Tu cabello está recogido en un moño desordenado, nudos enredados apilados en la parte superior de tu cabeza mientras mueves las caderas y echas la cabeza hacia atrás de la risa.
Una camisa grande envuelve tu figura en algodón gris y juegas con el dobladillo mientras cantas las notas altas de las canciones que emiten los altavoces.
Tu te ríes histéricamente, tus ojos revoloteando de felicidad mientras giras y saltas, riendo mientras bailas al ritmo. Tus ojos son suaves y brumosos mientras lo miras, las paredes bajas y vulnerables, bailando borrachos a la una de la mañana.
Hay algo tan salvaje y hermoso en tu personalidad loca y errática que lo atrae, intoxicando hasta el punto en que te anhela constantemente. Existe la deliciosa prisa que emociona su mente, tanto por ella como por el alcohol que hormiguea en su sangre.
Está el infame mechón marrón que cae frente a su rostro rosado, guapo y suave como siempre. La sudadera con capucha, siempre ha sido tu favorita en él, luciendo increíblemente adorable y tierno.
Él agarra sin apretar tus muñecas, girándote mientras tus pies cubiertos de calcetines golpean suavemente los suelos de madera. Hay puro vértigo que decora tu rostro, una sonrisa radiante en su rostro mientras el éxtasis irradia de ambos. Las sobras de cajas de pizza están metidas en la nevera, los restos de cartón tirados a lo largo de la alfombra, copas de vino medio llenas sentadas en la mesa del comedor, vino de color ciruela chapoteando alrededor de las tazas.
Tus labios son rosados, pintados de oscuro con el líquido mientras continúa bebiendo, mostrándole sonrisas coquetas y risitas que brotan de su garganta.
Él ama este lado de ti. En el que estás abierta, loca y hermosa. El caos a su calma en las primeras mañanas de la cuidad como el color primero pinta el cielo. Estás arrastrando y divagando, con hipo levemente mientras hablas y gimiendo de frustración cuando tus palabras salen tartamudeando y desordenadas.
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