Capítulo 7

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Luego de despedirnos de Doña Ana, mi abuela y contarle que iría a cenar con Christopher y unos amigos (no tenía otra opción que mentir) y que luego me quedaría en casa de él, nos fuimos de ahí.

Anabella mi madre estaba en una conferencia con sus jefes, se había ido tan temprano que no pude verla. Ella trabajaba duro cada día, para darme todo lo que necesitara. Y ser la asistente personal, del presidente de uno de los Bufete de abogados más reconocidos de la ciudad, era una gran responsabilidad. Tenía que estar viajando a otras ciudades, donde se expandía el bufete.

Creo que por eso decidí estudiar hermenéutica jurídica, que es el arte de interpretar la ley. Todos los días leía las copias de los expedientes que mi madre llevaba en su maletín y me explicaba detalladamente cuál sería el siguiente paso. Y las estrategias que usarían los abogados para ganar el caso.
Su manera de trabajar cada día me llenaba de orgullo, todo lo tenía meticulosamente calculado. En eso me parezco mucho a ella.

Cuando llegamos a casa de Christopher, este me saca de mis pensamientos con un golpe en la parte trasera de mi cabeza.

-—Aush, qué pasó.

-Deja de pensar tanto. Se que cada día te preocupa más no contarle la verdad a tu familia. Pero recuerda que tienes que ser feliz.

Él leía mi mente perfectamente, era como un psicólogo. Aunque estudia administración, le apasiona la medicina y todo lo que tenga que ver con ella.

-Tienes razón, pero no pensaba en hablar de mi orientación sexual con mi madre. Pensaba en que casi no la veo. Cuando tiene tiempo me lleva a la universidad, pero mayormente tomo el autobús. Cuando ella llega a casa, ya es tarde y yo me encuentro en mi habitación leyendo. Así que muy poco hablamos.

—No te vayas a poner nostálgico. Se que es duro todo eso. Yo lo vivo día a día. Aunque logré sincerarme con mi madre, mi padre no lo sabe.

-Tú caso es distinto Pepe, pero tienes razón. No es momento para pensar en eso. Vamos a salir con el bello, bello de George. Quieres que le diga que lleve a uno de sus amigos?. No conozco ninguno aún. Pero quizás sean igual que él.

—No, paso. Te acompañaré, pero nada de buscarme pareja, entendido.

—Está bien.

Las agujas del reloj giraron como locas, no me podía creer, que fuesen las 6:30 y aún no estuviese listo. Solo me quedaba una hora. Mi amigo andaba histérico, debía planchar una de sus camisas.

—Deja el estrés y drama, eso es fácil, dame acá.—le quite la plancha y en un minuto ya había terminado. —Toma, ya está lista.

—Gracias. Yo hubiese quemado la camisa. Me iré al baño de mi madre, usa el mío. -—Y desapareció dejándome solo en su habitación.

Media hora más tarde, tenía los nervios de punta, George me había escrito que venía en camino. Christopher y yo parecíamos gemelos. Ambos decidimos al final colocarnos unos jean con franelas en cuello tipo uve y unos zapatos deportivos. George había sido claro, algo fresco y relajado.

George llegó exactamente a las 7:30 p.m., ya sabía que era puntual, así que eso no me sorprendió.

Bajó de su Optra, y casi me da un soponcio, le recordaba a mi mente que debía ir al cardiólogo, no vaya a ser que sufra de algo, y muera en cualquier momento con tanto colirio delante de mí.
Iba vestido con un jean negro ajustado, unos Nike azul rey, al igual que su franela. Todo hacía juego con sus ojos, que en las noches con la luz de la luna parecían como zafiros. Sinceramente quedé icnotizado con su mirada. Christopher, estaba de tras de mí, y fue quien rompió el silencio.

Amar Sin LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora