Una mariposa

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Esta mañana se me hace díficil despertar. A penas tengo fuerzas para salir de la cama. No estoy bien. Me siento enfermo. Pero debo prepararle el desayuno a mamá e ir a trabajar.

- Feliz, llevarás mi carta hoy?

Oh, cierto. Lo olvidé.

- Si mamá lo prometo.

Estoy bastante seguro de que Wayne ni siquiera recibe las cartas. Y si las recibe ni se molesta en abrirlas. Pero esto parece ser tan importante para ella. Me da un beso de despedida y le prometo entregar la carta en el correo. No quiero decepcionarla. Alisto mi bolso con mi ropa y mi pintura de payaso, guardo la carta, me abrigo y salgo de casa.

Bajo las interminables escaleras y emprendo mi camino de todos los días. El hombre parece estar gobernado por una extraña ley que hace que cada mañana vuelva a levantarse y que, aún teniendo toda la adversidad en su contra, siga andando...como si al final del camino lo esperara un castillo en las nubes.

En el metro voy sentado al lado de un señor que lee el periódico. Como ya es usual en estos días, Thomas Wayne está en la portada.

"Gran conferencia del candidato Wayne hoy en el ayuntamiento"

Eso me da una idea.

- Ríes demasiado- me reclama Hoyt.

Ya me disponía a salir del trabajo cuando el jefe me llamó a su despacho.

- Pero si soy payaso.- le explico - Los payasos deben reír, no es así?-

- SABES A LO QUE ME REFIERO!!

Yo soy educado y siempre hablo con respeto a todas las personas. Pero Hoyt siempre cree que debe gritarme.

- Hago todo lo que me piden los clientes.

- Te robaste un globo el otro día!

- No me robé nada...yo...de qué se trata todo ésto?

- Escucha, Arthur...algunos clientes creen que eres extraño. Se sienten incómodos contigo.

- ...trato de hacer mi trabajo lo mejor posible...

- Mira...se me está haciendo más y más díficil acomodarte con un cliente. Lo del centro comercial no funcionó como esperábamos.

- Por favor, señor, necesito el trabajo. Puedo hacer fiestas de niños...

- Aah por el amor de Dios, Arthur...bueno, bueno...mira, intentaré encontrarte algo. Pero si no logras controlar tus ataques de risa, todo se hace más díficil. 

Controlar mi risa?? Acaso Hoyt piensa que soy así por elección propia?? Que yo decidí deliberadamente tener esta enfermedad??

- Te espero mañana. Ahora vete de aquí.

El ayuntamiento no queda muy lejos. Si es que quiero que las cartas de mamá realmente lleguen a Wayne, no puedo seguir enviándolas por el correo, eso no funciona. Debo dársela en persona.

Me siento en una banca de cemento a esperar. Sostengo la carta firmemente entre mis manos y me mantengo atento a cualquier señal de Thomas Wayne. Así se pasan dos horas. Mucha gente pasa por aquí pero ninguno es Wayne. La tarde va llegando a su fin. Me siento débil, tengo mucho frío y mi sweater no me abriga lo suficiente. Pero debo esperar, debo hacerlo por mamá. Pasa otra hora y mi cuerpo está tiritando de frio. Intento calentarme frotando mis manos. El viento golpea mi cara y comienzo a toser.

Entonces de pronto veo mucho movimiento, un grupo de autos negros aparecen y se estacionan en fila. Bajan varios hombres vestidos de negro. Y entre ellos lo reconozco a él, al señor Wayne! Está rodeado de guardaespaldas y se le acerca una gran cantidad de periodistas. Solo hay unos cuantos metros entre él y la entrada al ayuntamiento. Esta es mi única oportunidad. Me levanto y salgo corriendo hacia donde está él.

- Espere! Señor Wayne!

Pero con tanto alboroto a su alrededor, no logra oírme. Corro más rápido.

- Señor Wa-

Mis pies tropiezan y caigo sobre el cemento con un fuerte golpe. Me toma un momento darme cuenta de lo que pasó. Levanto la cabeza, busco al señor Wayne y lo veo atravesar la puerta del ayuntamiento, seguido por sus guardaespaldas. Perdí mi oportunidad. Maldición!

Me levanto, recogiendo la carta que se me escapó de las manos con el golpe. Siento un dolor en la pierna. Me doy cuenta de que me lastimé la rodilla y que mi pantalón quedó rasgado. También me rasmillé las palmas de las manos al tratar de detener mi caída. Pero lo que más me duele es haberle fallado a mamá...

No existe un sentimiento peor que volver a casa derrotado todos los días.

- Feliz, pudiste enviar la carta?- pregunta mamá a penas me escucha entrar por la puerta.

Voy a la habitación y la saludo con un beso.

- Si, mamá...la deposité en el correo...

Esta noche no tengo fuerzas para escribir mis pensamientos. Me duele todo el cuerpo. Tomo un baño y me dejo caer en el sillón de la sala donde me quedo viendo la tele.

Toc toc.

Reconozco ese suave sonido, casi tímido. Me levanto, abro la puerta y me encuentro con lo único que podía alegrarme el día.

- Hola Arthur!

Sus enormes ojos siempre brillan con una genuina alegría.

- Hola Gigi- la saludo y veo que trae puesto su pijama y carga un oso de peluche - Qué haces despierta tan tarde?-

Ella se ríe con una expresión traviesa.

- Te gustan las galletas?- me pregunta.

Del bolsillo de su abrigo saca una galleta de chocolate y me la ofrece.

- Si, me gustan.

Recibo la galleta en mi mano. En eso me da un ataque de tos y me cubro la boca con el brazo hasta que se me pasa.

- Estás enfermo?- me pregunta y puedo ver la preocupación en su carita. En todo el día, es la primera persona que lo ha notado.

- Solo un poquito- le digo -Pero con esta galleta seguro que me pondré bien!-

Ella me mira con esa cara tan dulce y entonces sus ojos se detienen sobre mis manos.

- Que te pasó, Arthur?

- Oh...me caí...

- Te duele?

- Ya no mucho...

Sonrío al saber que alguien se preocupa tanto por mí.

- Ya debo irme a la cama...

- Está bien. Gracias por la galleta.

- Adiós Arthur, dulces sueños!

- Dulces sueños, Gigi.

Las visitas de Gigi se van haciendo parte de mi rutina. Viene al final de cada día para desearme las buenas noches antes de irse a dormir. A veces viene con alguna sorpresa, a veces simplemente con una sonrisa. No sé a qué le debo el privilegio de sus visitas. Solo sé que me hacen bien...me hacen sentir querido.

- Como has estado, Arthur?

Enciendo mi primer cigarrillo de la sesión. Sonrío.

- Tengo una amiga...

La trabajadora social me mira sorprendida.

- Quieres contarme sobre ella?

- Es la única persona que me ve...

- Quién es?

- Es una niñita.

- Entiendo...dices que ella es la única persona que te ve. A qué te refieres?

- Cuando me miro en el espejo, no veo más que una oruga...pero ella percibe en mí la mariposa.


Sonríe y pon tu mejor caraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora