Erik cerró los ojos, realmente se sentía muy mal; todo su cuerpo daba vueltas y sentía que se desmayaría en cualquier momento.
—¡Emma!—llamó a su hermana mientras se recostaba en su cama—Creo...creo que...—la rubia llegó corriendo hasta la alcoba.
Al verlo frunció el ceño y se arrodillo a su lado.
—Recuéstate un segundo, yo iré por alguna de nuestras brujas o sacerdotisas. Ellas deben de saber que hacer—dejó un beso en la frente antes de salir por la enorme puerta de madera.
Emma corrió por las escaleras, hasta toparse con uno de los guardias, inmediatamente le informó de la situación y él no dudó ni un solo segundo en salir y correr rumbo al templo "Wo". Azazel se bajó de su caballo y entró en el lugar, buscando a un sacerdote o sacerdotisa.
—Señor—murmuró cuando se encontró con un hombre—El príncipe...—y con ello comenzó a contarle rápidamente lo que le estaba ocurriendo al sucesor de la corona de Genosha.
El hombre mayor apretó los labios, sabia que aquello que le ocurría a su príncipe iba a afectar a todo el reino. Si su pueblo se enteraba de que aquel hombre era un vampiro, todo lo que habían construido, se vendría abajo.
—Tráiganlo aquí. Avisa a los reyes de lo que pasa—apretó sus manos—Tenemos que apresurarnos a cuidar de su salud—el guardia salió del templo rumbo al castillo, mientras que aquel hombre corrió al encuentro con la sacerdotisa y madre de aquel chico que ayudaría a mejorar la salud de su futuro rey.
La rubia mujer al escuchar aquel problema, no dudó en ir a la habitación de su Charles.
Toda su vida se le había preparado para estar al servicio del príncipe, pero en esos momentos Sharon no se sentía capaz de dejar a su hijo en manos del futuro rey.
—Charles—el joven de ojos azules la miró en cuanto entró a su habitación—¿Recuerdas como fue que llegaste a este mundo?—preguntó la rubia mientras se sentaba a la orilla de la cama.
—Si—el castaño se aclaró la garganta—Tú fuiste elegida para ser mi madre, te colocaron algo en el cuerpo...y me concebiste con uno de los dioses. Aunque no soy ningún semi-dios, si no ¿Cómo te gusta llamarlo? Ah si, ángel—murmuró sin mucha alergia en a voz, dejando de lado el libro que estaba mirando segundos atrás—y fui criado en secreto con el objetivo de conservar mi pureza para alguien—soltó un suspiro—¿Por qué me preguntas esto Sharon?
—Aquel día del que siempre te hablé...llegó. Es momento de que ayudes a una persona—lo tomó de la mano—Ven, vamos a prepararte—Charles y la rubia salieron de la habitación hasta llegar al cuarto de baño.
Los demás hombres y mujeres del templo, ayudaron a bañar a Charles, además de despejar una pequeña área del lugar -la cual después, por seguridad, cerrarían con llave-.
Cuando llegó el príncipe, lo instalaron en una habitación alejada, mientras le ofrecían un ciervo para apaciguar un poco el hambre que seguramente traía.
—Tienes una vida importante en tus manos—comentó uno de los sacerdotes antes de dejarlo solo en un pasillo, para finalmente cerrar la puerta.
—No deberíamos ayudarlo—uno de los sacerdotes se mostraba molesto—Ser un vampiro no es signo de pureza. No merece ser rey, los dioses le mandaron ese castigo por...
—El oráculo habló—lo interrumpió Sharon—saber que Erik no tuvo la culpa, fue una bruja quien mandó a aquel vampiro para que atacara al castillo. El príncipe era solo un niño cuando lo mordieron—la rubia le dio una mirada acusadora—Los Dioses fueron quienes nos pidieron ayudarlo, así que vámonos.
Mientras esto ocurría afuera, Charles se dedicó a ver en las habitaciones, buscando a aquella persona, pero al no verlo, comenzó a desesperarse y ello hubiera seguido así de no ser porque vio un rastro de sangre en el suelo. Confundido, pasó saliva y se adentró aún más, deteniendo su andar al ver un hombre sentado en la cama mostrando su espalda.
—Soy Charles—se presentó, tratando de ignorar el cuerpo sin vida de un ciervo.
El hombre se levantó para dar media vuelta.
Charles soltó un suspiro cuando sus ojos y los de aquel extraño se conectaron, pero no hubo tiempo de decir nada más, ya que su cuerpo impactó contra la pared y unos colmillos se enterraron en su cuello.