Capítulo 19

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Nunca he sido una persona violenta, todo lo contrario, siempre fui de aquellas que trata de mediar los problemas y dar consejos, pero ahora mismo quiero golpear algo y si es un vampiro mucho mejor. Evito mirar a Liel, pero me mantengo a su espalda no dispuesta a retrasarnos, mientras nos movemos entre los árboles, los rayos del sol, como predijimos, son menos intensos, un poco molestos, no lo suficiente para detenernos. Me esfuerzo y envidio su habilidad, mi mente reafirmando lo que he pensado desde nuestra discusión. Hemos cubiertos nuestros ojos, guiándonos principalmente por los sonidos, ya que según Koller son mucho más sensibles a la luz del sol.

Arrugo la nariz, distrayéndome con el aroma de impuros y sobre todo de muerte, que ahora es mucho más intenso y que nos acompaña todo el camino. Y en tanto la noche cae, la distancia se acorta, pero no puedo evitar notar los animales muertos, y el hecho de que todos despiden el mismo aroma que las personas que encontramos la noche anterior.

No hay descanso, ni palabras, solo el impulso de llegar.

Liel hace una señal y me detengo detrás de él.

―Ahí esta ―señala a lo lejos, antes de tomar uno de sus cuchillos y entregármelo―. Pero tenemos compañía.

No tiene que decirlo, el ligero aroma de los impuros que denotaba el paso reciente o quizás de horas, ahora es mucho más intenso. Nos siguieron.

―Puedo ayudar... ―No deja que termine la oración, sacude la cabeza y pone en mi mano el arma.

―Ve. ―Hace un gesto a su cuello―. Recuerda, corta la garganta o perfora el pecho, de preferencia apunta al corazón. No los mataras, pero los dejaras fuera de combate y te dará tiempo para correr.

―¿Solo debo correr? ―Percibo los impuros, no es solo un par de ellos.

―Si, pase lo que pase, no te detengas. Hay alguien esperando detrás de esos edificios, solo debes llegar a donde él se encuentra. Ve. Obedece.

No discuto, porque sé que no sería de ayuda. Le doy una mirada y me giro, poniendo en marcha. Los gruñidos de los impuros hacen eco en el silencio de la noche, que carece que los habituales sonidos. No bordeo los obstáculos, voy sobre ellos, incluso derrumbándolos, dirigiéndome justo hacia donde ha señalado.

Quiero asegurarme de que no está en problemas, ahora que los sonidos de lucha son evidentes, pero no lo hago. Eso solo me demoraría y de nada serviría el que se haya quedado haciéndoles frente. Así que solo sigo moviéndome.

Sin embargo, a medida que dejo los edificios atrás, me siento un poco dudosa, no puedo distinguir el que se supone será nuestro transporte, todo lo que veo son las ruinas de la ciudad.

Por el rabillo del ojo, descubro un impuro, me gruñe, dejando al descubierto sus desagradables colmillos. No titubeo, lanzo mi brazo, la sangre salpica mi cara, pero la ignoro y obligo a mis piernas a moverme más rápido. No se siente como cuando era humana, soy capaz de adelantarlo sin problemas, aunque mi alivio dura demasiado poco. Algo golpea mi espalda y tengo que esforzarme para no caer. Es otro de ellos y parece más decidido a detenerme, sus garras raspan mi ropa. No puedo detenerme o Liel volverá a gruñirme y darme su sermón. Tengo que ser capaz al menos de escapar, por muy mal que suene.

Trato de golpear el pecho del impuro, solo para fallar y que sus uñas alcancen mi pómulo. Parece que ha adivinado mis intenciones y se aleja, volviendo con otro impacto. Es por solo unos centímetros que consigo esquivarlo y mantenerme en pie, pero casi me doy de frente contra un muro. El aroma de impuros es intenso, pero hay alguien más.

Alguien de la guardia. Sus trajes tienen una esencia que les distingue de la ropa que usa el resto de los vampiros.

Separo las piernas, preparándome para hacer frente a ambos impuros, cuando me acechan, mostrándome no solo su dentadura, tambien sus garras, pero una sombra se mueve detrás de ellos, separando de tajo sus cabezas, antes de que si quiera puedan darse cuenta.

La guardia (Saga la Donante #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora