Capítulo 1: King Cross.

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El príncipe mestizo.

Capítulo 1: King Cross.

"Muchas veces Dios te da un espejo con un reflejo de carne y hueso"

Charles James Potter veía a su primogénito frente a la chimenea con las maletas a su costado, vestido con ropas negras.

Los ojos de su amada le observaban con indiferencia en ese rostro.

—Pad...papá ya es hora de irnos. La abuela me dijo que estaría esperándonos en la estación.

El hombre bajó las escaleras con rapidez y al verle se recordó a sí mismo yendo por primera vez a Hogwarts, los nervios y la emoción le invadían a diferencia de su hijo.

Aquella noche a penas pudo dormir con la emoción de alejarse de casa, de su madre, con los deseos inmensos de vivir libremente, hacer amigos, aprender hechizos y ver lo maravillosa que la escuela era.

Decían que la magia recorría cada pasillo, cada puerta, cada rincón de Hogwarts estaba desbordante de magia pura.

Hablaban de lo grande que era y de las numerosas habitaciones y pasillos que yacían ocultos quizás por siglos, lugares de los cuales quizás nunca podrías salir.

— ¿Emocionado? —le preguntó.

Su hijo levantó las cejas y de pronto sintió como si nuevamente fuese un niño y frente a su madre hubiese dicho algo estúpido.

—Sí supongo—le respondió.

—Mándame una carta cuando seas clasificado en una casa.

Sus ojos verdes adquirieron vida al abrirse con sorpresa.

—Había olvidado la selección de casas.

Sonrió, el rostro de su hijo estaba teñido por la vergüenza.

—De seguro serás un Gryffindor como tu mamá y yo, es una casa excelente harás grandes amigos ahí. Nuestra jefa de casa es una mujer muy estricta, pero supimos encontrar la diversión, espero que hagas honor a los mereoradores—terminó desordenando sus cabellos.

Realmente se había esforzado en la mañana para verse presentable, sus cabellos eran como los de su padre desordenados e indomables y era algo que detestaba a veces.

Su abuela se encargaba de arreglarle y dejarle presentable cada día, pero a ella le había surgido un inconveniente por eso él había tenido que arreglárselas solo en la mañana.

Había demorado muchas horas frente al espejo intentando lograr lo imposible y su padre lo había arruinado en unos pocos segundos.

En Hogwarts seguramente esperarían que se comportase como su padre, que fuese la perfecta versión de un pequeño James Potter volviendo a recorrer los pasillos de la escuela, pero él no tenía la más mínima intención de ser como él.

—Aún no sé en qué casa quiero estar.

James tomó a su hijo del hombro encaminándolo hacia la gran chimenea de piedra negra.

—Verás que Gryffindor será un excelente hogar para ti—insistió con firmeza.

La sonrisa orgullosa no se iba de sus labios creando un gran contraste con la expresión apática del rostro de su pequeño hijo.

¿Gryffindor, eh?



La estación de King Cross estaba rebosante de padres y alumnos que se dirigirían a Hogwarts ya sea con la emoción y los nervios de la primera vez, la monotonía por la rutina de un año más o la nostalgia por abordar el tren por última vez.

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