―¿A dónde vamos? ―susurro, cuando me doy cuenta de que no estamos siguiendo la dirección hacia donde se supone esperaran por nosotros.
Liel no contesta, sus piernas se muevan con velocidad y a pesar de la rapidez, consigue ser silencioso, por lo que evito hacer preguntas y me aferro a su cuello.
Mi cuerpo duele menos, pero sé que mi velocidad no puede compararse con la suya, así que simplemente dejo que me lleve.
Parece demasiado tiempo, antes de sentir como salta y lo siguiente que sé, es que el agua nos cubre. Mi instinto es luchar evitando sumergirme, pero él me sujeta y sacude la cabeza, llevándonos al fondo de lo que parece ser un lago.
"Contén la respiración", me ordena mentalmente.
Me toma unos segundos entender lo que pretende. Siendo vampiros podemos soportar largos periodos sin respirar, aunque es una acción que nuestras mentes tienen grabada y es casi automática, podemos ajustar nuestros cuerpos para estar horas debajo del agua, especialmente, porque no sentimos frio como los humanos. Pero no se trata solo de eso. Si no de borrar nuestro rastro, el olor de sangre que impregna nuestros cuerpos.
Aun con la presión del agua en mis oídos, alcanzo a percibir los gruñidos y pasos desordenados de los impuros cuando se acercan. Me tenso, pero Liel pega mi pecho al suyo, sus ojos fijos en los míos.
Espero que esto de resultado o estaremos en grandes problemas. Es casi como si fuera un ejército.
Permanezco inmóvil, abrazada a él, contemplado su rostro, que no traiciona emoción alguna. De nuevo me doy cuenta cuan favorecedora puede ser la inmortalidad, aunque imagino que él era atractivo siendo humano. Su rostro es masculino, sus labios generosos, pero sin ser demasiado gruesos, sus cejas un poco pobladas, las cuales le dan un aire de seriedad.
Él parpadea, percatándose de mi escrutinio y tengo que obligarme a no delatarme. Cierra los ojos, como si estuviera escuchando, lo imito y notó el silencio. Es tan extraño, no hay ningún sonido, nada. Las noches suelen caracterizarse por el canto de los grillos y otras criaturas nocturnas, pero no hay nada. Solo silencio.
Recuerdo ese extraño olor y lo que vimos en ese salón deportivo, así como los animales que encontramos muertos durante nuestro camino. No es normal.
Liel me hace una seña, indicándome que debemos emerger. Con algo de renuencia libero sus hombros y busco la superficie. Su brazo rodea mi cintura y me ayuda a conseguir salir del agua. Aspiro, disfrutando el aire nocturno.
―Trata de no hacer muchos sonidos ―dice dirigiéndose a la orilla.
"¿Cómo sabias que el lago estaba aquí?".
"Vine algunas ocasiones. El problema es que esta a bastante distancia de nuestro destino".
"Me di cuenta". Retiro el exceso de agua de mi pelo y ropa, mientras toco tierra firme. "¿Qué vamos a hacer? No llegaremos a tiempo". Pruebo un poco mi cuerpo, percatándome que el dolor ha menguado y me brazo parece mejor. ¿El problema? Pronto necesitare más sangre, eso parece ser algo necesario cuando ocurren heridas.
Él mira al horizonte.
"No hay alternativa. Tendremos que esperar y buscar un refugio. Ambos estamos heridos y con esas cosas detrás de nosotros, lo único que conseguiremos será llevarlos con nosotros".
Mierda. No había pensado en eso.
"De acuerdo". Mira alrededor, solo hay árboles.
"¿Puedes caminar?". Asiento, no queriendo ser una carga, mas de lo que ya lo he sido. Aun me duele el pecho y mis costillas se recienten si muevo demasiado el dorso.
ESTÁS LEYENDO
La guardia (Saga la Donante #4)
VampireLibro #4 de la Saga La donante. Una historia previa al inicio de la donante. Conoce un poco más sobre los guardianes silenciosos que custodian los muros de Cádiz... Historia previa a la donante, justo durante la guerra.