8 - ChanLix (Fragile)

952 72 4
                                    

Fragile : Frágil

No hay nada más delicado que un corazón roto. No importa cuántas veces se haya intentado repararlo o con qué remedios sanadores, un corazón herido nunca se recupera del todo.

Dicen que amar —amar de verdad— es entregarle un pedazo de tu alma a la otra persona. Amar es permitirle a alguien acceder a tus secretos más oscuros y tus debilidades mejor escondidas, y confiar en que no los usará en tu contra.

Amar es creer en el otro. Entregarte en todos los sentidos.

Amar es sufrir y aguantar por la otra persona.

Félix amó alguna vez. No fue hace mucho pero se sienten como milenios. Milenios de castigos que se repetían una y otra vez en cada latido que su roto corazón daba sabiéndose traicionado, sintiéndose abandonado, mutilado, robado, estafado.

Su corazón punzaba. No importa lo que hiciera, dolía.

En un intento por sanar, aconsejado por su tía y su madre, se tomó un tiempo libre. Según las mujeres, le haría bien pasar un rato en otro país, con otra gente y con una rutina distinta.

Aunque Félix no quería moverse de su zona de incomfort, un corazón herido no tiene fuerza para rebatir.

Su madre arregló todo de inmediato. Ella alegaba con convicción que volver a sus raíces era buena opción. Aunque Félix era Australiano, nacido en el continente, aun conservaban sus tradiciones y costumbres asiáticas.

La madre contactó con su antigua amiga del colegio en Corea, la convenció de recibir a su hijo y organizó todo para que partiera.

Félix, el no estaba tan entusiasmado. Él solo quería llorar hasta que la última de sus lágrimas fuera derramada.

Dos días después Félix ya estaba montado en el avión sentado al lado de su madre por varias horas hundidas en un silencio sepulcral.

El objetivo del viaje era distraer su mente, olvidarse de sus problemas un rato pero Félix solo podía pensar en Jackson, su ex-novio australiano que lo había dejado por no querer tener sexo con él y su amigo.

Solían estar juntos todo el tiempo, eran la envidia de muchos, siempre tan cariñosos y empalagosos. Se amaban abierta y felizmente. El sexo era magnífico también, o eso creía Félix.

Su novio no pensaba igual de esto último porque, de haber sido así, él no hubiese buscado refugio en los brazos de otros hombres ¿Verdad?

En efecto, Feliz siempre le fue fiel a su amor. Cuando su novio le confesó que veía a más personas porque se sentía sexualmente frustrado y que Félix colapsara en llanto, después le ofreció "reparar" su situación de pareja haciendo diferentes cosas en la cama. Al principio Félix aceptó porque el amor te vuelve ciego y tonto y un poco sumiso también. Pero cuando su novio llegó al punto de presentarle a su amante y ofrecerle hacer un trío… entonces Félix perdió toda la razón. No estaban salvando su relación, la estaban disolviendo con mentiras.

Lloró, lloró por mucho tiempo y sin parar. Muchas veces pensó en que el había hecho algo mal, que él fue el culpable de que terminaran así y que fue su mente 'cerrada' la que les impidió seguir.

Félix se comparaba seguido con el amante ¿Es él más que yo? ¿Qué puede darle él que yo no tenga? Pensaba.

Estaba poco a poco hundiéndose en su propio pantano.

Y todos eso recuerdos y pensamiento tóxicos iban y venían venían sin detenerse, a todas horas y en todo lugar: la escuela, la calle, el consultorio del dentista y ahora en ese avión a miles de metros sobre el mar. Los fantasmas de su ex lo atormentaban siempre.

Aterrizaron en Corea unas pocas horas después.

La madre de Félix buscó con entusiasmo a su amiga entre la multitud que esperaban a sus viajeros. Cuando se encontraron, ambas mujeres corrieron a abrazarse y saludarse.

Félix saludó sin mucho ánimo a su tía. Ella les presentó a su hijo, Chan quién la había acompañado.

Ella, una señora en los cincuentas, vestida elegante pero casual y con sonrisa encantadora. Él, un muchacho alto, teñido, con gafas de sol sobre su cabeza y un café en la mano, todo en el decía "ni lo intentes".

Félix estaba cansado de las personas, pero por cortesía les saludo. Ambos parecían buenas personas, amables y felices de recibirlo sobre todo.

"Verás que te vas a divertir mucho, Félix. Mi hijo se ha ofrecido para ser tu guía a donde quieras ir" le dijo la mujer al chico. "Y tú, no te preocupes. Cuidaremos bien de él" dijo ahora a su madre.

Los cuatro salieron del congestionado aeropuerto y fueron a un recorrido simple por el centro de la ciudad.

Las dos señoras iban platicando tendida mente sobre todo lo que no sabían una de la otra de sus vidas tras el colegio.

Detrás de ellas Félix caminaba al lado de Chan en completo silencio. Solo marchaban tras sus madres. Chan intentó comenzar una plática varias veces a lo que Félix solo respondía con monosílabos o movimientos de cabeza.

Durante los primeros cuatro días e incluso después de que su madre regresara a Corea. Chan y Félix no cruzaron palabra más de lo requerido y eso estaba frustrando al mayor.

Félix era un completo secreto, un ente con un pasado y un presente del que se negaba a hablar.

Trató y trató de hacerlo hablar, de seguir una conversación pero el siempre lograba escaparse.

Un día no tuvo más paciencia e ideó un plan: haría que las circunstancias lo obligaran a hablarle.

Durante la noche, se escabulló en su habitación y robó su teléfono. Lo ocultarla hasta que Félix tuviera que pedirle ayuda para buscarlo.

Así lo hizo y en cuanto el chico notó que si teléfono no estaba, en lugar de buscarlo, comenzó a llorar fuertemente.

Chan se sintió culpable. ¿El lo había hecho llorar? ¿Tanto le preocupaba perder su teléfono?

Las lágrimas caían por el rostro de Félix, una tras otra.

Chan no resistió más, sacó el teléfono de su escondite, se lo entregó y se disculpó avergonzado.

"Aquí está. Lo siento, yo lo escondí. Perdoname Félix. Lo siento mucho"

A pesar de tener el aparato de vuelta en sus manos, Félix siguió llorando. Siguió llorando porque no era su teléfono desaparecido lo que lo preocupaba, eran todas las veces que había contenido las lágrimas.

Hacía cuatro días que estaba en Corea y hacía cuatro días que intentaba no romperse por respeto a sus anfitriones.

Ya no pudo más.

Chan se conmovió. El chico estaba muy mal y no podía verlo sin sentir su dolor también.

Inmediatamente fue a abrazarlo y a consolarlo.

"Tranquilo, llora todo. Saca todo lo que tienes dentro" le dijo mientras sobaba su espalda.

"Ya no puedo… ya no puedo más" sollozó Félix.

"Está bien, todo va a estar bien"

Felix se aferró fuertemente al cuerpo del mayor. En esos momentos necesitaba de alguien de quién sostenerse, no importaba ya si parecía débil o si podía ofender a los demás. Necesitaba llorarlo fuera.

"Yo estoy aquí, Félix. Estoy aquí y voy a ayudarte" le dijo Chan de corazón. "Confía en mí".

Skz Fictober - 31 días de OS (multishipps) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora