3

153 113 5
                                    

Lo tomas o lo dejas

  Volví a casa exhausta, con la energía justa para reclamarle a mi madre que me había mentido sobre si había algún Black en casa. Solo conocía a uno, y apostaba que era el peor. Ella me pidió perdón y me aseguró que no sabía que Caín iba a llegar temprano hoy.

  — ¿Es hijo único? — Me recosté sobre el sofá. No es que fuera cotilla, pero tenía mucha curiosidad.

  — Desgraciadamente, no —. Hizo una mueca graciosa, como si estuviera recordando algo incómodo — Son cuatro hermanos. Nathaniel es el mayor, no vive con ellos. Drake y Alvin son los más pequeños, tienen tu edad y son gemelos.

  No me había imaginado que tuviera hermanos. Me lo imaginaba como un hijo único y mimado, aunque ahora lo único que cambiaba era que al parecer eran cuatro.

  Te recojo a las diez en tu casa, pásame la ubicación y ponte guapa porque vamos a una fiesta jeje.

  Mi móvil sonó dejando ver el mensaje de Zach, o como se podía llamar también, el modelo Calvin Klein. Le agradecía el detalle, pero podía coger mi coche. Además si me sentía incómoda no tendría que depender de él para que me trajera a casa.

Mándame el sitio de la fiesta y nos vemos allí mejor, así no tienes que molestarte en recogerme.

Respondió al segundo.

No te preocupes no es una molestia recoger chicas guapas. Ponte de rojo y vamos a juego bebé.

Sonreí por el bebé. Después de discutir un rato más, acabó ganando él así que le di mi dirección. Cómo ni siquiera sabía qué clase de fiesta era, me puse unos vaqueros rotos con un top rojo. Me puse unas zapatillas básicas rojas también, y me maquillé un poco. Me preocupaba que al día siguiente hubiera instituto, pero igualmente los primeros días no hacíamos nada en ningún sitio.

Zach me avisó de que estaba abajo, así que me eché un poco de colonia y bajé. Comparado con el uniforme a cuadros y mi pelo de león por las mañanas, no estaba nada mal. Estaba un poco nerviosa por si no le caía bien a nadie, o por si no estaba a la altura. No sabía muy bien como iban las cosas allí, y seguía echando mucho de menos mi antigua vida.

Cabe decir que cuando bajé y vi el Jaguar de Zach, otra vez me quedé embobada. No me acostumbraría a ver aquellos coches nunca. Era rojo, deportivo y magníficamente elegante. Por no hablar de Zach, claro.

— ¿Quién diría que te sienta tan bien el color del tomate? — Se acercó a mí y me dio dos besos. Olía genial. ¿Estaba en el cielo? Porque en serio que desde que había bajado esas escaleras lo parecía.

Subimos al coche y el motor rugió. Zach me iba contándome chistes malos y haciéndome reír sin parar. Se reía de absolutamente todo, y eso es lo que más gracia me hacía.

— Este es bueno lo prometo —. Lo miré enarcando una ceja, sabía que iba a ser malísimo — ¿Por qué los mosquitos se ponen condón?

Nunca creí que me iban a hacer esa pregunta.

» Por si las moscas —. Empezó a reír como si hubiera sido gracioso. Yo no pude evitar seguirle ya que era inevitable que te contagiara.

No caigas en mi juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora