Día 28: "Perfume."

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El niño sollozaba quedo entre los brazos de su padre, este lo mecía para tratar de que durmiera un poco. La medicina no debía tardar en hacerle efecto y con suerte, no despertaría hasta el día siguiente.

—P-papá. — lo escucho llamar una vez más a quien ya no podía acudir a cuidarle.

Le beso la frente que se había mantenido ardiendo todo un día entero, mientras lo pegaba más a su pecho.

Midorima le había dicho que si no cambiaba la situación no dudara en buscarle. Taiki era importante para él, para todos sus amigos pues, después de la muerte de Daiki ellos prometieron cuidarles.

Y lo habían intentado pero en la privacidad de su hogar, Taiga lo seguía extrañando casi como el primer día de su partida.

—Ahomine, no se supone que pasaría esto solo. — se acerco a la que era cama de ambos para recostar a su niño. —Shhh, shhh descansa langosta.

El hombre se giro dispuesto a ir por agua a la cocina pero casi enseguida se quedo pasmado ante la oscura sombra que en la entrada de su habitación se erguía.

Un escalofrío recorrió su piel y antes de que pudiera decir algo, un familiar perfume inundo el lugar.

—¿D-daiki? — la sombra se dividió dejando que una más pequeña se acercase al hombre. —No es v-verdad.

—Hola Bakagami. — la sonrisa del moreno no llegó a sus ojos. —Perdón, perdón.

—¿Qué? — el pelirrojo no podía entender lo que sucedía y mucho menos porque Daiki se disculparía con él.

Sería acaso por no volver, ¡era absurdo!

—Eras un marine, sabíamos que algo podía pasar. — y así había ocurrido, una prueba en altamar le había costado la vida mientras buceaba. —Yo sé que querías v-volver.

Aomine se perdió en el recuerdo de su muerte, hasta que el pequeño niño que se suponía dormido lo miraba desde la cama, quietecito sin delatarse.

—Antes de irme, lo último que percibí fue el olor de mi mamá. — aquellas palabras hizo al antiguo Kagami fruncir el ceño.

La sombra detrás de su esposo, se movió estirando una de sus delgadas extremidades hacia él, como si le ofreciera su mano.

—Es tiempo. — el susurro de aquella voz sombría hizo al pelirrojo retroceder hasta quedar sentado en la cama.

—N-no. — comenzo a negar desesperado. —¡No me puedo ir, no lo voy a dejar solo Daiki! — Taiga comenzo a llorar mientras jalaba su cabello. —Esto es una pesadilla.

—No vine por ti. — la voz se dejo escuchar de nuevo y con ello, todo pareció detenerse para el hombre.

Levanto veloz la mirada para encontrar ahora a su pareja con su hijo aferrado a su cuello, Daiki le acariciaba con cariño su cabecita mientras le observaba con pesar derrumbarse frente a sus ojos.

—Daddy. — el llamado de su hijo lo hizo encogerse en su lugar. —¿Daddy no viene? — cuestionó al moreno.

—S-si, si voy. — suplicó este con una sonrisa para su hijo. —Por que si me quedo solo me aburriré, ¿verdad bebé? — miro a su esposo anhelante, como si él pudiera abogar en su nombre. —Si me quedo ya no será vida esto. — murmuro cabizbajo. —S-solo quiero estar con ustedes. — se aferro el pecho intentando soportar el dolor.

—Daddy. — el aroma a bebé apareció entonces. —Vamos. — la manita de su pequeño se estiro a él.

La enorme sombra avanzo fuera de la habitación y desesperado el hombre, se aferro a la indulgencia que la muerte había tenido consigo.

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La muerte siempre usa perfumes diferentes. Dependiendo del lugar, de la situación e incluso del tipo de gente por quien viene.

Sin duda captaras su aroma cuando este cerca, incluso si está frente a ti en silencio calmo, pues además tú tendrás en el pecho un corazón escandaloso y desesperado.

Ella estará ahí, esperando el momento indicado para callar tu interior de tajo aunque al final, no a ti te lleve de la mano.

"Un fictober con mucha tinta: AoKaga Version."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora