2- Leokumi - Insomnia

16 0 0
                                    

Con sudor enfriando su frente se despertó Leo en un grito ahogado, sentándose con la prisa de quien no encuentra aire en sus pulmones y lo busca. Abrazó la sábana con fuerza contra su pecho, cabeza gacha dejando que el cabello tapara su cara, enganchandose a ésta. A los pocos segundos encontró su aliento y alzó la cabeza, al fin dejando de temblar. Fue entonces cuando una mano se apoyó en la parte baja de su espalda, haciendo círculos con el dedo índice. Del contacto siguió un pequeño bote del rubio, pero enseguida se relajó ante las caricias y dejó que aquella pequeña acción fuera lo que le terminara de traer al mundo real. Porque la conocía, porque le traía recuerdos y sensaciones que dejaban una ola de paz sobre su piel, su cuerpo, su corazón y su mente. Mentiría si dijera que no fingió para tener aquello unos minutos más, pero Takumi se terminó dando cuenta y le dio una palmada en la zona donde había estado haciendo cosquillas.

— ¿Puedes respirar, Leo?

Podía sonar raro, pero le encantaba cuando pronunciaba su nombre con tanto cuidado, con una voz a la vez aterciopelada por el sueño como llena de vulnerabilidad y preocupación. Se dejó caer hacia atrás, acertando su cabeza en su pecho y dejando que la mano que antes lo había arrastrado a su mundo le abrazara por la cintura, acurrucándolo a su lado. Cuando Takumi abrazaba de aquella forma, era protectiva. Era considerada. Era afectiva, cariñosa y seriamente preocupada. Dejó un pequeño beso sobre su cabello, respirando profundamente (lo pudo notar precisamente por su pecho). Leo asintió a su pregunta al fin, cerrando los ojos y borrando la sombra de sonrisa que se le había dibujado en los labios con las pequeñas muestras de afecto del contrario. Se acurrucó, al fin dándole voz a las palabras que rondaban su cabeza. Salió en un suspiro con la voz rasposa del susto y de no haberla usado en horas.

— Si, estoy bien Takumi. Simplemente... — Su voz pareció llevarsela el viento, no terminando la frase.

— Has vuelto a tener la misma pesadilla. — Otro intento de sonrisa. No sabía si le encantaba que Takumi pudiera adivinar esas cosas con tanta facilidad porque le conocía demasiado, o si era una desventaja. Estratégicamente hablando, lo era, y él era un mago oscuro y el mejor estratega del reino. Es por eso que sabía cuándo aceptar una derrota; hacía tiempo que le había entregado su corazón al arquero, y él se había asegurado que no se arrepintiera en ningún momento. Lo seguiría haciendo, lo sabía. Takumi le dejó otro beso, esta vez en su sien, y lo terminó abrazando con una pierna, girándose sobre su lado y reposando la barbilla sobre la cabeza rubia. Aquello sacó una pequeña risa del mago y lo abrazó de vuelta también girándose.

— Estás aquí, Leo. Estás a salvo. La guerra ha acabado y estoy vivo, soy real.

— Si, y seguirás quemando las tostadas por la mañana, y las tortitas, y los... — Parecía que iba a desenrollar la larga lista de platos culinarios que Takumi no podía hacer, así que le dio un pequeño golpe en la cabeza con la barbilla y lo abrazó más fuerte.

— A dormir, escoria nohria.

— Dulces sueños, arquero de pacotilla. — Ahora sí que podría dormir, lo sabía, las pesadillas que le habían robado tantas horas de sueño y vida parecían un recuerdo lejano de una época bañada en sangre y desesperación, no su presente. No el de su persona más querida. No el de su familia.

Y, con esto, consiguió conciliar el sueño en los brazos de su amado.

Fictober 2019Where stories live. Discover now