El trato; la perdición

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No sabía por qué, pero los labios de Adrien sabían dulce. A cereza, específicamente. El modelo aseguraba que no era labial, sino un humectante que erróneamente le habían comprado con sabor. Luka solo se reía, besándolo una y otra vez; o bueno, pasándose el humo uno contra otro. Al final, habían decidido dejar la fiesta e ir a comprar cigarros en el auto de Luka -que claramente no era de él, sino de sus padres, y lo había tomado prestado-. Era muy obvio que a Luka no le importaba impregnar el automóvil con el olor a tabaco.

Había otro aroma que le gustaba mucho: el perfume de Adrien. Era inevitable, el muchacho era hermoso, una obra de arte de la que no se había dado cuenta. Era precioso, una belleza andante. Sus ojos verdes brillaban con las luces de la capital francesa que estaba llena de viva incluso a esas horas de la madrugada.

Luka había decidido dejar a Adrien en su casa. Lo notaba nervioso, siempre intentando decir algo, pero al final arrepintiéndose y cambiando de tema. Fue en un alto de semáforo cuando Luka puso el freno de mano, aprovechando que no había nadie tras de ellos, y se giró

—¿Por qué estás tan nervioso? Ya te dije que nadie nos vio, y que no le diré a tu novia que me has pasado el humo— comentaba el mayor con ese tono de voz tan calmado de él.

—No es eso— el hilillo de voz de Agreste lo delataba, estaba nervioso hasta morir —Es solo que... bueno, mi padre me dijo que hasta las diez... son las tres. Me ha llamado un par de veces, y estoy seguro que ha mandado a mi guardaespaldas a buscarme. Pobre Chloe, debe estar asustada si van con ella...

Luka comenzó a reír, negando con la cabeza

—Ven a mi casa— dijo claro y fuerte, quitando el freno de mano para acomodarse y arrancar de nuevo, esta vez cambiando de dirección

—¿Qué? ¡No! ¡Si guardaespaldas me encuentra contigo, mi papá se enojará como nunca!—

—Entonces apaga el celular—

Adrien lo miró un par de segundos, confundido. Obedeció, apagándolo, dejando el GPS morir dentro de su teléfono. Rió victorioso, sintiéndose rebelde. Luka, al escucharlo, sintió que se le derretía el corazón... él era solo un niño, mientras que él mismo se consideraba un adolescente maduro. No pasarían más de dos o tres años para que llegara a la segunda década de su vida y con eso, la adultez. Debía disfrutarlo cuanto antes.

Al llegar a la casa de los Couffaine, se percató de que, primero, la habitación de sus padres tenía la luz prendida. Lo veía desde el exterior, a través de la ventana. Suspiró. Significaba que sus padres no estaban y que en su lugar se encontraba Juleka en la habitación de sus padres. Lo hacía siempre. Sus padres salían de vez en cuando jurando tener a sus hijos dormidos para irse juntos a algún casino o en su lugar, a cenar en los restaurantes más elegantes de París. No, la pareja Couffaine no eran ricos, pero se sabían dar sus gustos y entre ellos estaba escaparse juntos.

Estacionó el auto, bajándose del mismo para caminar hacia la entrada. Adrien entró primero una vez la puerta estuvo abierta, descubriendo una casa pequeña, bien acomodada, limpia, pero sin lujos. Luka, al cerrar la puerta, subió las escaleras. Adrien subió tras de él, descubriendo que el par de segundos que el mayor había subido fueron suficientes para que él comenzara a hablar con su hermana. Apenas iba a asomarse a saludar a Juleka cuando... bueno, el tono de voz de su amiga le sorprendió.

—¡No, Luka! ¡Si mamá se da cuenta, te va a matar!— gritaba Juleka, sin percatarse que detrás de Luka estaba el culpable de la pseudo pelea. Adrien se encogió en hombros

—No se darán cuenta— decía Luka orgulloso —Lo despertaré temprano, lo llevaré a casa y nadie lo sabrá más que tú.

Juleka no temía por una "pijamada" sorpresa, sino porque no sería la primera vez, en caso de, claro, que sus padres sorprendían a Luka en acción con alguien. No necesariamente algo sexual; los Couffaine cuidaban mucho su imagen y lo que pudiera significar que su hijo mayor llevara a alguien a casa sin avisarles.

Luka se dio la vuelta, mirando a Adrien con leve temor, nervios. Rodó sus ojos azul aguamarina, tomando al rubio de la cintura y lo llevó a su habitación, al final del pasillo. Era una habitación grande, con una cama matrimonial y un montón de posters sobre música.

—Es una habitación muy linda, Luka— decía, quitándose la camisa blanca, quedando en su camiseta negra con rayas, dando girándose en sí para descubrir a su anfitrión sin nada en la parte superior del cuerpo. Adrien inmediatamente sintió su corazón latir y su rostro arder, y le fue inevitable acercarse a Luka para tocarle la espalda. Al percatarse de eso, Luka alzó la cabeza, sonriéndole.

—¿Te gusta?—

—Me gusta— confesaba Agreste, buscando cualquier excusa —¿Podemos fumar aquí?

—Sí, solo abre la ventana.

Una vez el aire pasaba por la habitación, Luka se tiró en la cama en boxers. Adrien tomó la caja de cigarros que obviamente había comprado el otro chico, prendiéndolo y sin avisar, pero sin chistar tampoco, besó a Luka para pasarle el humo. El mayor lo recibió con gusto, y al exhalar el humo, miró fijamente los ojos de Agreste

—Eres precioso— susurró.

Inevitablemente tiraron el cigarro al suelo, generando una marca en el mismo. El beso se intesificaba con fuerza, cuando de pronto Adrien se detuvo, estando ya encima de su... ¿amigo?

—Luka— le llamó, agitado, mirándolo —Yo tengo novia—

—¿Entonces por qué me besas?

Adrien quedó callado, desviando la mirada, tomando las fuerzas para poder expresar sus deseos

—Solo quiero experimentar— confesó el rubio

Luka rió, tomándole de la cadera, levantándose para abrazarlo, besándole con cierta euforia

—No te preocupes, yo tengo experiencia. Puedo guiarte.—

Solo que Luka no sabía que, por más experiecia que tuviera, nunca podría con la lección que Adrien le enseñaría.

[+18] Yo (no) te amo ;  {Lukadrien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora