Los días en la escuela eran casi tan iguales como el día anterior.
Luka Couffaine tocaba la guitarra en clase, rodeado de señoritas, sonriéndoles a todas, dedicando alguna que otra partitura al azar. En su salón de clases las cosas no habían sido tanto escándalo, para nada. Todos sabían que a Luka no le molestaba romper relaciones, que no le interesaban los sentimientos de los demás con tal de él divertirse. Claro que era mentira, pero eso se decía.
En otro salón de clases, las cosas eran distintas. Se había armado un terrible chisme de que Adrien estaba endemoniado y vuelto loco por los hombres, cosa igual de falsa.
Marinette reía de las bromas que Alya hacía, así como Adrien jugaba con Nino haciendo dibujos en una libreta.
Parecía que la tormenta había pasado, pero aún no salía el sol.
Habían pasado un buen par de meses y toda Francia ya se había trago el hecho de que uno de los supermodelos parisinos más importantes le gustaban tanto las chicas como los varones. Marinette había superado el trago amargo de la infedelidad de su novio, y aunque muchos le dieron la espalda a Adrien, Nino seguía ahí para ayudarlo y apoyarlo. Eran buenos amigos, pero Nino era el mejor, definitivamente.
Sonó la campana.
Era la hora de los talleres, y Adrien, como siempre, iría a sus clases de esgrima. O bueno, se suponía. Llevaba faltando un par de clases, todo para irse a fumar a las afueras de la escuela. Realmente Adrien nunca había sido un fanático del cigarro, pero inconscientemente se seguía aferrando a las cosas que le recordaban a Luka. No podía olvidarlo. Había llegado a su vida sin aviso previo, sin reglas y con la energía tan basta que había hecho de su vivir un desastre.
Le echaba la culpa. Por él, se arruinó su relación con Marinette, se armó un escándalo, su padre lo castigó... Y claramente, lo culpaba de haber hecho de su corazón un lugar vacío y lleno de eco en el que cada latido parecía gritar su nombre, una y otra vez, sin límite ni tampoco dósis mínima.
Luka Couffaine ese día, casualmente, decidió ir por la parte trasera de la escuela.
Sus oídos, inundados por la música, no percibían ningún sonido. Nada externo que no fuera aquella hermosa canción de un dueto llamado PNL. No era realmente su estilo favorito, pero aquella canción le quedaba tan bien.
No se dio cuenta de que pasó a un lado de Adrien. Al menos, no hasta que aquel chico le jaló del hombro.
Luka parpadeó un par de veces, notablemente confundido. Sintió su alma arder, su corazón quemar y su cuerpo, curiosamente, enfriar. Sus ojos azules admiraban los hermosos verdes de Adrien, quien separaba los labios como si quisiera decir algo, pero nada salía de su boca.
—¿Qué quieres, Agreste?— preguntaba el mayor, bajando la música de sus audífonos sin intenciones de querer quitárselos.
—Luka... Quiero... — Adrien no pudo terminar la frase, pues empezó a llorar.
El chico de cabello azul admiró las lágrimas caer de los bellísimos ojos de su anterior amante. Su nariz se volvió rojiza y sus labios se hincharon levemente.
Dio un diminuto paso hacia adelante. Quería abrazarlo, tenía aquella necesidad de protegerlo, de jurarle que incluso en el fin del mundo él estaría bien pues estaba a su lado. Quería besarlo, y besarlo con tantas ganas como nunca lo había hecho, intentando ahogar sus deseos carnales y sus pensamientos hermosos en los que el rubio le entregaba su corazón, no como todas aquellas veces que juró hacerlo.
Y entonces, hizo lo que pensó fue lo más correcto: Se dio la vuelta, y caminando con un paso acelerado, comenzó a irse.
Adrien corrió detrás de él, abrazándolo por la espalda, antes de que Luka le quitara las manos de encima, y volvieran a verse cara a cara.
—Adrien, no quiero meterte en más problemas. No hemos hablado en meses, no tenemos nada que hablar. ¡Ni siquiera puedes!— reclamaba el joven, quitándose los auriculares.
—Luka, por favor... tienes que entender que... que realmente no quería que te fueras. Jugué a tenerlo todo y cuando me di cuenta, no tenía nada— decía el dulce Adrien Agreste con el corazón en la boca y las mejillas mojadas de tanto llorar.
—Adrien Agreste, ¿tú me amas?— preguntó Luka tan serio como su expresión.
Silencio absoluto.
Adrien intentó asentir con la cabeza, antes de mirar de reojo que estaba detenida una limusina con a la mismísima señorita Chloé Bourgeois. Sabía que Chloé era su amiga, pero no quería arriesgarse a otro chisme, o cualquier otra cosa que destrozara la poca reputación que le quedaba.
—Eso creí— susurró Luka, retirándose del lugar.
Adrien se quedó ahí, esperando una y otra vez hasta finalmente darse cuenta de que estaba solo. ¿Cuanto tiempo había estado ahí, parado, llorando? Quizás un par de minutos o quizás un buen par de horas.
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El tiempo, tan violento como perfecto, siguió pasando al paso a que cualquier persona le doliera más.
Luka estaba en sus últimos días del segundo curso. Después de eso, sería su decisión si buscar un empleo o meterse en la universidad, la cual era la opción más probable. Quería estudiar música en Austria o quizás Bélgica, aún no lo decidía.
Marinette Dupain-Cheng, según contaban los rumores, estaba jugando con el corazón del pelirrojo de la clase, Nathaniel, aunque ella lo negaba. Decía que tenían una amistad preciosa y que no había nada que ocultar así como tampoco nada que exhibir.
Y Adrien Agreste, dolido, seguía fumando, admirando en fotos a la bellísima Suecia, soñando con Luka Couffaine.
¿Cómo podía volver el tiempo atrás para borrar el "no" de su boca cuando le dijo a su amante que "No lo amaba"?
Tras un buen tiempo de pensarlo, finalmente se le ocurrió la manera perfecta de encomendar su error. Se arriesgaría, así como decidió hacerlo desde un principio.
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[+18] Yo (no) te amo ; {Lukadrien}
FanfictionLuka, con solo dos o quizás tres años -nadie realmente lo sabía- mayor que Adrien, era conocido por ser alguien encantador. Nadie podía resistirse a él, ni damas ni varones. Se rumoraba, también, que era un hombre experimentado en todos los sentido...