6 - ChangLix (Husky)

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Husky - Fornido, (voz) grave

Es bien sabido que a los niños les gusta escuchar cuentos, leer cuentos, contar cuentos y soñar con cuentos. Sus pequeñas cabecitas son sembradíos de infinitas posibles aventuras. Ahí habitan desde duendes avaros y cascarrabias hasta dragones de lava que escupen fuego rosa; incluso hay príncipes y princesas que pasan días recorriendo valles y montañas para encontrarse y casarse.

Todo es posible en su cabeza. Pueden ser héroes o heroínas, criaturas o monstruos, magos o hechiceras. Lamentablemente, esa facultad de pierde cuando uno crece, pero no para todos. Felix aún se siente un niño, al menos en su imaginación, donde es libre de sus roles cotidianos y no tiene que mantener su papel de hijo, hermano, amigo, estudiante o alguna otra exigencia de la sociedad.

Para Félix, la libertad era poder regresar a su mundo de fantasías. Había luchado muchos años por conservarlo intacto, resguardado de los demás y sus palabras ofensivas:

Deja de ser tan infantil… Ya madura… Reacciona, Félix. La vida no es un cuento de hadas…

Siempre lo mismo.

Por suerte la vida había sido benevolente con él y le trajo la solución perfecta para seguir disfrutando de su niño interno sin ser criticado, sino más bien alabado: había conseguido un lugar en una asociación de incentivo a la lectura para niños.

Era el trabajo perfecto, puesto que tenía que estar leyendo constantemente cuentos para niños y hablando sobre ellos.

Además, de vez en cuando visitaba una biblioteca pública, algún centro de cuidados infantiles o un hospital pediátrico y hacía de cuentacuentos.

Adoraba sentarse en alguna silla pequeña, con los niños acomodados a su alrededor listos para poner a trabajar sus máquinas de ilusiones. Félix era feliz con lo que hacía.

Ese día Félix había ido a un hospital para niños con enfermedades crónicas. Los pequeños estaban muy emocionados y ellos mismos seleccionaron los cuentos que querían escuchar.

"¿Este de aquí?" Félix tomó el libro púrpura de pasta gruesa que uno de los niños le entregó. "El viaje del capitán Chanie, eh" leyó el título.

Félix abrió el libro y comenzó a leer. Su voz gruesa se amoldaba perfecto a la imagen del capitán pirata que surcaba los mares en busca de los niños perdidos. Era un hombre de bien, con corazón de oro pero convicciones de acero. Su deseo, navegar por todo el mundo. Su misión, encontrar a todos aquellos que fueron abandonados, están perdidos o se sienten solos y que se unan a su tripulación. Una noble causa, pensaba Félix.

"Entonces, el capitán Chanie zarpó del puerto, hacía las islas de Jeiguaipí, donde escuchó que había personas solitarias que quizás quisieran unirse a su aventura" leyó Félix.

"Pasaron seis días hasta que a lo lejos vio su destino. Cuando llegó a la costa, un chico con disfraz de oso lo recibió. Al principio se tenían miedo, no se conocían y era peligroso hablar con extraños. Pero poco a poco se hicieron amigos. El chico-oso lo invitó a conocer su casa, en el centro de la isla".

Los niños escuchaban atentos, se imaginaban cada escena, cada gesto y cada diálogo como si fuera su propia historia. Para ellos y para Félix, era lo más emocionante que podían sentir: lo imposible.

Por otra parte, las personas mayores que trabajaban en el lugar no estaban en la misma sintonía. Ellos veían con gran ternura y esperanza la alegría de los niños, pero no eran tan 'inmaduros' para entrar en su juego.

En particular Changbin, el enfermero en turno encargado de vigilar a los pacientes y a Félix, no comprendía del todo la magia de ser un niño. Para él eran solo cuentos infantiles.

Aún así, reapetaba mucho la labor del menor. Félix debía de ser una gran persona para dedicarle su tiempo desinteresadamente a los niños. Era, en efecto, algo que merecía su reconocimiento.

Changbin se sentó a unos pocos metros, sobre un escritorio desde el cual podía observar bien a todos los pacientes y a su invitado. Cualquier emergencia estaba listo para saltar a la acción aunque de vez en cuando se perdía también escuchando la historia de Chanie.

"El pequeño Woojin le mostró a Chanie cómo conseguir comida de los árboles y palmeras, lo dejó descansar en su choza y le contó historias de la isla. El no siempre vivió ahí, pero tuvo que irse de su hogar desde pequeño y vivir solo en esa isla.

«Me siento muy solo aquí» le dijo el osezno Woojin.

«Ven conmigo» le ofreció el capitán. «Juntos viajaremos por el mundo y así no estarás solo tú ni estaré solo yo».

El chico aceptó y, al día siguiente, ambos se embarcaron a una nueva aventura" terminó de leer Félix.

Justamente el reloj marcó las cuatro treinta, la hora de la comida. Los niños fueron llevados al comedor por otra enfermera y solo quedaron Félix y Changbin en la sala de recreación.

Félix empacó sus cosas y se dirigió hacia el enfermero.

"Muchas gracias por haberme dejado estar aquí hoy"

"Gracias a ti. Es muy bueno que los niños vean otras caras y tengan un poco de diversión" le dijo Changbin.

Félix le sonrió. No estaba acostumbrado a tratar con personas puesto que mayormente se hundía en sus pensamientos, y las interacciones con desconocidos lo alteraban un poco.

"Antes de irme, tengo algunos libros y otras cosas que quisiéramos donar de la asociación para que los niños las usen"

"Oh, eso es genial. Estaremos muy agradecidos".

"Las tengo en mi auto, pero… puede que necesite un poco de ayuda" Félix se sonrojó.

Changbin río bajito y se ofreció a ayudarle él mismo. Le parecía muy divertido e irónico cómo el chico con voz tan gruesa y masculina podía ser tan tierno y vulnerable. Aún cuando fueran imágenes contrarias y paradójicas, Félix era tierno y sensual a la vez.

El menor de los dos guío al otro hasta su vehículo, un Nissan viejo y despintado que solo usaban para transportar cosas de su asociación. Félix odiaba manejar, pero ese día tuvo que hacerlo. También odiaba cargar cosas, era muy débil y no podía con las cajas que tenía que entregar.

"Aquí está, son estás de aquí" dijo Félix mostrándole los tres paquetes a donar. "Puedo cargar una, tú otra y después volvemos por la tercera"

Changbin sonrió de medio lado. Sin decir nada apiló las tres cajas y las cargó juntas como si no pesaran absolutamente nada.

Félix abrió la boca hasta el suelo.

Había notado que Changbin tenía brazos grandes y que, apesar de su corta estatura, era un hombre fornido, y aún así le sorprendió que el tipo pudiera levantar todo como si de una pluma se tratara.

"Es muy fuerte" pensó.

Changbin le sonrió petulante. Le gustaba presumir de sus habilidades y más frente a chicos tan lindos.

"Después de ti"

Félix se sonrojó nuevamente. A pesar de ser un poco serio, Changbin lo había tratado muy bien e incluso le ayudó a desempacar y a acomodar todo lo que habían donado. Le agradaba bastante y creía que era mutuo el sentimiento.

Quizás tendría que volver a leerle a los niños más seguido.

Skz Fictober - 31 días de OS (multishipps) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora