4- Dimileth - Nightmares

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Una mano fría acarició el pómulo del joven, otra lo tomó de la mano, la siguiente le acarició el cabello y la última lo agarró del cuello. Pero el niño no se movió, no hizo nada por detener sus pecados.

Porque los había cometido con plena conciencia de ello, preparado para su castigo. Preparado para morir ahogado por ellos.

El frío de las manos pareció invadirle, tomando no solo el control de su cabeza pero ahora el de su cuerpo. Había olvidado cuanto tiempo se ahogó en sus emociones, no consiguiendo recordarlo hasta que una pequeña luz se abrió paso por las formas translúcidas que lo rodeaban, que lo habían tenido desde la más tierna infancia. ¿Pero no seguía siendo un niño?

Una figura se posaba en el centro de la nada con la mano extendida, más alta que él. Parecía más alto que el niño. Éste quiso tomarle la mano, pero en lugar de ello, solo le salió correr. Seguir corriendo, porque no quería que la única forma corpórea que había visitado en años se volviera como las demás. Huir, porque si se quedaba y volvía a sentir solo las haría más hambrientas. Él también tenía hambre, claro, pero solo quería ser transparente.

Una mano cálida lo tomó de la mano, otra le acarició la espalda, y ambas lo abrazaron. El chico se vio inundado por emociones, ahogado en miedo y pánico de que desapareciera en su lugar, en sus brazos. Pero la calidez no se fue, y él tampoco se volvió uno más. Correspondió al abrazo, finalmente dándose cuenta que era más alto que su salvación, dándose cuenta que había crecido y madurado desde su infancia plagada de dolor y crueldad. Ahora era otra persona, una con la determinación de no dejar que las tragedias translúcidas de su pasado se manifestaran en nadie. Con la determinación de quien vuelve a la vida por una causa, por un legado, por un amor.

Dimitri se despertó empapado en sudor, rápidamente levantándose con lo que parecía el principio de un grito de guerra. Se vio detenido por una mano en la espalda, el otro hombre rápidamente levantándose a abrazar a su amado. La mente humana suele recordar mejor las últimas partes de los sueños aunque despertemos con sensaciones que nos haya provocado en general. Dimitri recordó la calidez y salvación que Byleth le había brindado cuando más lo había necesitado, como aquella recurrente pesadilla era solo eso, un producto de su dañada mente en un intento de que volviera a la desesperación de quien desea la muerte. Apoyó el cuerpo en el hombre, en su abrazo, y lo correspondió. Con su peso terminó por tirarlo contra la cama y se durmió acurrucado a él, Byleth acariciando su cabello y su espalda para que durmiera sano y salvo de todo lo malo que les podía esperar. Había tomado el hábito de despertarse con las respiraciones aceleradas de su rey, indicación de que algo lo atormentaba, y así seguiría haciendo hasta que pudiera curarle cada una de sus heridas, daba igual el tiempo que tardara, él siempre estaría ahí.

Fictober 2019Where stories live. Discover now