II Capitulo 50 II

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En la carretera había un atasco. Aunque no era nada desacostumbrado, ________ estaba tan inquieta que no dejaba de morderse las uñas. Joel había tratado de hablar con ella dos veces, pero se había dado por vencido, porque era incapaz de mantener una conversación, e incluso de pensar, hasta ver qué había quedado del Wild Cherries.
Tal vez no estuviera tan mal como recordaba. Tal vez se hubiera salvado de milagro.

No. Mientras se acercaban vio el edificio, o lo que quedaba de él. Un esqueleto negro y achicharrado. El aparcamiento estaba acordonado, y la furgoneta del inspector de incendios estaba aparcada bloqueando el acceso. Joel frenó en un semáforo y esperó a que se pusiera en verde para girar y aparcar en la calle.
Incapaz de seguir sentada, ________ se bajó del coche. Oyó que Joel maldecía y la llamaba, pero no aminoró el paso. No podía. Había cosas que tenía que hacer sola, y aquélla era una.
Pasó por debajo de la cinta policial y corrió hacia el edificio quemado, pasando por delante del cartel que había pintado años atrás y en el que aún se leía Wild Cherries. Irónicamente, no había sido alcanzado por las llamas.

Respiró profundamente y caminó hacia el que había sido su hogar durante más de tres veranos. Detrás de la estructura carbonizada, el mar se agitaba y golpeaba la playa como siempre. Un par de surfistas madrugadores caminaban por la orilla, como siempre.

Pero aquel día ella no abriría las puertas de su café. No podría divertirse creando emparedados extravagantes. No subiría a su piso para tumbarse a descansar en el sofá.
En aquel momento tomó conciencia de lo que había perdido. La tabla de surf, el cepillo de dientes, sus pijamas favoritos, el álbum de fotos de su familia...
Lo había perdido todo. Se le estremeció el corazón.

Se dijo que aquella pérdida no era nada en comparación con las anteriores. Podía empezar de nuevo, encontrar otro lugar, comprarse otro cepillo de dientes.
Lo que no podía comprar era una nueva vida. Había tenido suerte. Aunque se le partía el corazón, se repitió una y otra vez que tenía suerte de estar viva a medida que se iba acercando al edificio en ruinas.

Intentó entrar, pero un hombre le cerró el paso. Tenía un uniforme en el que se leía que era inspector de incendios; llevaba una carpeta en la mano y tenía una expresión tan amable que, por algún estúpido motivo, le hizo contener la respiración.

—¿Es usted la propietaria, jovencita? —preguntó.

Cuando ________ asintió, él suspiró y se presentó:

—Soy Timothy Adams. Inspector de incendios.

—________ ________.

—Lo siento, señorita ________, pero el edificio ha quedado irrecuperable.

Ella tragó saliva y contempló el lugar devastado.

—Seguro que ha quedado algo.

—Posiblemente. Pero no puede entrar hasta que esté apuntalado.

—Pero...

—Sé lo difícil que es.

—¿Lo sabe? —replicó ella, con un repentino enfado—. ¿De verdad lo sabe?

—Sí. Perdí mi casa en los incendios de San Diego. Y todo lo que estaba dentro, incluidos mis dos perros.

Ella se quedó mirándolo un momento; después cerró los ojos y se dio la vuelta.

—Lo siento —se disculpó, llevándose las manos a la cabeza—. Dios, lo siento tanto... Odio esto.
________ oyó pasos y abrió los ojos para ver a Joel, que corría hacia ella.

—________ —dijo, mirándola con desesperación—. Creía que ibas a tratar de entrar...

—No puedo. No es seguro.

Acto seguido, ________ le presentó al inspector de incendios y los dejó hablando mientras se volvía a mirar el desastre.

Recordó que tenía un seguro y se dijo que no había nada que no se pudiera reemplazar. Excepto los recuerdos.

—¡Jesús, María y José! —exclamó Red al llegar al lugar.

Llevaba el pelo suelto y la camisa desabrochada, y como siempre, estaba descalzo, pero para ________ era lo más cercano a un padre que tenía en aquel momento.

—Fueron los brownies —murmuró, mientras su tío la abrazaba—. Oh, Red. Es todo culpa mía...

Él le acarició la cabeza.

—Olvídalo. Lo único que importa es que tú estás bien.

Ella se apartó, evitando mirar hacia las ruinas.

—¿Y qué hay del café?

—Sin duda, tenemos mucho trabajo para limpiar este lío y volver a montarlo.

—¿Volver a montarlo? No puedo.

—¿Por qué?

—Porque hace falta dinero.

—Tendrás el dinero del seguro.

—Pero no será suficiente. Era un seguro barato que sólo cubría las instalaciones; el coste de remplazar todo me va a matar...

—Maldita sea, que te ahogas en un vaso de agua.

Red se sacó un papel del bolsillo y se lo dio. ________ lo miró y vio que era un cheque por una ingente suma de dinero.

—¿Qué es esto?

—Es el dinero que has estado dándome durante los últimos cinco años. Hasta el último centavo.

—¿Qué? ¿Estás loco? —dijo, tratando de devolvérselo—. No puedo aceptarlo.

—Mira, volveremos a montar el local. Y cuando te recuperes, todo volverá a ser como antes.

Ella se quedó mirando sin poder hablar, y él le acarició la nariz y se alejó. ________ contempló el cheque que tenía en la mano, llena de gratitud, desolación y amor.

No estaba sola. Levantó la vista y vio a Joel, de pie junto al edificio, mirándola.
Nunca había estado sola. La idea era tan abrumadora que pidió disculpas a todos, incluida Jessica, que acababa de llegar y quería abrazarla, y bajó hacia la playa. Aquella franja de arena, mar y rocas había formado parte de su vida desde siempre y seguía allí. Jessica seguía allí, en lo alto de las dunas. Red seguía allí, sin juzgarla, sin pedirle nada salvo que trabajara duro y se limpiara la nariz.

Y también estaba Joel.



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Cada vez quedan menos capitulos!!!

Sigo leyendo sus comentarios sobre que les parece y sobre quien le gustaría la siguiente novela <33

xoxo

Seduceme II Joel y tú II TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora