La carta

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Luka Couffaine se terminaba de acomodar el moño de su elegantísimo traje. Era su graduación.

El tiempo había pasado tan lento que esa noche iba demasiado rápido para su punto de vista. Era como si su sufrimiento hubiera hecho al tiempo muchísimo más pesado de lo que ya era, y ahora, se alivianaba de golpe.

—Estoy orgullosa, pequeñito— decía la señora Couffaine con lágrimas en los ojos, recargada en el marco de la puerta del baño.

—Mamá, no deberías de llorar. Se arruinará tu maquillaje...— susurraba el chico de cabello bicolor, admirando a su progenitora desde el espejo, dándole una de esas hermosas sonrisas que sólo el sabía dar. Era una sonrisa blanca y bien acomodada, que demostraba alegría pero a la vez leves nervios. Era algo completamente normal.

Ambos, después de un tiempo, fueron hacia la puerta de la casa, para irse a la fiesta de graduación, justo como debía de ser. Juleka iba en la parte trasera del auto, vistiendo un hermoso vestido negro con detalles violetas, ideal y perfecto para ella.

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La fiesta de graduación estaba realmente animada. Había mucha gente bailando al sonido de la música, entre ellos, Luka, quien bailaba con sus compañeras que claramente nunca les importó demasiado el drama con Adrien Agreste. Eso era pasado totalmente. O bueno, eso se creía.

Realmente sería una mentira si se dijera que Luka no tenía insomnio por culpa del pequeño rubio de grandes ojos verdes, de divinos y despampanantes labios, y de un alma tan viva como sus ansias que tenía por volver a verlo.

De pronto, sintió algo picarle el hombro y al voltearse, vio a su hermana sonriéndole con timidez y ternura. Él entendió sin necesidad de palabras y empezó a bailar con ella con tanta emoción que dentro de unos minutos estaban en el centro de la pista de baile, moviéndose de manera tan habilidosa como animada, haciéndose rápidamente el centro de atención de jóvenes como de adultos.

Después de varios minutos, inevitablemente, los hermanos quedaron cansados de tanto danzar y volvieron a la mesa. Juleka se sentó tan cansada que casi se cae de la silla y, Luka, solo tomo un poco de su botella de vino antes de ir al baño con la única intención de lavarse un poco la cara y limpiarse todo el sudor producto de tanta actividad física.

Cuando llegó al baño, lo primero que hizo fue percatarse de que los lavabos estuvieran libres. Al darse cuenta de que ninguno estaba ocupado, se situó en el del medio, el segundo de tres. Abrió la llave y se agachó de tal manera en la que juntando las palmas de sus manos cayó el agua y se la aventó a la cara. Se la lavaba una y otra vez, hasta que sintió de pronto un cuerpo agarrarlo por detrás, obligándolo a rápidamente cerrar la llave y mirar al espejo, encontrando una cabellera rubia y un traje tan elegante que parecía no ser uno de los que todos sus compañeros habían rentado o comprado. Lástima que no podía verle bien la cara, aunque no era necesario.

Dio un largo suspiro, poniendo las manos al rededor del lavabo.

—Adrien, suéltame— dijo serio, cortante, con la voz imponente y firme

—Luka, por favor, debes escucharme— decía el joven rubio aún pegando la cara a la espalda del mayor

—No creo que tengas algo lo suficientemente bueno que decir...— susurró el chico de puntas azuladas.

Las palabras le dolieron tanto a Adrien que se vio obligado a separarse, con los ojos llorosos y los labios bien fruncidos

—Sabía que dirías eso, por eso decidí que no te dirá nada... Sólo...— y entonces, Adrien metió la mano dentro de su traje, sacando de un bolsillo interno una preciosa carta sellada con la letra "A" —toma...—

Y después, Adrien salió por la misma puerta por la que entró.

Luka había aceptado la carta, tomandola entre sus manos levemente mojadas y con la clara expresión de angustia. ¿Qué estaba pasando?

La guardó bien en uno de los bolsillos, y volvió a la mesa.

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La noche había sido tan larga que terminó en la madrugada.

Luka y su familia habían vuelto a casa en un horario cercano a las tres, o cuatro, el reloj de su hermana marcaba una hora incorrecta y siempre se hacían disputas sobre qué hora era.

Entró a su habitación, dejando la carta bajo de su almohada, y fue a dormir. O al menos eso intentó, pues no pudo lograrlo, dando vueltas en la cama hasta que amaneció, y obligado por su propia ansiedad, se sentó en el colchón, sacando la carta de debajo de su almohada y abriéndola con notable desesperación.

La carta solo tenía cuatro palabras. El "yo", el "no", el "te amo" contraído como era normal en el francés el encontrarse las vocales del final y principio de dos palabras, y la segunda negación.

"Yo no te amo"

Pero estaban marcadas las negaciones con tanta fuerza que incluso se había roto levemente la hoja. Luka miró una y otra vez la página, firmada hasta el final con "Adrien Agreste". Tardó un poco en entender el mensaje, pero finalmente, lo logró.

La carta en realidad aunque tenía escrito un "Yo no te amo", al estar tachadas las negaciones, simplemente decía:

"Yo te amo".

[+18] Yo (no) te amo ;  {Lukadrien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora