Alejandro

29 5 2
                                    


Me miré al espejo para luego girarme hacia Annie quien me observaba de pie, ella había escogido mi atuendo para esta noche, había decidido que luego de todo lo que había pasado necesitaba una noche loca, una noche en la que nada importase, solo quería sacarme el estrés de encima y me lo merecía.

Mi atuendo de la noche era un pequeño vestido amarillo con cuadros negros, este a puras penas llegaba hasta debajo de mi trasero y junto con aquellos altos tacones negros quedaba perfecto, no me acostumbraba a vestir así pero ¿qué rayos importaba? mi pelo caía suelto con pequeñas ondas hasta la mitad de mi espalda, tal vez debería cortarlo.

– ¿Cómo me veo?

Su vista se paseó desde mi cabeza hasta mis pies examinándome con suma lentitud como si quisiera grabar mi apariencia en su memoria sin dejar pasar cualquier detalle.

– Annie...

Todo fue muy rápido y confuso, se puso de pie para tomar mi rostro de las mejillas y unir nuestros labios en un beso suave y duradero, sus labios se movían sobre los míos con mucho cariño ¿Qué rayos estaba pasando? ¿por qué estaba respondiendole el beso?

Sí, en algún momento mis labios se movieron sobre los de mi mejor amiga tomándola de la cintura, tal vez porque me había tomado por desprevenida y con todas mis defensas en el suelo, o quizás porque me gustaba pero fuera lo que fuera no quería pensarlo en ese momento.

Unos minutos después nos separamos por falta de aire, sus manos seguían en mis mejillas mientras yo permanecía con los ojos cerrados sin querer afrontar lo que había pasado, era lo que mejor se me daba, evadir las cosas. Abrí los ojos encontrándome con los verdes de ella, ésta me sonrió con calidez y se alejó soltando mis mejillas para darme espacio.

– No digas nada...solo tenía que hacerlo.

Bien, aquella actitud tan calmada me confundía aún más pero si ella no quería hablar de ello ¿quién era yo para obligarla, oh no. Asentí en silencio y me di una mirada en el espejo comprobando mi labial, por suerte este era mate y estaba intacto, tomé mi bolso y la observé.

– Vamos Annie, la noche es joven.

(...)

Y aquí estaba yo, despertando con una resaca de los mil demonios por la luz que entraba desde la ventana, gruñí ante el latente dolor en mi cabeza y me arrope de pies a cabeza.

La noche había sido mucho más loca de lo que había imaginado, solo podía recordarnos a Annie y a mi en la pista dándolo todo mientras el alcohol fluía por nuestras venas y reíamos.

Ahora que lo pensaba...¿dónde estaba la pelirroja? con aquel pensamiento me senté en la cama con rapidez haciendo que me quedase aturdida por un momento pero al no conocer el lugar donde estaba mis sentidos se agudizaron y mi corazón latió con fuerza. Aquella enorme habitación no era la mía en casa de mis padres, las paredes eran grises y había un gran ventanal, aquella cómoda cama king size era la más cómoda que había probado en toda mi vida, aunque no es como si recordara muchas.

Todo tenía un aire sofisticado y elegante, lo que me asustaba era el hecho de no ver ningún bolso, labial o indicios de que aquella habitación le pertenecía a una mujer, era una habitación completamente masculina.

Me levanté despacio de aquella cama haciendo que mis pies descalzos tocasen aquella alfombra de fibra color azul metálico, no llevaba mi vestido, era unos shorts de hombre negros y una franela blanca sin mangas, mierda, no tenía sostén, todo aquello parecía una pesadilla ¿y si había tenido relaciones con un extraño? ¿dónde miércoles estaba Annie?

Falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora