Yo te amo (II)

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Adrien tenía un buen rato esperando. Había llegado una hora más temprano, pero aún así, el tiempo se sentía tan pesado y lento que él podía jurar que llevaba una semana entera ahí.

El sudor de su nuca delataba sus nervios, junto con sus inquietos pies y su mueca que bailaba entre asimilando sonrisas y una que otra expresión de grito. Adrien realmente la estaba pasando mal, muy, muy mal.

Finalmente, miró su reloj y suspiró. Era la hora exacta y no había señales de que fuera a llegar, y era por eso que estaba muy desilucionado con su propia vida. No, él sabía perfectamente que debía esperar un poco más, pero su paciencia se agotaba y eso era únicamente culpa suya. Entonces, alzó la vista, y sus ojos brillaron como si estuviera viendo al mismo sol, mientras que su respiración se desincronizó y su corazón comenzó a latira de manera acelerada.

Nunca lo había visto así.

Luka Couffaine, en vez de vestir su sudadera azul y sus jeans, vestía formalmente. Tenía puesto una camisa azul clara con chaleco y una corbata, mientras que sus pantalones negros afirmaban su bella figura. Él podría mentirle a Adrien y decirle que nadie lo miró o que ninguna chica se le acercó, pero no estaba en sus planes contarle eso.

Adrien tragó saliva, acercándose cuidadosamente a él, como si tuviera miedo de caerse pues sus pasos eran firmes y poco elegantes. Luka sonrió levemente, acelerando su caminar para finalmente llegar y abrazarlo. Lo abrazaba sin fuerza, pero con extrema necesidad. Fue ahí donde Adrien percibió también un delicioso aroma. Un perfume de varón, de hombre. Un perfume similar a los que su padre usaba, pero este era... más dulce.

Dulce, como eso que sentía por él.

El abrazo se rompió, y cuando Adrien estuvo a punto de elevarse para darle un beso, Luka giró la cabeza, sonriendo curiosamente.

El metro parisino era un buen lugar para reunirse con alguien. No había mucha señal, por lo tanto los mensajes no siempre se enviaban y las fotos no escandalizaban tan rápido por las potentes luces. Además, todos iban de un lugar a otro y pocos se detenían para admirar al mismísimo Adrien Agreste con su, hasta hace poco, desconocido amante: Luka Couffaine.

—No acepté hablar contigo para que no hablaramos, Adrien— susurró Luka, poniéndose al lado del rubio, comenzando una larga caminata hasta llegar al otro lado de la estación, saliendo de ella y admirando los callejones de la capital francesa, encontrándose finalmente con su lugar de destino: Un pequeño restaurante de snacks donde planeaban tomar una copa juntos.

El hecho de que Luka hubiera aceptado fue muy difícil.Marinette tuvo que sentarse con él mirando hacia el mirador, hablando de lo duro que había sido tanto para la chica descubrir con que su novio la engañaba, como para él sentirse usado. Habían llegado a la conclusión de que Adrien en realidad no era mala persona, solo era impulsivo, y que aparentemente había encontrado su momento correcto.

Ambos tomaron asiento en una pequeña mesa del segundo piso. Realmente era más fácil haberse reunido directamente ahí, pero Adrien no lo quiso así. Sabía que si su padre se enteraba que estaba de nuevo con el chico iba a hacerse quizás no otro escándalo, pero sí una buena regañada iba a venir por parte de Gabriel Agreste.

Adrien pidió un vino rojo, y después de que les trajeran queso y carnes frías, comenzaron a hablar.

—Adrien, ¿por qué no pudiste contarme que estabas comenzando a sentir algo?— preguntaba Luka, tomando de su copa de vino con suma elegancia, incluso más que el rubio

—¿Quién dijo que sentía algo por ti? Digo, a estas alturas no puedo negarlo, pero...—

—Tu carta me lo dijo, pero Marinette me lo confirmó. Realmente fuiste un imbécil en engañarla conmigo. Es una chica extraordinaria, hermosa y vivaz. Se nota que quiere llegar a ser feliz así tenga que ser ella quien se ame a sí misma... ¿Y tú? Tú te dejaste guiar por el deseo y el placer que te di, Agreste— susurraba Luka, volviendo a tomar de su copa de vino

—Marinette es maravillosa, sí... Pero me di cuenta de que eras tú en el momento en el que me pasaste el humo del cigarro... ¿Lo recuerdas? No estaba muy seguro, me daba miedo... nunca me vi a mi mismo con un chico, ¿sabes? No quise... que fuera un juego—

—¿Entonces por qué me dijiste que querías experimentar?—

—Porque quería acercarme a ti—

—Mentiroso—

—Quizá—

Ambos tomaron un pedazo de queso, el cual masticaron y después, se miraron.

Adrien tomó la mano de Luka, quien dejó que sus dedos se entrelazaran con los del modelo, sintiendo esa electricidad en su piel que hacía mucho tiempo no sentía.

—Seré sincero— decía Adrien —No me di cuenta de que te amaba hasta que dije que no, que no te amaba. Creí que si jugaba contigo algún día te aburrirías, pero no pasó. No pasó, Luka. Séme sincero tu también, ¿por qué no me detuviste?—

—Porque yo ya te amaba, Agreste—

—Pues entonces entiéndeme. No te amé hasta que dije lo contrario. Dije que no te amaba, y, mágicamente... descubrí que sí lo hacía—

Adrien se levantaba de su asiento, caminando hacia un lado de donde Luka estaba sentado, abrazándolo de lado para besarle la mejilla, y sin detenerse a esas alturas, se dejó caer en una rodilla, metiendo una mano en su bolsillo y sacando de esta una caja la cual abrió.

—Cásate conmigo, Luka Couffaine—

Luka parpadeó un par de veces, sin entender nada.

—Creí que íbamos a arreglar las cosas, Adrien. No a casarnos—

—¿Eso es un no?...—

EL silencio fue tan duro que Adrien sintió su cuerpo congelarse por completo, su mano dormirse y cuando estaba a punto de bajar su mano para después salir corriendo sin importarle la cuenta, Luka tomó con extrema fuerza sus mejillas para darle un beso, uno de verdad, con alguna que otra lágrima entrometiéndose entre sus labios

—No me quiero casar contigo, Adrien— decía Luka con la voz totalmente quebrada —No quiero, pero, ¿cómo voy a seguir negando todo esto que siento por ti? Ya no quiero fingir que he aceptado que no eres para mí... estás aquí, pidiéndome matrimonio, pero yo fui tu amante, ¿quién dice que no tendrás otro si me caso contigo?

—Luka, no seas imbécil. Me cansé de tantas estupideces... solo quiero estar contigo—

—Entonces dame el anillo, pero no nos casemos...—

Y así, Adrien le puso el anillo en su dedo anular. Se volvierona besar y, entonces, se acomodaron nuevamente para terminar su cena.

[+18] Yo (no) te amo ;  {Lukadrien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora