Capítulo 19: El ocaso dorado.

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Capítulo 19: El ocaso dorado.


—Mamá está muerta.

Sirius observó a su hermano arrodillado frente a la placa casi temblando.

Los invitados se habían marchado hace un tiempo, se preguntaba durante la ceremonia cuándo la procesión de condolencias iba a detenerse, se sentía ajeno a la situación mientras veía a Regulus a su lado siendo abrazado, reconfortado constantemente.

Las mujeres que frecuentaban su casa cuando era más joven tomaban las manos de su hermano y le recitaban palabras destinadas a calmar su dolor.

Regulus era fuerte, él sonreía tenuemente aceptando sus palabras.

—Pobre Regulus, tan solo.

—Es un suceso terrible ver a un submisivo que ha perdido a su madre.

¿Quién es él? Es el hijo mayor de Dorea, un continuo tormento para ella y ahora está a cargo de...

Su madre los protegía de esto, su familia se desangraba y esos buitres venían ansiosos...

Sintió una mano tomando la suya, los dedos se entrelazaron con los suyos.

Regulus lo miró a los ojos y recién notó que se encontraban solos en el recibidor, el suave y relajante aroma de su hermano relajó su músculos percatándose así lo cerca que había estado de perder el control.

—Vamos Sirius.

Regulus estaba triste.

Decir que su madre era una mujer difícil sería un eufemismo, pero ella era su madre a pesar del sinsabor y malestar que le provocaba ahora recordarla, a diferencia de él, Regulus había tenido más acceso a su amor.

En la mayoría de sus recuerdos Regulus estaba con ella reflejando una perspectiva diferente con los colores que compartían.

Quizás era Sirius, Regulus siempre había estado al alcance de su mano mientras veía a Sirius correr a la distancia.

—Me tienes hermano.

Nuevamente ropa negra.

El padre de James, su prima Andrómeda junto a su bebé y ahora su madre.

Él no culpaba a James por estar ausente, James y su hermano no se encontraban en los términos más amistosos ni hablar de su madre además de su reciente pelea que había logrado en unos minutos lo que su madre con tanto ahínco intentó durante años.

Estar lejos de James le había hecho consciente de lo distanciado que estaba de Regulus.

Los bordes de sus ojos se ampliaron súbitamente y su boca hizo una retorcida imitación de una sonrisa.

Su pequeño hermano tenía los ojos enloquecidos, cayó de rodillas frente a él para luego estrujarlo con fuerza contra su pecho en un intento desesperado por calmarlo.

Su madre había sido una submisiva y su muerte lo afirmaba, a pesar de la fortaleza que corría en la sangre de su familia, ella se había ido siguiendo a su padre.

En el fondo Sirius la disculpaba usando ese motivo como excusa, ella había peleado contra la naturaleza con el único propósito de permanecer al lado de sus hijos.

Lo normal era que una vez que el dominante muriese, el submisivo lo siguiese poco tiempo después o viceversa.

Sintió las manos de su hermano sujetar su camisa, hundiéndose en su piel hasta causar cierta incomodidad.

Todos los submisivos compartían ciertas características en común y el quiebre en su hermano era una prueba de ello.

—Vamos a casa, Regulus.



Le agradaba estar en casa, la mansión es su hogar, los jardines y sus alrededores solían ser sus lugares preferidos para jugar.

Su abuela le está sonriendo.

—Harry.



Las criaturas se movían constantemente en la amplia estancia, sosteniendo ollas, cucharones, cuchillos, diversos instrumentos que provocaban molestos ruidos al chocar entre ellos.

El elfo mayor podía recordar mejores días, solían ser más, diez elfos domésticos se encargaban de la mansión y de sus ocupantes.

Los tiempos cambiaron y ellos disminuyeron, los años de servicio lo convirtieron en el encargado de los dos jóvenes restantes.

Tenían un lugar especial en los terrenos de la mansión dónde se encontraban los muertos, la familia que servían era benevolente con ellos y le daba pena pensar que vería el ocaso de la noble casa que por tantos años procuró.

La sangre se había diluido.

—Ya estamos listos para servir la comida.



Harry tomó los cubiertos después de que lo hiciese su abuela al igual que su padre.

—Esta será nuestra última cena juntos, mañana Harry partirá a Hogwarts.

Tercer año en un abrir y cerrar de ojos.

Harry observó a Dinny con una bandeja en las manos acercándose a su abuela, encima de ella los viales contenían un líquido de color verde oscuro que temblaban ligeramente con cada paso del elfo doméstico.

La mujer sonrió al sentir la mirada de su nieto sobre ella.

—Sólo unos cuántos nutrientes, Harry. Ya no soy una mujer joven.

La dama tomó la sustancia que contenían los viales de cristal sin hacer una mueca a pesar del desagradable sabor.

Dinny recuperó la bandeja para luego chasquear los dedos.

La mesa antes ocupada únicamente por los manteles y vajillas ahora se hallaba con una gran variedad de alimentos y bebidas que desde sus recipientes desprendían vapor y el aroma característico de cada una de ellas.

—Todo se ve delicioso.

Dinny sonrió, su ama era tan buena.

El pequeño elfo desapareció.

—Este año podría resultar ser más emocionante—sonrió—este año será el torneo de los magos y estamos tan próximos a las elecciones.

—Madre, no creo que a Harry le interese la política.

Sus manos sostenían con firmeza el cuchillo para cortar la pieza de carne.

—La política es importante, un gobierno estable permitirá el crecimiento de nuestras inversiones.

Harry conocía un poco sobre las finanzas de su familia, tenían propiedades y dinero invertido en ciertos negocios.

Su abuela se encargaba de ello.

—Harry está creciendo y esta época es una que disfruto enormemente.

La sonrisa suave y agradable de la siempre templada Dorea Potter se tornó inquietante, sus ojos adquirieron un brillo intenso.

—Quizás en unos años más—comentó su padre.

Su abuela a veces se comportaba de forma extraña, su padre se vería nervioso hasta que ella misma parecía percatarse de su comportamiento.

—Disculpen, este día fue un poco ajetreado, quizás será mejor que me retire a descansar.

Y se iba a dormir.

Su padre suspiró cuando ella ya no se encontraba presente.

—Terminemos de comer.

A veces todo era difícil, quizás por eso tenía la obsesión de adquirir nuevos conocimientos, estaba obsesionado con saber, quizás en un vano intento por remediar los muchos huecos en su memoria y las palabras atoradas en su garganta cuando veía a su padre o abuela.

Comió, calmándose internamente al pensar en Draco esperándolo en su habitación.

El príncipe mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora