2.

43 8 0
                                    

Llevaba un día entero rondando por mi mente y no se digna ni siquiera a besarme en mis imaginaciones.

¡Como es que no me besa hasta en mis más húmedos sueños!

No podía negar que era tentador intentar ir más allá de lo que podía ver, sentía que no había hombre más bello y más perfecto que él, supongo que estaba exagerando, no conozco su nombre y ya estoy paranoica queriendo conocer más de él, debo calmarme.

—¿Por qué lo mencionaste? Por una vez en tu vida debiste cerrar la boca. — Me sentía molesta, muy molesta, de no haberla escuchado no tendría estos pensamientos tan hostiles que tengo ahora.

—Primero, cálmate. No tengo nada que ver ahí, solo estaba mencionando lo que es obvio, deberías verte. — Quería comenzar a protestar pero ella continuó con su parloteo. —Dijiste que no eras un animal como para caer rendida a sus pies, ahora mírate, eres el clásico ciervo que le rinde pleitesía a su amo. — Christian Grey se sentiría orgulloso de mi.

—De tantos hombres que existen, decido fijarme en el más patán y ególatra. — No podía sacar conclusiones tan apresuradas como esas, no lo conocía ni un cuarto como para andar diciendo eso, pero estoy en mi libre albedrío de hacer y/o decir lo que se me venga en gana.

—No lo conoces, calma tus conclusiones y tus hormonas.

Rodé mis ojos e intente sonreír. Ese hombre no salía de mi cabeza, ¿Cómo sacarlo de allí? Es la pregunta que debía hacerme.

-

Podía hacer tantas cosas tontas como ir a buscarlo en alguna facultad de la universidad, preguntar por su rostro en algún lugar y aún así hacerlo en vano sin volverlo a encontrar.

Decidí ir a mi primera clase, quizá podría no asistir, pero la beca no se sostendrá sola. Camine por los pasillos buscando de nuevo el aula donde vería clase hoy, para mi buena suerte había sido la primera en llegar, así que podía escoger libremente donde sentarme.

En el fondo del aula como tanto me gustaba, podría prestar atención a lo necesario y distraerme un poco si quería.

Vi que conforme pasaba el tiempo, más personas iban llegando hasta que el aula quedó simplemente con cuatro lugares vacíos, y el profesor comenzó a dar su clase.

Sonreí para mis adentros, pues esta era una de mis clases favoritas, tenía todo lo necesario para que completara la información de mi carrera en si, sentía que esta era una de las más importantes, no como el resto que solo son basura y relleno juntos para adornar la carrera creyendo que eso nos ayudará, ¡tonterías!

El primer bloque marcó su fin al medio día, ahora debía asistir al segundo bloque, pero este bloque era más opcional, es decir, es un bloque de "talentos" o algo así, cada quien escoge una materia que tenga algo que ver con un medio artístico, y decide si va o no. El caso es que si no vas mínimo dos veces en la semana, puedes reprobar y eso también conduce a que bajes tu promedio en la carrera como tal.

Había escogido baile, específicamente danza contemporánea, me gustaba lo espontaneo que era expresar algo con tu cuerpo, así que por lo tanto decidí que danza contemporánea debía ser mi destino si alguna vez deseaba abandonar lo que estudiaba.

Ingrese al salón de baile, y sonreí al ver que estaba vacío, podría practicar libremente mi rutina sin ser interrumpida.

Debería dejar de ser tan apresurada, quizá así no me podría sorprender de las cosas que me pasan.

Me cambie de atuendo por algo más cómodo y más versátil para poder ensayar, así que de tal forma, lo hice. Cerré los ojos y sin alguna melodía de fondo, inicié mi baile, solo escuchando el sonido que hacían mis pies al hacer contacto con la madera.

Si quieres bailar, puedes hacerlo en un solo sin que nadie más te acompañe, o puedes hacer un dúo, dejando que las emociones de ambos estallen.

Aún con los ojos cerrados, deje que mis emociones fluyeran conforme bailaba, aún estaba sola, lo presentía, no había escuchado el sonido de la puerta abrirse, o algo similar. Así que suponía que no había nadie más.

Sentí que unas manos frías agarraron mi cintura, haciéndome girar y de esa forma seguir bailando al compás. No quería abrir aún los ojos, quería seguir explorando la curiosidad que me causaba el baile, sabiendo que está por acabarse.

No sabía con exactitud qué estaba haciendo, solo me dejaba guiar por los movimientos que aquella persona hacía, pude sentir que ya íbamos a llegar al final, los movimientos se tornaron bruscos marcando en la sonora madera, el índice de un punto final.

Se terminó el baile y pude sentir una respiración acorralando la fragilidad de mi cuello. Abrí los ojos rápidamente, captando quien había sido el intruso que se posó en mi baile, claramente volví a ver ese celeste tan bonito que tiene el cielo.

—¿Por qué te has entrometido en mi baile? —Pregunté sin algún tipo de nerviosismo.

—Creo que no me he entrometido, claramente necesitabas a alguien que acompañara tu frívola y apagada rutina. — ¿Frívola? Mi rutina era perfecta y no necesitaba que nadie dijese lo contrario.

—Bailas muy bien.—Dijo mientras sonreía, debía apartarme si no quería que un extraño se metiera en donde no lo habían llamado.

Intente ignorarlo, pero fue en vano. Su mano agarró mi muñeca impidiendo que caminara hacia la salida.

—Creo que no salgo de tu mente, aunque no te culpo. Mis ojos celestes son ideales para causarte uno que otro desvelo. — Mis conspiraciones no fueron tan apresuradas, un narcisista en potencia era lo que veía frente a mi.

—Para salir, primero debes de entrar. No conozco tu nombre como para malgastar mi día pensando en ti. —Logré zafarme de su agarre, para encontrarme con algo más derrochador.

Pasó suavemente su lengua por la comisura de sus labios, ¡Ay! Aquí es el momento donde cambio mi ropa interior.

—Deberías pensar más en mi, Lana. —Paso a paso se iba acercando cada vez más, y una corriente eléctrica apareció en mi sin dudar.

—¿Viste la hora? Es hora de que te calles y me dejes a mi en paz, desconocido. — Pf, vaya valiente. Hasta yo me lo hubiese podido creer si no pareciera una gallina temblando.

—Aiden. En mi suena bonito, pero imagina cómo sonará en esa boquita rosada. Pidiéndome que la deje en paz y que ya no puede más. —Era el clásico juego del cazador y la presa, un juego del  que no quería hacer parte.

Tragué fuerte y no deseé continuar con la absurda conversación, ¿Aiden? Porque me sonaba de alguna parte.

—Recuerda que puedes pecar cuantas veces quieras, que yo te estaré esperando.

Finalmente, mi tercer error, fue ir a buscarlo cuando mi cordura me estaba abandonando.

El Infierno Tiene Tu Nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora