Odiaba tener que visitar aquella casa, especialmente cuando su padre estaba allí. Pero su nana había insistido en que la visitara y ella no podía negarse.
Suspiro antes de dar el siguiente paso hacia la entrada. Los recuerdos de una infancia marcada llegaron a su mente tan pronto atravesó la puerta principal. Después de que su madre murió, nada volvió a ser igual. Su padre cambió. Por lo tanto ella también lo hizo.
La constante ausencia de su padre la hizo más fuerte, más independiente. Y solo por eso, le agradecía. Pero jamás permitiría que él tomara control de su vida.
Atravesó el pasillo que conducía a la cocina, sabía que encontraría a su nana ahí. Y el olor a galletas recién horneadas se lo confirmo.
–Amo cuando haces esas galletas, hacen querer quedarme.
Chiyo se dio la vuelta para abrazarla.
–Bienvenida a casa mi niña.
Hinata se refugió por unos segundos en ese abrazo, no sabía cuanto lo necesitaba hasta ese momento. Sintió deseos de llorar y buscar consuelo en aquel abrazo, pero se contuvo.
–¿Como has estado nana?– preguntó mientras se soltaba del abrazo.
–Extrañándote mucho. Ahora siéntate, te he preparado muchas galletas.
Hinata le sonrió y obedeció.
Luego ambas charlaron un rato sobre lo que habían hecho esos últimos meses. Hinata le contó sobre su campaña y Chiyo le dio algunos consejos feministas para lograr una campaña exitosa.
Hinata sonrió. A veces extrañaba la franqueza de su nana. Ella era la única capaz de hablarle con tanta transparencia.
–¿Ya saludaste a tu padre?– le pregunto Chiyo.
Hinata bajo la cabeza y negó.
–Hinata, ya eres grande, intenta hacer las pases con èl.
Hinata lo había considerado en múltiples ocaciones, pero al final siempre se resistía. Su padre había dejado muchas heridas en su corazón que ella tenía que sanar.
Tomó las manos de su nana y las apretó.
–Ya llegará ese día nana, solo que no es el momento.
Chiyo asintió.
–Al menos ve y salúdalo. Ha estado muy decaído últimamente, temo que enferme.
Hinata asintió y se puso de pie para caminar hasta donde se encontraba su padre. Como siempre estaba encerrado en su biblioteca. Tenía varios meses que no lo veía, por lo que le sorprendió verlo en aquel estado.
–Hola, padre.
Hiashi levantó su rostro y le sonrió.
–Vaya, hasta que la hija pródiga decide regresar.
Hinata apretó sus puños para controlar su rabia. Disimulo una sonrisa y camino hasta donde se encontraba el asiento frente a la mesa del escritorio. No se sentó, si no que de quedó allí de pie. Aquel saludo sería breve.
–No te emociones padre, solo vine a saludar.
A Hiashi se le borró la sonrisa y se volvió a concentrar en el computador.
–Te lo hubieses ahorrado. Dejaste de ser mi hija ya hace demasiado tiempo. Tu insensatez te ha llevado a donde estas ahora.
Esta vez Hinata no pudo controlar sus emociones y estalló.
–¿Insensatez? Oírte decir esas cosas me hacen darme cuenta de que tome la decisión correcta al marcharme de esta casa.
Hiashi se puso de pie.

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Tregua
FanfictionDel odio al amor solo existe un paso, pero... ¿sera este el Caso? [Fanfic original] [Personajes y fotos no me pertenecen]