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Las sábanas blancas que cubrían el cuerpo de Sofía, en movimientos rápidos cayeron al suelo, ve la habitación, las paredes están adornadas con unos colores que a ella la hacen sentir una calidez inigualable.

Toca el colchón que está bajo su cuerpo y lo siente agradable la seda que lo cubre es gratificante para su tacto.

Siente una felicidad inigualable a comparación de cómo se sentía en la casa que compartía con Ernesto, los colores que adornan el cuarto la hacen que sus emociones se revuelvan.

El hombre frente a ella solo la confunden, pero aún tiene la cara cubierta con una especie de pasamontañas y cree ver en él una especie de aparato que hace que la voz se distorsione.

— Que bueno que despiertas — menciona aquel hombre aún misterioso para ella.

— ¿Quién eres? — pregunta serena y sin miedo, aunque es extraño no tener ningún tipo de temor.

— Solo tome en cuenta que soy un admirador suyo bella dama.

"BELLA DAMA" donde ha escuchado eso, donde, trata de recordar hasta que su cabeza hace click y recuerda a Luciel aquel apuesto hombre que solo le llamó unos cuantos minutos la atención.

— Admirador, no tenía en cuenta que tenía alguno, siempre creí que no llamaba la atención de algún hombre.

— Oh se equivoca, señorita, usted es la más bella flor de un jardín, es la pureza hecha persona.

— Oh valla no creí que un hombre tuviese esa opinión acerca de mi — menciona mientras siente que su cara se enrojecer ante el algo de tan altura.

— Bueno creo que esa opinión debe de eliminarse de su hermosa conciencia, porque yo solo veo pureza y hermosura, posada en una de las más finas sábanas, sobre el más cómodo colchón que se puede comparar con el que duerme la reina Isabel.

— Bueno creo que es un poco exagerado eso que me está diciendo, no creo que merezca tanto.

— Claro que lo merece señorita, la he vigilado, la he observado todo este tiempo.

— Ah con que me estaba acosando y ahora que me amordazara y torturara hasta que ya nos pueda más y pida morir — dijo en un tono un poco irónico.

— No, no, está muy equivocada bella dama, yo a usted la traje conmigo para que sea mi mujer, mi bella esposa — se levanta y camina lentamente a Sofía — la dueña de mi corazón y de este hombre que muere por ella.

— Pero que barbaridades está usted diciendo, si no tiene claro o con sus observaciones soy casada.

— Oh querida claro que lo sé, sé perfectamente como contrajeron matrimonio, cuántos años tienes de casada y que esos años has llevado una vida de calvario con el que es tu esposo y que actualmente tiene a su amante en tu casa.

— Bueno si, pero....

— No hay pero que valga para que te falte de esa manera el respeto, es falta de moral en tu casa, es un sinvergüenza acaso.

Sofía solo se sentía como una niña pequeña siendo regañada por haber hecho alguna travesura, con la consciencia revuelta solo escucha todo lo que el hombre frente a ella le dice.

— Oh dime una cosa acaso te gusta que te esté maltratando acaso, porque si, estuve en todos lados tu boda, luna de miel la compra de tu casa que no fue casualidad que solo se pudiera poner a tu nombre — Sofía escuchaba atenta cada cosa que el hombre le contaba, cada una de ellas cada palabra, cada letra que salía de ella era cierta — que pasa porque no contesta, sabe que es cierto todo lo que le estoy diciendo verdad por eso se queda callada.

Sofía desvía la mirada avergonzada ante ti da las verdades que el tipo le suelta.

— No tengo nada que decir ni defender al papanatas de mi esposo.

— Eso creí.

Las palabras no salían de su boca, no podía defenderse, la lastimaba, pero todo era cierto nunca se defendió, nunca dijo nada en contra de todo lo que le dijo e hizo.

— Aún no término — la cara de Sofía aún no voltea a él y continúan — no he mencionado el embarazo.

Eso fue todo, la derrumbó eso fue la gota que derramó el vaso.

Voltea el cuello ferozmente y ve al hombre con el ceño fruncido y solo acata a decir — Basta, basta — sus ojos comenzaron a cristalizarse, gotas de agua salada iniciaron bajando por su lagrimal, pasando por su mejilla hasta llegar a la barbilla y así descender a las manos de ella — cree que no lo sé, sé perfectamente lo que ocurre en la que fue mi casa, lo tengo presente y lo tuve presente todos los días de mi vida — su voz comenzó a hacerse más quebrada — sé que nunca fui lo que mi esposo quería, el día en que me casé creí muchas cosas, yo no tenía ni la más mínima idea de que sería un infierno estar ante el infeliz de mi marido, pero sabe algo no le importa ya no importa nada de eso, me pagará todo lo que ese animal y esa víbora que está junto a él, porque sabe algo, creo que ese niño no es de él y lo voy a averiguar aunque se me valla la vida en eso, pero para eso necesito irme de aquí así que me podría dejar ir.

— Bueno escuchando todo lo que me ha dicho y ver que le tiene demasiado rencor a su esposo en ello la apoyo bella dame, pero hay algo en que no le puedo cumplir.

Dijo aquello mientras regresaba a su asiento y se sentaba cruzando las piernas y entrecruzando los dedos de sus manos.

— ¿Qué? — pregunta algo desconcertada, está un poco feliz, aunque sea un desconocido la apoyará, pero que será lo único que no.

— No la dejaré ir.

Doloroso amor llDonde viven las historias. Descúbrelo ahora