Capítulo 1

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Hace mucho tiempo, mi abuela me contó sobre las aventuras que mi bisabuelo había tenido en Japón cuando él era joven, entre los años 1915 y 1920, justo en el apogeo de la corta era Taishō. Me dijo que a él siempre le había gustado viajar alrededor del mundo y cada que regresaba a casa, él traía algo consigo.

Por lo general, eran objetos antiguos muy llamativos y otros algo extraños. La casa de mi abuela estaba atiborrada de aquellos objetos que su padre había adquirido a lo largo de los años. Desde libros antiguos, pinturas de paisajes, utensilios de cocina, pequeños objetos con formas raras y hasta armas peligrosas. Mi abuela tenía un sitio especial para cada cosa y en particular para las armas, las cuales solo algunas estaban expuestas colgando sobre la pared.

Todo aquello hacía parecer a mi bisabuelo como un hombre desalmado y rebelde, pero la verdad era un simple coleccionista con ideas pacifistas, motivado a poseer todo objeto que le recordara a cada uno de sus viajes.

Entre todas aquellas reliquias, siempre hubo una cosa que me daba mucha curiosidad, pues era algo que sobresalía por su extravagancia. Se trataba de un par de espadas de gran tamaño que estaban unidas a una cadena por la empuñadura. Se miraban bastante filosas y por lo que decía mi abuela, eran pesadas.

Aquella tarde mientras pasaba mis vacaciones en casa de ella, la curiosidad me picó demasiado. Era como una sensación insoportable con la que no podía lidiar. Siempre me habían advertido que tuviera cuidado con lo que tocara en ese lugar, pues podía romperlo o salir herida, pero poco me importó y con la ayuda de una silla del comedor, con dificultad bajé del pedestal aquel par de espadas que de la nada empezaron a brillar en cuanto las hube tocado. Me asusté demasiado, pero no las solté en ningún momento y enseguida perdí el equilibrio.

Sabía que el mero impacto me provocaría un terrible dolor en todo el cuerpo y cerré los ojos asustada esperando el golpe, cosa que nunca pasó. Mi cuerpo ni siquiera tocó el suelo. Abrí los ojos sorprendida por esa extraña situación.

Tremenda fue mi sorpresa al percatarme de que ya no me encontraba en la sala de la casa de mi abuela, ahora estaba en medio de una calle empedrada con las espadas en mi espalda y en un sitio donde transitaban personas con vestimenta para nada parecida a la que usábamos en mi país, se parecía más bien a la típica ropa japonesa que usaban las personas en el pasado. Todos allí parecían sorprendidos por mi presencia, unos me miraban asombrados y algunos otros con indiferencia. Mi ropa sin duda era muy llamativa y diferente, quizá eso era lo que ellos veían impresionados. Sus miradas me incomodaron de inmediato y me abrí paso entre la muchedumbre para tratar de escabullirme.

Aquel sitio tenía pinta de ser un pueblo al igual que donde yo vivía, parecía un lugar tranquilo y acogedor. Por dondequiera que mirara todo estaba lleno de un hermoso color verde. Estaba maravillada e intrigada a la vez. ¿Cómo era posible haber viajado en el tiempo? ¿A caso las espadas me habían traído a este lugar? No lo sabía con certeza, pero eso era lo más probable. Entonces me acerqué a una señora para aclarar mis dudas.

—Hola, disculpe —me acerqué a esa mujer que traía a un niño en brazos. Ella enseguida volteó a verme con una cálida sonrisa.

—¿En qué puedo ayudarte? —me respondió.

—Acabo de llegar a este lugar y creo que estoy perdida. ¿Podría decirme donde estoy? —dije algo nerviosa.

—Estás en la prefectura de Kazue —contestó.

—¿Qué? —exclamé sorprendida.

—Por tu ropa pareciera que no eres de por aquí —siguió sonriendo mientras el niño que traía en brazos me miraba fijamente.

—Estoy de paso —dije algo nerviosa —bueno, muchas gracias —hice una reverencia y enseguida me fui de allí con mil pensamientos en la cabeza. ¿Cómo iba a regresar a lo de mi abuela? ¿Acaso me iba a quedar atrapada aquí por siempre? El miedo se apoderó de mí y empecé a correr más rápido alejándome de aquel lugar enseguida. Poco a poco me fui adentrando a una zona boscosa y solitaria, el sol estaba ya por ocultarse y yo probablemente me perdería si avanzaba un poco más.

En cuanto el ambiente empezó a tornarse más oscuro, traté de correr más a prisa sin siquiera fijarme por dónde iba. Hasta que mi cuerpo golpeó con fuerza un bulto que se me había atrevesado de repente.

—¡Ay! —caí al suelo de sentón.

—Venías tan apresurada que ni siquiera me notaste, qué patético —dijo una voz masculina en una risita.

—¿Eh? Ni siquiera me percaté de ello —contesté apenada, vaya qué boba era, alguien venía tras de mí y yo ni enterada.

—Ya veo —dijo extendiéndome la mano para ponerme de pie, la cual acepté enseguida.

—¿Por qué me estabas siguiendo? —traté de mirar sus facciones con detenimiento, pero la escaza luz del cielo me lo impidió. Solo supe que él era muy alto y que su cabello era color blanco.

—Por eso que traes en tu espalda —señaló —¿De donde las sacaste? ¿Acaso las hurtaste?

—¡No! —exclamé al escuchar la última pregunta —eran de mi bisabuelo, él las compró hace cien años —aseguré.

—¿Bromeas verdad? ¿en serio quieres que crea eso? —se mofó el hombre.

—Lo digo en serio —afirmé un poco nerviosa.

—Niña, esas espadas las vendí ayer a un muchacho. Es imposible que pertenezcan a tu familiar y eso solo significa una cosa —hizo una pausa.

—¿Qué significa? —pregunté con interés imaginando que tal vez él estaba comprendiendo mi situación.

—Significa que eres una ladrona y una mala mentirosa —espetó un tanto molesto.

—¡Pero estoy diciendo la verdad! —lloriqueé.

—Mientes. Ahora entrégame mis espadas o lo haré yo de una forma extravagante —aseveró.

—¿Eh? ¡De ninguna manera! Ahora le pertenecen a mi familia. Además, ¿por qué dices que son tuyas si tu mismo las vendiste? —me defendí.

—Eso es algo que no te incumbe, ahora dámelas —dio un paso hacia mí y yo retrocedí.

—¡Nunca! —exclamé y seguí retrocediendo —No te daré algo que ya no te pertenece.

—Bien, te las pedí por las buenas y ahora lo haré por las malas —afirmó y me tomó del brazo con fuerza haciéndome caminar a su lado.

—¿A dónde me llevas? —pregunté asustada.

—Muy pronto lo sabrás, hermosa —contestó de manera maliciosa y no pude evitar estremecerme.

—¡Espera! —exclamé.

—¿Qué? —se detuvo.

—¿Al menos puedo saber tu nombre? —dije con timidez, lo cual era estúpido pues hace unos instantes estaba molesta y él solo se rió.

—Soy Tengen Uzui —contestó risueño mientras se arrodillaba frente a mí aún sujetándome del brazo —tu futuro esposo.

Me quedé helada ante su inesperada respuesta. ¿Qué demonios había dicho? ¿Acaso estaba bien de la cabeza? Apenas lo había conocido y ya se me estaba insinuando de manera descarada. No parecía ser un mal sujeto, pero era algo raro y muy extravagante. Sin duda estaba loco. Aún así, ¿qué planeaba hacer conmigo? Pronto lo averiguaría.

♠♠♠

¡Hola! Esta es la primera vez que uso a t/n como protagonista en mi primer fanfic sobre Tengen. No estaba muy acostumbrada al respecto, pero daré lo mejor de mí. Espero que haya sido de su agrado.

Hasta luego💛

Vidas Pasadas (Uzui Tengen x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora