El día que el viento se calló

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No había ruido. El silencio ocupaba todo el espacio, tanto que le dolían los oídos, además de poder escuchar sus propios latidos de su corazón. Pudo jurar, quizás más producto de su imaginación, que podía escuchar las lágrimas formarse en sus ojos y caer de sus parpados.

Su mirada, perdida, admiraba todo y a la vez nada. Luka Couffaine, sentado en una pequeña roca de un enorme campo podía sentir el viento mudo mover sus hebras de cabello bicolor. El inigualable paisaje delante de él no significaba nada. Luka Couffaine no se sentía bien, no se sentía vivo.

Entonces, el silencio se rompió, producto de unos pasos. El joven frunció el ceño, levantándose con tanta prisa como le permitió el cuerpo y notablemente enojado, le dirigió la mirada a Juleka. Ella, sin expresión alguna, le estiró el brazo para que pudiera tomar una taza de chocolate caliente que recién había preparado.

—No quiero— dijo tajante el varón, cruzándose de brazos

—Luka, por favor, no arruines las vacaciones. No venimos a Bélgica para que sigas estando de amargado— su voz, tímida, femenina, frágil, le hacía saber a que hermano que ella en serio se sentía apenada.

—Ya les dije a ti y a mamá que me dejen solo—

—Luka, no haz comido en días... ¿no ves que estás bajando de peso?—

—No me interesa, Juleka—

—Pero a mi sí...—

—Si tanto te intereso, no hubieras arruinado mi vida amorosa—

Entonces, la ira invadió a la delgada jovencita, arrojando la taza con fuerza hacia el pasto, dejando que el dulce líquido se esparciera por todos sus zapatos.

—¡Si tú no fueras tan idiota no te hubieras metido con alguien con novia!—

Luka entrecerró la vista, negando con la cabeza.

—A ti no te tengo que decir ningún detalle... pero no solo me rompiste el corazón a mi, Juleka. Tu "justicia" nos costó a los tres una tremenda patada en donde más nos duele—

—¡No podía dejar que Marinette siguiera sufriendo! ¡Le estabas haciendo daño!— gritó con un acento francés más marcado producto del desgarre de su garganta, dándose la vuelta y caminando con prisa de vuelta a la cabaña.

Pese a que Luka no había comido en días, habían pasado unos meses desde aquel trágico encuentro. Un par de meses desde que toda la escuela se enteró que Luka se interpuso entre la pareja más linda del colegio, desde que Luka perdió su reputación como simple encantador y pasó a convertirse en según el concepto de la gente, algo asqueroso. Marinette comenzó a bajar sus calificaciones y Chloé Bourgeois se había aprovechado de eso.

Fue por eso que la señora Anarka Couffaine había decidido volver al pequeño pueblo de sus abuelos, en la frontera con Francia, pero que pertenecía al territorio Belga. Ella había escuchado los rumores y su hija menor no le había negado nada. Claramente no se atrevió a encarar a su único hijo varón, sabía que no debía meterse demasiado en la vida de sus crías, pero al menos supuso que unas vacaciones les harían bien.

Luka volvió a sentarse en la roca. Cerrando los ojos. El silencio volvió a aparecer, así como el frío que le invadió cuando la furia se largó de su cuerpo, al mismo tiempo que la nostalgia le había congelado el corazón. Y entonces, el viento, pese a golpearle la cara con fuerza, se calló. No emitía ruido.

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A unos kilómetros, dentro de la capital francesa, el silencio le dolió de igual manera a alguien.

Adrien tocaba el piano. No estaba acostumbrado, pero sentía que era su única conexión que le quedaba con su anterior amante: la música. Suspiraba una y otra vez, como si quisiera dormir a propósito, pero no pasaba. No importaba lo que hiciera, su vida había quedado vacía desde que Luka se fue, así como Marinette y su reputación.

Su padre lo había castigado de sobremanera no solo por mentirte, sino por general el escándalo más fuerte entre los modelos franceses. A la prensa le importaba muchísimo saber cómo estaba todo el asunto, pero Gabriel Agreste sabía perfectamente que solo era morbo y eso le enojaba. Sobretodo por pensar que su único hijo era el culpable, pero tampoco quería hacerle daño. Después de todo, aunque Gabriel nunca pasó por confusiones, podía hacerse una idea.

Adrien dejó de tocar el piano para levantarse, caminando hacia la cama y tirándose en ella, cerrando los ojos. Intentó suspirar una y otra vez, pero no pasaba. El sueño no le venía, y era normal, había dormido más de nueve horas seguidas en los últimos días. Su cuerpo estaba lleno de una energía que Adrien no podía sentir.

Entonces, se le ocurrió una idea. Tomó el celular y abriendo la aplicación de contactos, desbloqueó a Luka. Si, lo había bloqueado para evitar meterse en más líos, pero después de eso, su mente había dado demasiadas vueltas. Sabía que había arruinado su propia relación, así como la amistad de Juleka y Marinette, quien extrañamente odiaba a la hija Couffaine solo por decirle la verdad.

Esperó y esperó, pero no llegó ningún mensaje que estuviera pendiente en la conversación.

Cuando, entonces, sonó su teléfono con la notificación de un mensaje. Lo miró apurado, descubriendo que no era Luka, pero sí Juleka. La curiosidad lo atrapó por completo, cual gato, y abrió el mensaje. Solo era una foto, una foto sencilla, que lo paralizó por completo: Luka Couffaine, sentado frente a una fogata, dando una pequeña sonrisa. Fue ahí cuando Adrien Agreste decidió arreglar el terrible lío en el que se había metido.


Solo tenía que esperar un poco más.


[+18] Yo (no) te amo ;  {Lukadrien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora