E P Í L O G O

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A veces cuento mi historia a otros niños para darles valor y esperanza, para transmitirles la pasión que siento hacia mi profesión. Obvio que omito ciertos detalles, que disfrazo escenas que en la juventud no entendía y que ahora me hacen estremecer.

Quienes me escuchan suelen cuestionarme qué decidí hacer, si me fui o si me quedé en la misma ciudad. Quieren saber qué ha ocurrido con Joaquina, con Anita, con Manuel y con mis primos. Y con la tía Lucía, claro. Siempre les prometo que algún día les contaré el resto, aunque en realidad sé que no lo haré. No es tan importante, ellos han continuado con sus vidas y cada tanto nos reunimos.

En pocas palabras, supongo que podría resumir mi historia diciendo que me fui a vivir con papá. Él me contó que mamá lo engañaba y que por eso se había marchado en un ataque de furia; me explicó que el divorcio le consumió todos los ahorros y que estaba alquilando un departamento chiquito cerca de la playa (y no una casa) mientras ahorraba para mudarse a otro sitio que tuviera un cuarto para mí. Esperaba tenerlo antes de la siguiente Navidad.

La tía se vino a vivir cerquita de nosotros con mis primos y sin el monstruo al año siguiente.

Volví a fundar la ACOMA en mi nueva escuela para poder ayudar a otros niños, pero allí la llamamos ACHMA, ¡es que me cansé de explicar por qué no le ponía "H" a "Horrorosos"!

Hasta mi graduación, viajé una vez al mes, sin fallar nunca, para visitar a mi familia y a mis amigos. Luego, ya no pude hacerlo tan seguido.

Manuel y Anita se casaron hace un par de años, ella es estéril y están atravesando el proceso de adopción. Con Joaquina perdí el contacto porque se fue a una universidad lejana; la encontré en redes sociales hace tres meses y planeamos reunirnos en un café cuando regrese de no sé dónde (viaja mucho).

¿Y el monstruo? No volverá a molestar, es lo único que necesitan saber. Su historia es demasiado extensa y no vale la pena explicarla. Entró a la cárcel, salió y volvió a entrar. Y allí se quedará.

El trabajo me mantiene ocupada, en especial porque me apasiona mucho lo que hago. A veces continúo con mis tareas en fines de semana o durante las madrugadas. ¡No puedo evitarlo!

Agustín, mi hermano menor, dice que un día mi marido se aburrirá y me dejará sola, que tenerme paciencia a mí es complicado. Y, aunque en eso último tiene razón, sé que solo bromea. Mi esposo y él se llevan de maravilla, después de todo. Ambos conocen mi historia y me apoyan al 100 %.

Para sorpresa de mis padres, decidí convertirme en Asistente Social apenas me gradué del secundario. Considero que mi misión en la vida es ayudar a otros chicos que también conviven con monstruos. Los salvaré de la misma forma que a mí me hubiera gustado ser salvada. En la adolescencia consideré ser policía, abogada y maestra, distintas profesiones que me permitieran cuidar a los más débiles. Al final, opté por la que me pareció más útil. Desde mi trabajo puedo luchar contra los monstruos, en especial porque siempre he sabido reconocerlos.

Dos veces al mes doy charlas como voluntaria en escuelas públicas. Hablo a los alumnos sobre los monstruos y sobre sus crueldades. Les explico que no deben temerles a aquellos que se esconden bajo las camas o en los roperos, sino a los que se disfrazan de personas buenas. También les enseño mi lista infalible para identificarlos. A los padres y profesores que asisten a mis charlas les hablo sobre la importancia de prestar atención a las palabras y a los signos que los niños nos dan. A los dibujos. A los temores. A las inseguridades.

Cuando algún pequeño me dice que no entendió nada de lo que expliqué, sonrío. Significa que vive en una casa libre de monstruos. Cuando alguno llora, lo separo del grupo para hablar en privado.

Sé que hay adultos que se opondrán siempre a que yo trate estos temas con los más pequeños, pero eso no me detendrá. Los jóvenes necesitan tener esta clase de información para estar a salvo. Deben saber cómo protegerse, cuándo recurrir a un adulto y en qué sitios buscar ayuda.

Cualquier persona que se resista a educarlos en estos temas es, a mis ojos, un posible monstruo o un cómplice de ellos. Tengo la costumbre de sospechar de muchas personas; sé que es paranoia, pero no puedo evitarlo.

El ejército nacido de la ACOMA —o ACHMA— crece a diario.

En cuanto a mi familia, Agustín pronto terminará el secundario y asegura que quiere seguir mis pasos en la universidad, ¡me enorgullece! Sé que lo hace porque, en el fondo, teme parecerse a su padre, al peor monstruo que he conocido. Le preocupa que los comparen o que la maldad un día despierte en su interior.

Yo sé que eso no ocurrirá, Agustín es un gran hombre. Se lo he dicho millones de veces, aunque él no me crea.

Y, de la misma forma, él me ha dicho millones de veces que yo seré una buena madre, que no permitiré que los monstruos acechen a mi pequeña. Eso no quita que la preocupación esté instalada en mi interior.

Estoy aterrada por la llegada de la maternidad. El embarazo me llena de alegría y de temores. Espero algún día poder ser un mejor ejemplo de madre que el que tuve en mi infancia. Y no, no la culpo a ella por lo ocurrido, sé que nunca tuvo malas intenciones, a pesar de su terquedad al respecto de lo que pasaba. Es solo que yo quiero ser otra clase de persona, quiero anteponer la felicidad de mi familia antes que la mía propia.

Quiero ser un buen adulto, no un monstruo.

¡Lucharé siempre contra ellos!

¡Yo creo en monstruos!

¿Y tú?

El epílogo transcurre más o menos 20 años más tarde, supongo que lo notaron

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El epílogo transcurre más o menos 20 años más tarde, supongo que lo notaron.

¿Es un final feliz? Supongo que, dentro del infierno que tuvo que vivir la niña, es lo más feliz que podría haberle sucedido. Pero esta es la clase de historias que no tienen un final feliz porque no hay nada feliz en la trama. Historias como esta no deberían existir, los monstruos no deberían existir. 

¡Gracias por leer la historia completa, pero no se vayan todavía! Queda un apartado más que quiero que lean.

La niña que  luchaba contra monstruos (TAMBIÉN EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora