Capítulo 20

1.9K 237 27
                                    


El agua tibia golpeando mi rostro se siente demasiado bien, así que me coloco de lleno en el pequeño espacio, más que por la temperatura por la sensación de confort y limpieza que deja a su paso. Entre las desventajas de ser un vampiro, se encuentra mi sensible nariz que es capaz de percibir cualquier olor, así que no estoy satisfecha hasta el olor silvestre del gel es lo único que percibo. En nuestro viaje no hubo oportunidad de un baño, por lo que no le tome importancia, pero definitivamente ahora no puedo ignorarlo.

Me tomo mi tiempo debajo del agua, antes de decidirme por salir; envuelvo una toalla alrededor mi cuerpo y cojo otra para secar mi pelo, mientras me siento en la cama, mirando con curiosidad el lugar. Aunque lo cierto es que mi cabeza se encuentra repasando lo sucedido en las últimas semanas.

Marine se ha ido, lo mismo que ese guardia con quien apenas tuve oportunidad de cruzar algunas frases; Kyla ahora es un vampiro y el mundo se ha ido al carajo. Emir confirmó que no hay sobrevivientes en América y me cuesta procesar que todo un continente haya desaparecido por la simple ambición o estupidez. Tantas personas, tantos inocentes, porque casi podría jurar que los responsables de alguna forma lograron salvar sus vidas. Los culpables siempre son los primeros en huir.

Me recuesto, mirando el techo de metal, antes de cerrar los ojos y escuchar el lejano golpear de las olas contra el barco. Hay un poco de vaivén, que es reconfortante, a pesar de ser la primera vez que piso una embarcación. Supongo que de alguna manera no es del todo ordinario el material, ya que aun con mis agudos sentidos se logra aislar un poco el sonido del exterior.

Estudio a detalle mis manos, viendo como las quemaduras de nuestra excursión bajo el sol casi han desaparecido por completo. Es increíble como incluso una herida de espada puede sanar con mucha más rapidez y entiendo la importancia que tiene el bloqueador en el que continúa trabajando Koller. Si las cosas entre las naciones siguen igual, alguien debe poner un alto a esta guerra inútil, antes de que todo el mundo perezca.

La puerta abriéndose me pone alerta y me incorporo rápidamente, para ver a Liel entrar. Su cabello está húmedo, parece no haberse tomado tiempo para arreglarlo, ni tampoco para ponerse una camisa, solo unos pantalones que le dan un aspecto salvaje y caliente.

Demasiado caliente. ¡Uff!

Juntos los muslos, luchando contra mi reacción. Odio que desde la noche que tuvimos sexo, algo parece no apagarse cuando estoy cerca de él. Es una extraña compulsión que me hace querer hincarle el diente. Literalmente.

Su sabor fue ambrosía en mi lengua, nada comparado a la sangre que bebemos.

―Te duchaste ―me encuentro diciendo, un poco nerviosa, sin estar segura en donde nos encontramos.

No espero un compromiso, ni nada parecido, no solo porque parece que junto con la inmortalidad viene una necesidad por cambiar de amantes, sino porque necesito encontrar mi camino.

Hasta ahora, con Emir presente, no mencionamos nada, todo era normal, pero no puedo olvidar que dijo que hablaríamos una vez que estuviéramos a salvo. Y bueno, supongo que podríamos decir que nos encontramos camino a esa seguridad.

―Vine antes, pero aun estabas dentro. ―Se acerca, mostrándome el par de botellas de sangre que sostiene―. Te traje estas. Y antes de que protestes, tienes que alimentarte. Sigues siendo un bebé en lo que a vampiros se refiere, debes ingerir más que nosotros. ―El olor a sangre hace que mis dientes emerjan y me encuentro prácticamente salivando, casi ignorando el resto de sus palabras, pero mi mirada viaja a su cuello, recordando como fue beber de su vena y lo que vino después. El olorcillo de mi propia excitación me hace removerme incomoda y obligarme a moderar mi reacción―. A menos que prefieras beber de mí.

La guardia (Saga la Donante #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora