8

9 0 0
                                    

Demente

Después de aquel drama con Caín, retomé mi vida normal. Lo intenté se podría decir, ya que el dolor no se iba ni un solo segundo, y casi podía decir que me estaba acostumbrando a él.

Mis amigos seguían como siempre, aunque después de estas semanas si podía decir que Abel era uno de ellos. Había sido un confidente de secretos y risas para mí, por no mencionar los ratos que pasábamos en la biblioteca cuando él intentaba explicarme algo y yo ponía mi cara de no entender nada. Porque sí, además era listo ese desgraciado.

Mientras que Zach y Hope se habían enrollado a lo bestia, y ahora no se separaban el uno del otro. Nada serio, pero de tan solo verlos era asfixiante. Aunque lo negaran, estaba casi segura de que acabarían juntos. Además no pretendía quejarme ya que eso me había dejado más tiempo para conocer al británico.

No le conté a nadie sobre el secuestro, aunque si que me había vuelto paranoica respecto a la seguridad. Donde yo iba, excepto el instituto, iban mis escoltas. No me molestaban demasiado ya que guardaban distancias, y solo de pensar que alguien me podía volver a asustar así hacía que quisiera llevarlos hasta el baño.

Respecto a Caín, no volvió a pisar mi casa. Me aliviaba, aunque no sabía que esperarme de ese demonio de ojos azules. No era nada previsible, como ya había demostrado.

— ¿Sigues sin entenderlo? — Abel me miraba suplicante. A lo mejor al principio creyó que me hacía la alumna tonta, pero creo que ya sabía que la pura verdad era que no entendía una mierda.

Y encima no le había prestado atención.

— No, lo siento Abel en serio me miraré un video en YouTube o que se yo... — Empecé a guardar las cosas. No iba a seguir torturándolo con mi ignorancia, al menos por ese día.

— Tienes el examen dentro de unos días Kayla, y esto es lo principal del tema —. Puse mi mejor cara de sorpresa. Ese examen sería un fracaso, pero eso ya lo sabía —. ¿Sabes qué? Déjame que sigamos esta tarde y te prometo que para mañana serás el genio de las matemáticas.

Lo miré dudosa. ¿Seguir estudiando? Dios bendito, que pereza. Aunque ese examen era bastante importante y la idea de Abel haciendo de profesor era bastante suculenta...

— En mi casa a las seis —. Le di un beso en la mejilla, ya que la campana había tocado. Salí fuera, sabiendo que mis escoltas estarían esperándome para ir a casa.

En el camino, un mensaje llegó a mi teléfono.

Lo abrí con despreocupación, pero mi corazón dio un vuelco tan rápidamente que creía que me daría un ataque.

" Deshazte de esos guardaespaldas, tenemos que hablar.
Te quiere papi."

¿Papi? No había salido del shock cuando mis escoltas vinieron a por mí y me guiaron al coche. Mi cara lo diría todo, de hecho no podía creerlo.

Estaba tan confundida, furiosa y a la vez triste...

¿Sería una broma pesada? Ese cabrón tendría que pagar. No podía más, dios, ¿hasta dónde llegaba la gente para hacer daño?

— Quiero que me deis el nombre de quién haya mandado este mensaje —. Les tendí el teléfono, me miraron con curiosidad.

Se pusieron pálidos, sus caras pasaron a la angustia en menos de un segundo. Parecían haber visto un fantasma, ¿tanto les importaba una broma a la persona que protegían?

No caigas en mi juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora