Capítulo 21

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Shaya

— Les juro que si no me sueltan los voy a hacer pedazos... — oí gruñir a Unan.

— Qué ves... — le pregunté.

— Árboles... Pasto... Nieve...

— ¿Nieve?

— Estamos cruzando las montañas...

— ¿A dónde nos llevan...?

— No tengo idea... — volvió a gruñir — ¡Déjenme salir, con un demonio!

— ¡Ya cállate! — dijo lo que parecía un lobo de como el doble del tamaño de Unan, y el triple del mío — ¡me tienes harto!

— ¡Miren qué sorpresa! — exclamó Unan con sarcasmo — el chacal si sabe hablar...

— Cuidado con lo que dices, lobo. No querrás que este... "chacal" como tú me llamas, acabe contigo de una sola mordida.

— Tienes razón... — no podía ver lo que pasaba — eres muy grande como para ser un chacal. Más bien eres algo así como... Un oso sin pelo.

— Cuidado, lobo... Porque si quisiera, ya te habría hecho callar.

— ¡¿Unan?! ¡¿Hay más aquí?!

— Para nada. Este no es uno de nosotros.

En un abrir y cerrar de ojos, pude ver a mi alrededor. Lo que me impedía ver el extrerior desapareció de un mordisco, y ahora estaba entre los dientes de un... ¿Oso?

— Más bien diría que el chacal es este pequeño... — se acercó a las varas que me impedían salir.

– Ahora que sabemos que hablas. Dinos que es lo que quieren de nosotros, y por qué se llevaron cachorros también.

— Y yo que voy a saber. El asunto de los hombres no es de mi interés. — nos dio la espalda y fue hacia donde se encontraban los cachorros.

— ¿Al menos podemos saber el nombre del oso que cuida que no escapemos...? — él miró a Unan y gruñó.

— Colosso... — y se marchó sin dejar de gruñir.

Después de mucho tiempo, pude ver el cielo, la luna, y pude respirar aire puro.

— La luna está casi llena... — dije suponiendo que Unan dormía — se suponía que en unos días sería mi presentación...

-— Lástima... — dijo Unan sin levantarse.

— ¿Unan...? — me mostró que me escuchaba — ¿extrañas a alguien...?

— Claro que sí... — se sentó con un aire de tristeza. Me sentí mal por preguntar. — daría cualquier cosa por volver con ella, y verla tener a nuestros cachorros...

— Lo siento...

— Tranquilo, chico... Nada de esto es tu culpa...

Lo vi mirar la luna por un largo rato. Luego comenzó a aullar con tanta fuerza, que cuando lo acompañé, mi aullido no era nada comparado con el suyo.

Entre lobos... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora