11: Sirena

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-Hoy saldremos de paseo...- Hizo un momento de silencio para crearles más expectativa a los niños, que ya de por si solo oír esas simples palabras y encima sin decirlo, estaban que no podían más de la emoción. -¡Al acuario! 

El salto de alegría que dio Camus fue tal, que no solo dejó todo el jugo del desayuno regado por la mesa, sino que dejó con la boca más que abierta a todos los adultos presentes, ya que era la primera vez en tantos meses viviendo juntos, que el pequeño francés se comportaba tan efusivo. Por su lado, Milo también estaba feliz, pero por el momento y por alguna razón, lo único que hacía era mojar alguna fruta en el jugo que estaba derrochado en la mesa.

Shaina, al verlo, le llamó la atención para que ya no lo hiciera, pero lo único que obtuvo fue una picara sonrisa de parte del niño y el ver como ese primer acto era repetido nuevamente, pero esa vez, sería ya la última.

-¡Milo!

-Mamá...

-Nada de ojitos de borrego, pequeño. Ahora harás dos cosas. La primera, me vas a prometer que nunca  más volverás a hacer eso, porque es asqueroso y la segunda cosa que te iras en este momento a tu habitación a vestirte. En una hora saldremos y no quiero estar apurada, a último momento, contigo, como siempre. ¿Entendiste?

-Si, mamá.- Dijo bajando un poco la cabeza, dejando su servilleta en la mesa y abandonando con un poco de apuro el comedor, pero se detuvo al oír nuevamente su nombre, de los labios de su madre. -¿Qué pasa?

-¿No te olvidas de algo?- Le cuestionó mientras le sonreía alegre.

Al ver esa dulce mirada, el niño dejó atrás todo el miedo a ser regañado y se arrojó a los brazos de la morena.

-Te quiero, mami.

-Y yo a ti, vida mía. Ahora sí, ve a vestirte así ya se van.

-Camus, acompáñalo, así tu también estás listo. Shaina, ¿Puedes ayudarlo?

-Claro, señor. Vamos, Camie.

-Si.- Hizo lo mismo que Milo antes, dejando en la mesa sus cubiertos bien acomodados y también su servilleta, pero con diferencia del rubio, él se movió de su silla se abrazó con fuerza a su padre, que estaba a su lado, a diferencia de los otros dos mayores, que se sentaban en el otro lado de la mesa que su hijo. -Te amo, papi.

-Y yo igual. Como no te das una idea.

Después de ese hecho, los tres mayores que quedaron en la mesa continuaron con su desayuno, pero los señores de la casa se dieron cuenta de la mueca algo triste que repentinamente había adoptado el francés. Ninguno quiso indagar en eso, simplemente guardaron silencio y acabaron con lo que estaban haciendo, para luego subir cada uno a sus respectivas habitaciones y prepararse para el día por venir.

Aunque algo en Camus se rompió al ver a su padre bajar las escaleras con un maletín y revisando una carpeta repleta en hojas.

-¿No vendrás con nosotros?

-No, pequeño- Le respondió rápido dándole una mirada algo abatida. -Me llamaron de algo urgente y tengo que ir a ver que sucede. ¡Pero no te preocupes! Estoy seguro de que te divertirás mucho con Calvera, Milo y Kardia.

-¡No saldré de aquí si no es contigo!

Acto seguido a esa declaración, lo único que vio fue a su amado hijo subir corriendo con rapidez las escaleras y escuchando un fuerte portazo luego de eso. Degel solo suspiró ante eso y volvió a subir las escaleras.

-Hijo.- Se asomó y lo único que vio fue un bultito bajo las sabanas. Se sintió muy mal, pero si Chris Walden le llamaba, él debía de responderle de inmediato. -Tengo que dejarte hoy. No quiero hacerlo, pero sabes que mi trabajo es importante también. 

-¿Más que yo?

-Nunca nada será más importante que tú, mi vida. Siempre te lo dije y a esta altura, debes saber que es cierto.

-A veces creo que todos son sirenas.

-¿Sirenas?

-Calvera nos contó a mi y a Milo, que las sirenas, cada vez que abren su boca para cantar, cautivan a todos los que las escuchen. Parece que la tía Chis es una sirena contigo.

-Camus, amor mio.- Lo tomó de las mejillas y mientras se las acariciaba, lo hizo mirarlo a los ojos, tratando de asegurarse de que el pequeño supiera de que era totalmente cierto lo que le decía. -Tengo una sirena en mi vida, es cierto, pero esa sirena eres tu. El día en que tu llegaste al mundo y escuché tu hermoso, tu tan melodioso llanto a mis oídos, supe que tu serías el único ser en este mundo que me mantendría hechizado para el resto de mi vida. Camus, mi pequeño y bello príncipe, lo que dices es verdad, yo definitivamente tengo una sirena, pero no es una que vive encerrada en un acuario o libre en un océano, mi sirena es un pequeño niño de siete años recién cumplidos, que hace mi vida, la mejor experiencia del universo... Eres mi gran tesoro, Camie... Y no habrá nada ni nadie en este mundo que me haga cambiar de opinión. 

Los rubíes del mayor estaban repletos en lágrimas y ese simple hecho hizo que el menor se diera cuenta de que lo que su padre le decía era cierto en demasía, por lo que, lo único que pudo hacer, es prendarse de sus hombros y abrazarlo con fuerza.

-Siempre seré tu serena, papi. Te prometo que siempre estaré a tu lado y nunca dejaré de ser esto, que tanto significa para ti.

-Por favor, nunca dejes de serlo... Lo eres todo para mi, mi vida... Nunca me dejes de lado...

Ambos comenzaron a llorar como jamás antes sucedió y Degel agradeció el hecho de tener un hijo tan comprensivo, a pesar de ser tan pequeño.

-Te amo, papi. En serio que te amo y siempre lo haré.

-También te amo, mi pequeño cubito... Eres la única sirena en mi vida y siempre lo seras... No lo dudes nunca.

*

*

*

Camus llevaba una semana "secuestrado" y Degel no podía ni dormir ni comer. La desesperación lo embargaba. Lo único que podía hacer era rogar y desear por el regreso de ese único ser que tanto amaba.

-Dijiste que siempre lo serías y nunca me dejarías... Camus, mi niño, mi amor, mi vida entera... Mi único logro bueno y quien me mantenía en la tierra... Dijiste que nunca me dejarías y tu voz siempre me guiaría... ¿Dónde estás, mi sirena?

No pudo más y rompió en llanto. Camus era su vida y saberlo secuestrado, era la peor pesadilla jamás imaginada.

Necesitaba que la voz de su sirena regresara lo más pronto posible... O moriría. 

*

*

*

Creo que nunca hablé sobre la desaparición de Camus desde el punto de vista de Degel, pero de poco en poco, lo comenzaré a hacer.

Lamento subir esto tarde, pero bueno, al menos llegué 😅 (aunque en mi país seguirán siendo dos en un día, ya que en argentina ya es día 12) 

La palabra de mañana es "invierno". Degel y Kardia se darán calor mutuamente. 😉😄

¡Besos! ¡Las quiero! 

Fictober KardGelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora