Más fuerte que esto
Cuando el coche de los Black entró por aquella verja tan conocida para mí, supe que no tenían una pizca de cordura o empatía en su miserable sesera.
— Para el coche —. Intenté sonar tranquila, pero me estaban dando ganas de arrancarles la cabeza.
— Ya estamos casi en casa cielo —. Olivia me regaló una sonrisa.
¿Acaso eran sordos? No era su puto cielo. Me estaban alterando a unos niveles inigualables en mis diecisiete años de vida, y no iba a aguantar mucho más. ¿En casa? ¡¿Cómo iba a ser mi casa dónde mi madre murió asesinada?!
Porque aunque todos dijeran que era un robo que había salido mal, el abdomen de mi madre no parecía estar de acuerdo. Lo tenía grabado en mi memoria como si no hubiera nada más que aquellas dos palabras en ella.
— No hay forma de que yo entre a esa casa —. Me agarré al asiento como pude, pero sabía que mi paciencia había tocado su límite.
— Kayla se que puede ser duro pero...
— ¡No voy a ir a la casa dónde mi madre murió! A lo mejor a vosotros os da igual desayunar en el salón sabiendo que alguien murió ahí, ¡pero a mí no! —. Mi tono fue duro. Ellos no me estaban haciendo un favor, ¿por qué querrían ser mis tutores? No lo entendía y me frustraba cada vez más.
Por no mencionar que sabía que habían falsificado ese testamento. No tenía ni idea de cómo, pero el mismo Caín lo dijo cuando creía que no lo estaba escuchando, por no hablar de lo ridículo que sonaba que esa fuera la voluntad de mi madre.
El coche se detuvo lentamente.
— Te entiendo Kayla. La echas de menos. Entiendo perfectamente cómo te sientes pero...
Y prometo que no lo hice a propósito, pero mis palabras salieron de mi boca como si quemaran.
— Tu qué coño vas a entender —. Y era verdad. El dolor de perder una madre era inefable, pero de perder una madre y un padre...
No lo entendería si no lo había vivido. Y el señor William Black, no lo había hecho.
— Bien, irás a nuestra mansión de Bel Air todo el tiempo que quieras, pero te pondremos vigilancia por si necesitas algo —. Se miraron entre ellos, de acuerdo con la decisión.
— Y a partir de ahora, compra un coche de lujo y no escatimes en gastos Kayla. Si estás entre nosotros debes saber que vivir entre lujos es un requisito —. Olivia sacó de su monedero una tarjeta de crédito brillante.
No era materialista, pero el lujo era algo que no creo que a nadie le molestara. Así que ese requisito lo iba a cumplir de maravilla.
Porque a fin de cuentas todo parecía ser producto de la culpa que sentían. No sabía aun por qué, pero tenía que estar relacionado con mi madre, y eso se notaba que les carcomía por dentro.
Puede que sonara como una loca, pero sabía que no lo estaba.
Y iba a demostrarlo.
Más tarde me tumbé en aquel sofá kilométrico de color gris, mirando la televisión plasma que ocupaba media pared. Todo aquello era demasiado extravagante, demasiadas excentricidades. No era nada incómodo estar allí, pero tampoco acogedor.
Hope seguía llamándome a cada rato que pasaba, y aunque se lo mal que lo estaría pasando al no tener noticias de mí, no tenía el coraje de cogerle el teléfono. Ella fue la persona con la que fui a aquella mansión, así que sabía que para ella también habría sido traumático.
ESTÁS LEYENDO
No caigas en mi juego
Teen FictionElla nunca creyó que su vida fuera a torcerse tanto. Él nunca esperó que la suya se enderezara de nuevo. Los juegos y la pasión son armas de doble filo, y lo que te encanta puede acabar haciéndote daño.