Fictober 2019

17- Shuake- Surprise

Ese día había quedado con Ryuji y, extrañamente, se había levantado más pronto de lo normal para acicalarse. Ya casi había olvidado lo que era maquillarse para uno mismo, siendo siempre las maquilladoras de plató quienes lo hacían por él. Tampoco iba a hacer nada vistoso o extravagante, simplemente... No sabía que estaba haciendo. Depositó el pincel en el mármol del baño y agachó la cabeza, suspirando.

Lo único que pasaba por su cabeza era el recuerdo de anoche, el insomnio y las pesadillas atacandole como cada noche cuando la luz de su móvil lo deslumbró. Con los ojos aún cerrados por el cambio de intensidad tomó el teléfono y lo desbloqueó, abriéndose el mensaje recibido; era del jefe de la banda, de su archienemigo, de la persona por la cual se había colado. Cuando vislumbró el nombre abrió rápidamente los ojos y se sentó en la cama para estar más cómodo.

-

Kurusu Akira:

Akechiiiii

Akechiii

AKECHI GOROOOO

Tu:

Son las 2AM Kurusu-Kun

Qué te pasa en la cabeza

Kurusu Akira:

Dices eso pero sigues despierto ehh

¿Mañana haces algo? Me ha dicho Ryuji que quiere hablar contigo.

-

Le dio un pequeño tic en la ceja. Se frotó la cara, haciendo un mapa mental de su agenda para el día siguiente. Le tocaba hacer la compra y organizar el piso, pero podía dejarlo para el día siguiente. Estiró la espalda, tomándose su tiempo para responder. Casi podía escuchar al chico impaciente al otro lado.

-

Tu:

No tenía pensado nada importante

Podría hablarme él directamente

Kurusu Akira:

Dice que por eso quiere hablar contigo a solas

-

Sakamoto Ryuji, eres imbécil.

-

Kurusu Akira:

Te va bien a las 10? Dice que te manda la localización luego

Tu:

Para eso si, ¿no?

Sigh

Me va bien, me vuelvo a dormir

Akira Kurusu:

Valeee

Buenas noches!! ♥♥♥♥♥

Descansaaaaaa

-

Extrañamente, aquella pequeña e insignificante conversación con Joker le ayudó a dormir el resto de la noche como un bebé. Lo mucho que el otro lo llegaba a calmar con apenas unas palabras era uno de sus mayores temores, porque eso significaba que sus sentimientos se estaban intensificando.

Eso no era bueno para nadie.

Tal y como prometió, al día siguiente a las ocho de la mañana Ryuji le envió la localización a Akechi de donde iban a quedar, y curiosamente era cerca de LeBlanc. Hacía meses que no pasaba por la cafetería, entre haber estado en el hospital por las heridas que recibió del palacio de... de ese hombre y la vuelta al trabajo y a recuperar horas de estudio perdidas, no había tenido tiempo para relajarse mucho. Es más, ese era su primer fin de semana libre en literalmente meses y lo estaba gastando en quedar con Sakamoto Ryuji. Su relación no era tan mala, era solo que el otro, aún después de todo, seguía escéptico de él. Volvió a coger el pincel y terminó de blendear la base. Ya recordaba porque estaba haciendo aquello; su cara lucía peor de lo normal. No era feo, al contrario, sabía que era guapo y se cuidaba por ello, pero todo ese tiempo sin dedicarse un respiro... Le había pasado factura. Esa noche pensaba darse un capricho y cuidarse, darse ese rato que necesitaba. Se puso algo de sombra de ojos, un color natural, algo de lip gloss que no fuera demasiado vistoso y se vistió con su característico suéter. Tomó la cartera con sus cosas y salió al fin. Llegaría puntual al sitio, lo cual sabía que el otro no lo haría.

Extrañamente, Ryuji si fue puntual. Para cuando llegó él, apenas un minuto después, llegó el rubio y lo saludó con la mano. Akechi sonrió leve, forzándose a ser majo para aplicarse el cuento de que debía cambiar para bien, no para esconderse de nuevo. Ryuji lo arrastró al café, aún cuando Akechi no quería ir. No era personal, simplemente... Akira ya no estaba en la ciudad, ya no tendría la oportunidad de verle en un ambiente de paz y tranquilidad y disfrutar su café, por lo que no veía el punto de entrar en un sitio donde había hecho más daño que bien. El rubio entró antes que él mientras que el detective se quedó plantado frente a la puerta, pensativo. Se cruzó de brazos, sopesando si quedaría muy mal si se iba corriendo en ese momento, la culpabilidad y ansiedad carcomiendo y subiéndole por la garganta. Tragó con fuerza, tosió levemente y se armó de valor. Debía rendir honor a Robin Hood, debía ser valiente. Para cuando abrió la puerta y se encontraba dentro, un tubo de confeti le explotó en la cara.

Sus sentidos se vieron nublados por un segundo por gritos, explosiones de confeti y brazos y colores en el aire. Recuperó la compostura a los cinco segundos y se quedó ensimismado en la atmósfera del lugar. Todos estaban ahí, mirándole, esperando a que reaccionara. Ann y Makoto estaban sentadas en los taburetes de la barra, Haru y Futaba se encontraban sentadas en un sofá y la mesa respectivamente. Ryuji acababa de pasar un brazo por sus hombros, medio abrazándolo. Yusuke simplemente se encontraba de pie a un lado con Morgana en brazos. Todos portaban confeti tirado en el pelo y en las ropas, y entre todo ese jaleo, los ojos del príncipe solo se podían fijar en la última persona que se esperaba encontrar ahí. El desaliñado cabello del chico también estaba lleno de confeti, y sus brazos ahora estaban abiertos, como esperando algo. Sabía qué esperaba, pero su cuerpo no parecía estar recibiendo ordenes en ese momento. No fue hasta que Akira habló que Akechi reaccionó.

— ¡Sospresa! ¡Feliz cumpleaños, Akechi!

¿Feliz cumpleaños? Volvió a desplegar un mapa mental de su agenda para fijarse que, efectivamente, había olvidado que ese día era su cumpleaños. Nunca le había dado mucha importancia a celebrar que había nacido; no le parecía que fuera algo que se tenía que celebrar, puesto que la mayor parte de su vida había deseado no haberlo hecho. Abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero solo le salió caminar hasta el líder y abrazarlo con lentitud, como si aquello se fuera a convertir en una de las pesadillas que lo perseguían por la noche. Cuando Akira le correspondió, escondió la cara en la curvatura de su cuello y sonrió. Sonrió tan amplia y felizmente que le comenzaron a doler hasta las mejillas.

Así es como debía sentirse estar en casa.