|CAPÍTULO DOS|
Perspectiva; tauro: Tara Orlend (multimedia)
Intenté bajar la falda con mis manos fallando en el intento.
Solté un bufido exasperada; odiaba mi maldito uniforme de trabajo.Luché por no perder la compostura al caminar, mi jefe odiaba eso tanto como yo al uniforme. El viejo Gregory contrataba solo chicas jóvenes, de piernas largas y una voz seductora para poder exhibirnos como carne fresca a los clientes; aunque la paga valía la pena las miradas acosadoras eran abrumadoras.
— Aquí tiene su pedido—luego de dejar el pedido sobre la mesa del cliente le dediqué una sonrisa tal y como decía el protocolo.
El susodicho pareció no inmutarse ya que siguió con la mirada fija en su celular.
Me permití rodar los ojos e irme; procuraba siempre ser cortéz, lo menos que esperaba era cortesía de vuelta.
Algunos clientes solían ser tan groseros que me retenía de no hacer o decir algo que los ofendiera.Los clientes siempre tienen la razón.
Me repetía intentando no cegarme por la ira; mi día no iba tan bien como suponía.
Regresé a la cocina esperando por el siguiente pedido.
—¿Viste al chico ardiente? ¡le llevaste el pedido!—a mi lado llegó Cassie.
—Es un grosero, no dijo siquiera las gracias—le pasé la bandeja al cocinero el cual la tomó para colocar el siguiente pedido—eso le quita toda belleza.
—Tal vez solo sea un bad boy—noté picardía en las palabras de la castaña.
—Uno muy grosero.
—Se supone que los bad boys lo sean, duh—explicó como si fuera lo más obvio del mundo.
Ya esto era algo habitual, al ser simplemente dos chicas de diesisiete veíamos constantemente chicos sumamente guapos entrar al local; nuestras hormonas rápidamente se activaban. A aquellos los tratabamos con más amabilidad de lo habitual, solo si llamaban lo suficiente nuestra atención.
Cassie era una de las pocas chicas del local con la cual me llevaba bien, y es que no tenía otra opción. Las otras chicas simplemente no nos soportaban ya que el señor Gregory permitió que dos adolescentes "inexpertas" trabajaran en el local; Cassie y yo somos las únicas menores de edad trabajando aquí.Lo cual no es tan legal que digamos, pero el señor Gregory nos dejó trabajar aquí ya que mi madre y la de Cassie son unas de sus muchas amantes. De hecho me atrevo a asegurar que muchas de las muchachitas que trabajan aquí son hijas de sus amantes o puede que hasta sus propias amantes.
Siendo un viudo adinerado podía tener todas las amantes que deseara; claramente mi madre había aprovechado aquella situación convirtiéndose así en una de esas mujeres, casi nunca estaba en casa ya que ella era una de las favoritas del señor Gregory.
—Pedido listo. Mesa ocho—avisó el cocinero a la fila de meseras que esperaba por un platillo distinto.
—¡Aquí!—tomé la bandeja—gracias Chris.
Salí de la cocina y hice la misma rutina de hace minutos. Bajé mi falda intentado que esta no llamara tanto la atención mientras caminaba hacia la mesa indicada.
Mesa ocho.
Justo al lado del grosero.
Una chica joven se encontraba sentada con tres niños pequeños, ella estaba concentrada en su celular sin percatarse de lo que hacían los revoltosos; no me sorprendía que fuera una niñera despreocupada, muchas de ellas traían a diario a los niños que cuidaban, los atragantaban de comida chatarra y se iban.Lo que yo daría por ser una simple niñera.
Había intentado muchas veces aplicar a vacantes de niñera, pero simplemente no me aceptaban. El ser hija de una prostituta en un pequeño pueblo como lo era este no ayudaba demasiado; mi reputación estaba ligada a la de mi madre y era algo absolutamente absurdo.
Dejé el pedido siguiendo el protocolo, por lo menos la chica si agradeció.
Caminé directo a la caja registradora esperando la llegada de nuevos clientes a los cuales tomar su pedido.
Estaba a punto de llegar hasta que escuché una voz a mis espaldas.—¡Hey tú!—la dureza de aquel tono masculino me hizo voltear sin importar que fuera o no conmigo.
Oh, el idiota.
Tan sumida estaba que no había notado que ahora estaba acompañado de una pelirroja de piel pálida.
—Ella hará un pedido—dijo refiriéndose a la chica frente a él.
Avancé hacia ellos ya que al final aquel llamado si era conmigo; forzadamente dibujé una sonrisa en mi rostro.
—Muy buenas tardes, ¿Qué desea ordenar?—odiaba hablar con aquel tono patético pero debía hacerlo, según para "brindar más confianza" al cliente.
La chica parecía dudosa, se notaba nerviosa y jugaba con el menú en sus manos.
—Lina no tenemos todo el tiempo del mundo—murmuró aquel patán en tono molesto, la chica pareció ponerse aún más nerviosa ya que sus mejillas se colorearon prácticamente del color de su cabello.
—Y-yo...—su voz era delicada, sonaba como aquellas niñas ricas de mami y papi. De seguro está es su primera vez en un restaurante como este, por eso debe estar nerviosa—lo mismo que ordenaste tú estará bien.
Por suerte recordaba lo que había ordenado el castaño, lo apunté rápidamente en la pequeña libreta.
—Pronto traeré su pedido, que pase buena estancia.
Odiaba esta estúpida rutina.
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En este capítulo aparecieron dos personajes PRINCIPALES:
Cassie es cáncer
y Lina es libra.