Rusia se despertó rodeado por un olor melancólico, se sentía en casa. A medida que se incorporaba los recuerdos de la noche previa lentamente regresaban a su memoria deprimiéndolo poco a poco. Cinco, cinco fueron los meses de felicidad que Ivan compartió con su Alfred. Diez fueron los minutos necesarios para que ese mágico retrato se despedazara frente sus ojos. Aun le dolía, le dañaron sus desgarradoras palabras, sus gritos, la forma en la que le miro como si él fuese algún esperpento salido de los confines del mismísimo infierno. Que efímeros podían llegar a ser los buenos momentos, se repetía. Con ganas de nada se alzó del sofá dirección la cocina donde yacía su hermana. Esta, comprensiva, se abstuvo de hacer preguntas y simplemente le sirvió el desayuno. Al acabar recogió y lavo los trastes antes de retirarse al sofá para volver a sus reflexiones.
Ese había sido el final de ese verano, bisiesto de madre, que calentó su invierno solo para irse y no sin antes robarse su mes de abril. ¿Debería rendirse? Rusia quería ir a abrazar nuevamente al rubio como hacia durante sus escapadas nocturnas. Entonces le tomaría del rostro y le besaría transmitiendo asi la añoranza contenida. Sería como en una de sus películas Hollywoodienses. Le explicaría todo, le contaría como Feliciano le ayudaba con las citas, como Cuba y China le alentaban siendo sus confidentes. Aclararía de como tubo que hablar con Bielorrusia, su pequeña Bielorrusia, para que al fin lo dejara en paz y de cómo consiguió la bendición de su hermano. Le contaría hasta el más mínimo detalle como epopeya griega y luego pararía. Se mirarían a la los ojos, USA le sonreiría como siempre lo hizo, y su despampanante luz quebraría la oscuridad de la noche. "Ojala y eso pasara en vida real", se dijo el en un tono mordaz. Estados Unidos lo odiaba, desde la Guerra Fría y talvez antes. Él pensó que talvez al conocerse mejor USA entendería que él no era tan malo, más fue demasiado idealista. Después de todo el rubio tenía razón. ¿Cómo podría un agila amar a un ruiseñor que ya no puede cantar?
Ucrania ese día dejaría que su hermano se lamiera las heridas. Le daría tiempo para sanar antes de pasar a las preguntas. El chico siempre fue asi, cuando él iba a ella era para buscar consuelo, de aquel tipo que solo una madre puede ofrecer. Primero tomaría un tiempo antes de que al final decidiera abrirse y le contaría sus problemas. Para Rusia siempre fue acto de reflejo buscar a su hermana cuando algo andaba mal pues él sabía que ella sería siempre su mejor concejo. Al mismo tiempo sabia Ucrania que podía contar en su hermano para lo que fuera. Esos momentos le hacían recordar su infancia. Ella cuidó de los dos como mejor pudo, protegiéndoles del peligro y ocultándoles lo malo en un intento de que perdurar su inocencia. Sin embargo el albino siempre fue muy perspicaz. Rusia fue obligado a madurar rápidamente, en poco tiempo era él y no ella quien protegía. Ella no podía evitar culparse el no poder protegerlos, sentía que podía haber hecho tanto más para preservar la infancia de sus hermanitos. Era en esos momentos que Rusia le recordaba a Ucrania que ella no cometió ningún error, las cosas pasaron como debían ocurrir.
Asi prosiguieron los días de estos hermanos en la ciudad de Kiev. Rusia, al cuarto día, se levantó más temprano que Ucrania, como haría en un estado normal y preparo el desayuno en lugar de su hermana. La rubia se levantó solo para encontrarse a su hermano sentado en la mesa y haciéndole señas para que le acompañara. Ucrania se sentó y escaneo el rostro de su hermano en busca de pistas sobre su estado emocional. Se le veía más relajado, sus ojos se veían menos rojos y una débil pero dulce sonrisa yacía sobre sus labios. Ya era hora de que hablaran, su pequeño hermano tenía que soltar lo que tenía dentro. Por ende, al terminar el desayuno entre ambos fregaron y Ucrania invitó al ruso a tomar asiento a su lado en el sofá de la sala.
- Ahora bien Rusia, cuéntame. ¿Qué te ocurrió? – cuestionó la mayor con un tono suave.
- Hermana yo me enamoré de Alfred, de Estados Unidos. – Respondió el menor cabizbajo.
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Tansty with the snow King |RusAme|
FanfictionEsa noche Alfred pudo apreciar el arte de la danza como nunca en su vida a través de los fluidos movimientos del bailarín ruso e Ivan no pudo más que sonreír dado al tierno calor que despedía la sonrisa ajena. Rieron, se conocieron, se vieron refl...