3.

45 5 1
                                    

Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío: muérete.
— Anónimo.


Aiden, Aiden, Aiden. Que te posiciones por los lugares más oscuros de mi mente, me parece perturbador pero también halagador.

4 a.m. Debía levantarme de la cama para intentar tener un bello y grandioso día. (Inserte sarcasmo)

Levantarme a las cuatro de la mañana, para intentar hacer ejercicio, era un gran esfuerzo de mi parte, pero aún así disfrutaba como el aire mañanero pegaba en mi cara, logrando que despertara por completo.

Me cambié mi atuendo, (que era una pijama absolutamente suave y calientita) y decidí ponerme algo más cómodo con lo que pudiese correr sin sentirme ahogada. Tome las llaves del departamento para ir al parque más cercano y hacer un intento de ejercicio.

Como lo sospeché, esta alma flácida y sin futuro como deportista, no logró ni correr al menos una hora. Agarré mi botella de agua y empecé a beber como si no hubiese un fin. Que floja soy.

Mis días tenían que ser cada vez más curiosos y escapando de mi monotonía. Ver a Aiden correr hacia algún lugar y con una cara de preocupación, agudizó mi curiosidad, así que  decidí perseguirlo.

Cuando mi alma curiosa deseaba averiguar algo, lo hacía sin pensar en las consecuencias que traía.

Me encamine en un trote rápido intentando llevarle el paso, era mucho más rápido que yo, pero aún así no se me pasaba desapercibido, tan temprano no había mucha gente rondando por la ciudad, así que podía localizarlo fácilmente sin perderlo de vista.  

Se detuvo y se dirigió al edificio de la universidad, ¿Qué hacía aquí un domingo tan temprano?

Allí fue cuando miles de preguntas comenzaron a invadir mi mente, pero la respuesta estaba a punto de aparecer frente a mis ojos.

Pensé que sería la clásica historia en donde me daba cuenta que era un asesino serial, o que tenía en la universidad un bar de mala muerte donde vendía mujeres y alucinógenos. La razón por la que estoy sudando resulta ser mucho más tonta de lo que pensé.

Verlo en la facultad de medicina, analizando y revisando uno que otro trabajo de algún estudiante (supongo yo) aclaraba todas mis dudas.

Por eso Aiden se me hacía tan familiar, era el maestro de la facultad de medicina, alguna vez escuché uno que otro rumor que hablaba acerca de la existencia de un ente exorbitante que robaba los suspiros de las universitarias. Para ser honesta, jamás pensé que se tratará de un profesor, y mucho menos que el profesor fuera Aiden. 

¿Acaso ese narcisista podría enfocarse en algo que no fuera él mismo y su egolatría? 

Vaya sorpresa la mía. Pensé.

—Me alegro de verte, Astori —. Vaya gato sigiloso, al parecer no me di cuenta de que había sido muy evidente cuando entre a la universidad.

—Venía simplemente a buscar algunas cosas —. Respondí atacante, intentando ignorar un futuro interrogatorio acerca de haberlo seguido.

Alzó su ceja y observó mi rostro serio — . Si fueras un poco más astuta no te hubiese descubierto —. Golpe bajo, pero predecible.

—Te lo dije anteriormente, Aiden. Sólo vine a arreglar algunos asuntos

—Creí que venías por algunas cosas. —. Mencionó enfatizando la última parte.

Bien, lo arruine. Ahora estaba sudando y empezando a tartamudear. —¿Asuntos? ¿Quién dijo asuntos? Eh... ¡Deja de ser tan curioso!

Sabía que eso podía ser un arma de doble filo, decir que era curioso cuando yo lo había perseguido.

Preferí cambiar de tema rápidamente para evadir sus preguntas.

—¿Eres maestro de la facultad de medicina? —. Pregunté. —¿No crees que eres muy joven?

Sonrió unos segundos y luego respondió. —Gracias por el cumplido, se que esta mente brillante te genera curiosidad —. Río sonoramente y se sentó en su escritorio para continuar hablando. —Verás, tener veintisiete años, y comenzar la universidad a los diecisiete terminarla a los veintidós, y hacer una maestría y terminarla a los veintitrés y finalmente estar apunto de graduarme de mi doctorado... Tiene sus ventajas.

¡Este hombre es un cerebro con pies! Inteligente, guapo, engreído, perspicaz... Clásico cliché.

—Y en mis tiempos tiempos libres robó orgasmos.

—¿Qué? —. Pregunté de golpe.

—¿Qué? —. Contradijo él. —Solo bromeaba.

Solté un suspiro de alivio, al parecer mi trabajo estaba hecho, no tenía que curiosear más por aquí. —Espera —. Me detuvo.

—Bueno mi camino está hecho, iré por lo que buscaba y me iré.

—Que mala mentirosa eres, Lana.

Sentía mis piernas temblar de nuevo, ¿así de predecible soy? —Si estudiara medicina, sería un horror ver tu rostro todos los días —. Dije bastante alto para que pudiera oírme.

—Créeme que no sería de esa forma —. ¡Santa vírgen! Me voy a desmayar si se acerca a mi. —Sí fueras mi alumna, estarías dichosa de que yo fuera tu profesor particular de anatomía.

Ahí fue cuando empecé a padecer, su cuerpo se acercaba cada vez más al mío acortando el espacio entre nosotros, acto seguido con las yemas de sus dedos comenzó a trazar finas líneas sobre la comisura de mis labios, haciéndome perder la razón.

—Para que conocieras parte por parte los misterios del cuerpo humano, logrando que tus sentidos se descontrolen bajo las sábanas de mi cama —. Tragué fuerte y evité su mirada. Debía apartarme de él lo más rápido posible.

—Ten un buen día —. Dije ignorando la sensación que me producía su tacto.

—Espero no pienses mucho en mí. Porque sin lugar a dudas, he podido entrar en esa mente tan audaz. Créeme que te lo digo enserio cuando te digo que no pienso salir de ahí jamás.

Sin argumentos que atacaran su posición, Aiden tuvo un lugar seguro en mi mente y toda su extensión.

Y si quieren descubrir más de esta mente tan exótica. Miren mi instagram que aparezco como @laurelxlg

El Infierno Tiene Tu Nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora