las bolsas, arruinaría a su familia si hacía falta. Se guardó una nota mental con darle un beso en casa y se detuvo delante de una tienda algo más urbana, mirando con una sonrisa traviesa al chico. Simon no entendía a qué venía eso.

Lo entendería enseguida.

— No te creas que te vas a librar. Vamos a renovar tu armario o lo incendiaré cuando lleguemos a casa. Lo cual, haré igual.

El chico pareció perder el color de la cara mientras era arrastrado dentro de la tienda por la mano de su querido novio. Sin duda, aquella iba a ser una tarde de los más divertida.

Fictober 2019Where stories live. Discover now