Y encima de que primero nos roban, luego resulta que todos los detectives disponibles se fueron de día libre. En consecuencia, me ha tocado a mí (porque mi mala suerte así lo dicta) seguirle el juego a Holmes hasta dar con el ladrón.
¡Vaya forma de empezar un lunes, señores!
Aunque eso me gano por decirle a Sherlock por dónde empezar a hacer su trabajo. Supongo que si inicié con todo esto soy capaz de llevarlo a buen puerto, incluso si no tengo experiencia profesional en esto de resolver crímenes.
—Sabes, Sherlock, creo que ha sido el señor Edward Hyde. ¿Qué otro fin en la vida tendría un alter ego malévolo además de destrozar la propiedad ajena y robarse fórmulas peligrosas?
—Pues eso creía yo, señorita… —Sherlock trata de buscar mi nombre en un papel, sin éxito.
—Ana.
—Sí, señorita Ana. Yo también creí que la opción más lógica en cuanto a la mente maestra detrás del robo era el Sr. Hyde, hasta que vi a la sombra misteriosa.
—¿Sombra, has dicho? ¿La sombra de quién?
¡Genial! Lo que nos faltaba. Por si la situación de por sí no daba el repelús suficiente, ahora teníamos a una figura sombría no identificada dando la vuelta por aquí.
—Pues no sería misteriosa si supiéramos eso, señorita —dice ceñudo.
Punto para Sherlock. Al menos ha dejado de mirarme con mala cara —por segunda vez en el día— y se ha puesto a sacar un montón de cintas viejas para reproducirlas en un televisor aún más anticuado. Luego de muchos intentos, aparece el cortometraje de una criatura muy fea subiendo nuestras escaleras… o mejor dicho, aparece su inconfundible forma.
—¡No puede ser! Pero si es el conde Orlok.
Miro la pantalla con la fascinación de un niño mientras Holmes lucha por mantener la compostura por la sorpresa.
—¿Quién?
—Es él; apostaría mis narices. El tipo no ha cambiado sus formas de hacer drama en siglos. Es algo insólito.
Y sé que esto es algo serio y que ese cortometraje debería dar miedo como para cagarse encima, pero no puedo evitar reírme de la escena. El detective está cada vez más consternado; al parecer no se termina de creer que hasta yo sepa de quién se trata y él no.—El conde Orlok, el mismo. ¿Acaso usted no lo conoce, Holmes?
Tomo mi tiempo para deleitarme en la lenta negación que hace el detective.
—Pero si es tan famoso que hasta le hicieron una película autobiográfica en 1922. Luego le pusieron una demanda por imitar a Drácula y cayó en desgracia. Desde entonces, nadie lo ha visto salir de su castillo… hasta ahora. Tal vez sea más conocido por su nombre artístico: Nosferatu.
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Antología: El País de los Clásicos
Short StoryCompilación de los relatos ganadores del desafío "El País de los Clásicos".