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Fue un error, un miedo, una perdición. Prefería seguir afirmando que fue su culpa la causa de todos mis desastres, pero también decidí hacer parte de su vida, de su infierno, de todo su alrededor, sin darme cuenta de que los dos fuimos un error.

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Quería que el reloj marcara la hora final de esta desastrosa clase, amo lo que estudió, sin embargo es un infierno total. Me quedaría contando todos los segundos que quedaran, pero desastrosamente son muchos para que pueda mantener un orden permanente en ellos.

Por fin el reloj marcó en un sonido profundo y duradero que era medio día y que por fin podría ir a descansar de este lugar que algunas veces es pasión, pero otras veces es destrucción.

Salí de clase dispuesta a pasar un tranquilo día sin interrupciones, pero una pequeña y parlanchina Jessi, arruinó todos mis planes.

Jessi amaba hablar, nunca paraba de hacerlo, en realidad nunca prestaba atención a lo que me decía cuando lo hacía así de rápido, pero cuando pronunció lo siguiente, no pude evitar prestar atención.

—Es que aún no lo ves, pero te juro que cuando lo hagas vas a ser un ciervo sublime que caiga a sus pies — Solté una carcajada y observe su rostro serio. ¿Ciervo? ¿Qué era yo acaso? ¿Anastasia Grey?

Di pequeños golpecitos en su hombro como señal de lástima. —¿Pero que cosas dices? ¿Un ciervo? Jessi, no es un cazador como para que cualquier animal caiga rendido a sus pies.

Fue en ese momento que debía retractarme de mis palabras, pues ese día debía marcar la diferencia en mi diario subsistir.

No sé porque mi atrevimiento se dignó a aparecer justo ese día, me hubiese encantando no decir nada, permanecer con la boca cerrada, pero la cita de Shakespeare rondaba en mi mente, necesitaba mencionarla en ese preciso instante. Allí fue cuando me di cuenta de que era una estúpida, una estúpida que no podía desistir cuando se trataba de él.

Si por besarte tuviera que ir después al infierno, lo haría. Así después podré presumir a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca entrar — Susurre para mi misma, pero mi primer error fue pensar que el jamás me escucharía.

Esbozo una sonrisa llena de impotencia y superioridad, sabía que me había escuchado. —William Shakespeare. No es una de sus mejores obras, pero fue un buen intento, aunque yo prefiero más a Poe. —Comentó riendo.

No hay belleza sin algo de rareza. Edgar tenía la razón, era irrefutable su posición. Sin embargo él no era rareza en su máxima expresión, sino indicio de perdición, pues aquel hombre debía ser un patán, pero yo no podía dejar de repetirme ¿El diablo podrá besar fenomenal?

El Infierno Tiene Tu Nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora