Te amo mamá
Habían pasado tres meses desde que se celebró aquella fiesta, y aunque la gente a veces me mirara raro por los pasillos, mi vida había proseguido su curso. A veces me cruzaba con Drake, o su gemelo quién sabe, pero ni siquiera me miraba cosa que agradecía. Zach seguía igual de simpático y dudo que recordara algo de aquella noche. Hope y yo nos habíamos acercado mucho desde ese día, y aunque al principio pensara lo contrario, yo era la más loca de las dos.
Volviendo a lo que era mi día a día, estaba un sábado por la tarde viendo mi serie de televisión favorita con palomitas y Hope a mi lado. Mi madre trabajaba todos los días, cosa que no me hacía mucha gracia pero admiraba su empeño también.
A veces me preguntaba cuantas cosas haría para gastar la cantidad de horas que pasaba allí. Imaginaba que aquella mansión era preciosa pero su limpieza no tanto.
En ese momento mi teléfono sonó, irrumpiendo mi descanso.
— Que te manden un Whatsapp, estamos en el siglo veintiuno —. Dijo Hope comiéndose otro puñado de palomitas.
En realidad no quería atender la llamada, pero al ver un número no registrado me dio curiosidad y lo cogí.
— ¿Si?
— Kayla —. Una respiración entrecortada y nerviosa traspasó la línea. Me incorporé en el sillón de inmediato.
Aquello no me daba buena espina.
— ¿Caín? — Algo definitivamente no iba bien. Se escuchaba su angustia en cada respiración, no podía asimilar que podría ser tan malo.
— Es tu madre Kayla —. Su tono me heló la sangre por completo. En aquel momento algo en mi cabeza se activó y todo parecía escurrirse de mis manos en segundos.
No.
No podía estar pasando.
Mi corazón comenzó a bombear tan fuertemente que lo sentía como un ruido ensordecedor. No podía ser algo así, no otra vez.
— Voy para allá —. Sentencié y colgué la llamada, aunque no sabía si era lo suficientemente valiente como para cumplir lo que había dicho.
Y si...
No. Me negaba a creer aquello. Se lo conté escasamente a Hope y nos montamos en su coche rápidamente.
No podía parar de pensar en mi madre, puede que no la conociera de toda la vida, pero era lo único que tenía. La quería, como nunca podría haber imaginado antes de conocerla. No podía pasarle esto, no podía pasarnos.
Cuando me bajé del coche, todo parecía en orden. Me acerqué a la puerta lentamente, hasta darme cuenta de que había sido forzada con unos golpes que habían dejado marca. Entré lentamente, con los ojos húmedos. ¿Y si alguien se los había llevado? ¿Y si me iban a hacer daño a mi también?
Alguien me agarró por los hombros, y juro que el grito que pegué del susto casi rompe los cristales.
— Kayla, tranquila —. Caín me miró con esos ojos azules, pero esta vez en ellos había preocupación. Me alegré de verlo, por un segundo.
Mis hombros ahora estaban cubiertos de sangre.
Los miré unos segundos, grabando la imagen en mi memoria. El líquido carmesí sólo me alteró más, me costaba respirar por segundos.
— ¿Qué coño? ¿Dónde esta mi madre? — Lo agarré de la camiseta sin ningún miedo. Pareció quedarse impresionado.
No podía perder el tiempo en lloriqueos, no iba a ser tan tonta como la última vez. No iba a serlo...
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No caigas en mi juego
JugendliteraturElla nunca creyó que su vida fuera a torcerse tanto. Él nunca esperó que la suya se enderezara de nuevo. Los juegos y la pasión son armas de doble filo, y lo que te encanta puede acabar haciéndote daño.