Prólogo

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Nunca imaginé que la universidad cambiaría mi vida, o mejor dicho me daría mi gran amor. Pero la manera en que lo conocí fue tan extraña; y desde que vi el brillo que albergan sus hermosos ojos, jamás pude olvidar su mirada. Con el pasar de los meses me enamore inexplicablemente, y hoy me encontraba en la sala de espera de un aeropuerto, esperando que fuesen llamados los pasajeros con destino a Madrid, con escala en Caracas. No era yo quien se iba, era él quien se marcharía, debido a una mejor propuesta de trabajo.

Con lágrimas en mis ojos y voz temblorosa, en casi un susurro dije:

-¿Sabes que aunque, miles de kilómetros de mar nos separen, siempre te voy a llevar en mi corazón?.

Él no supo como expresar que esa declaración, era lo más hermoso que había escuchado antes. Solo respondió:

-Pocas han sido las personas a las que le he dicho Te Quiero, tú eres una de ellas. Me siento afortunado de haberte conocido. Yo nunca te voy a olvidar.

Y fue en ese momento, donde en los altavoces del aeropuerto anunciaron que debían abordar el avión con destino a España. Pasado el cordón de seguridad, donde ya mi vista perdió su silueta, escuché un largo te quiero. Su voz aterciopelada era inconfundible para mis oídos, sabía que se trataba de él.

Ahí estuve hasta que vi despegar su avión, haría una pequeña escala en la capital del país, para luego ir directo a Madrid, donde tomaría un nuevo vuelo hacia Lucena, lugar donde mantendría su estancia un largo tiempo.

Saber que no lo volvería a ver, me afligía, de alguna manera me había acostumbrado a tenerlo cerca. Su manera de mirarme me hacía sentirme especial, aunque sé que era algo más que especial para él. Me acostumbré a su tacto, la manera en que hacía erizar mi piel era única. Su voz, cada vez que susurraba a mi oído cosas tiernas, me hacía sonreír de una manera tonta.

Mi corazón tomó un vuelo de miles de kilómetros y se fue junto a él, me sentía vacío, pero sabía que él cuidaría de la mejor manera, esa parte de mi.

Su recuerdo seguía latente, era como el engranaje que hacía mover las agujas del reloj, en este caso me mantenía vivo, con las esperanzas de volver a estar junto a él.

Cada noche antes de dormir, miraba la fotografía más recién que tenía de él, la cual mantenía en la mesita de noche, que hace juego con todos los muebles de mi habitación. Al pie de la fotografía, había impreso una frase que siempre me susurraba: "Recordar es fácil para quien tiene memoria. Olvidar es difícil para quien tiene corazón". Gabriel García Márquez.

Esa frase se convirtió en la oración de cada noche, porque en definitiva en poco tiempo él se robó mi corazón, así que sería difícil olvidarme de él.

Amar Sin LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora