La liberación del Ruiseñor |V|

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- ¿Да? – preguntó incrédulo el ruso.

- Lo que escuchaste – respondió el cubano – No te ayudaré a menos que le cuentes a Bielorrusia.

- Pero, le rompería el corazón. ¡Va a odiarme! ¡No puedo! Son pocos aquellos que por cuenta propia se deciden a quedarse a mi lado y esos casos aun con eso, soy capaz de hacer sacrificios, pero... ¡Es mi hermana, Cuba! ¡Ya es bastante el aislamiento en el que me tienen con Ucrania! No...no soportaría perderla a elle también.

- Entonces prefieres ver como la muchacha derrocha su vida en un amor imposible. De verdad quieres robarle la posibilidad de amar y ser amada. ¿Dime Rusia, es lo que quieres?

- ¡No! Pero...

- Nada de peros. Ya le has dado suficientes falsas esperanzas. Devuélvele su libertad.

Rusia miro a Cuba directo a los ojos. Sabía que tenía razón. Sabía que su hermana merecía ser amada con la misma intensidad con la que ella le profesa su amor a él. Sin embargo, no quería. Tenía miedo. Miedo de que al romperle el corazón ella también se aparte de su lado y hulla. Miedo de no volver a verla sonreír con esa dulce sonrisa de la cual solo él era responsable. Miedo de que la última chispa de verano que le quedaba se apagase debido a una helada tormenta de nieve. Cierto era que la obsesión de su pequeña hermanita era mala. Mas el aun así la aceptaba. Porque sabía que hasta en las blanquecinas tempestades de invierno que azotaban su oscuro hogar, hasta en los confines de su tierra desolada, sus dos hermanas estarían ahí para prestarle a él, la luz que le permitía de ver los colores de su mundo abrumador.

- Está bien – aceptó el ruso – Tienes razón. Mi felicidad no debería ser pagada con la libertad de mi hermana.

- Sabes, pude que ella se enfade pero no te preocupes, ella no puede odiarte pues, más que como un amante, ella te ve como el héroe que vendrá a salvarla cuando el mundo parezca hacerse añicos. Te perdonara.

- Eso espero viejo amigo.

Con eso se separaron. Rusia se dirigió hasta el aeropuerto de la Habana para marcharse más esta vez no iba de regreso a Nueva York, si no a Bielorrusia para visitar a su hermana. La próxima reunión no sería en más de una semana pues Estado Unidos había tenido algunos inconvenientes.

Doce horas le había tomado para llegar allí. Oh como Rusia adoraba Minsk. El aire frio no podía valerle menos. La ciudad emanaba calidez y juventud. Era la ciudad que más representaba a su hermana.

Rusia tomo el tiempo de pasearse por sus calles desbordadas de nieve. Decidió atardece más que de costumbre a admirar su majestuosas iglesias y su moderna biblioteca. Para finalmente disfrutar de su posible ultimo paseo de metro.

Una vez en casa de su hermana titubeo antes de tocar la puerta. Por puro refle se le escapo una risilla melancolica.

''No titubeaste al pelear contra Alemania. Nunca paraste hasta deshacerte de Mongolia. No lo pensaste dos veces antes de embarcarte en una guerra con los Estados Unidos y sin embrago hete aquí о великая русская империя. ''

Después de ese monologo mental toco el timbre un par de veces hasta que su llamado fue correspondido. Fue sonreído por la sonriente imagen de su hermana. Cuya cabellera platinada hondeaba mientras saltaba para acogerlo entre sus menudos brazos.

- ¡Брат! ¡Hace mucho que no te veo! Ven pasa antes de que te devore el frio.

- Да.

Tansty with the snow King |RusAme|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora